El eje del nuevo paradigma: la composición
Para entender mejor este doble punto de vista podemos apelar a dos conceptos de la filosofía griega, el de naturaleza y el de función. Naturaleza se equipara con esencia, lo que una cosa es en sí misma. Función, por el contrario, es la ciencia del movimiento en sentido amplio. [58] Aplicados estos conceptos a la palabra como unidad gramatical, su naturaleza, en cuanto elemento morfológico, es su esencia, lo que es en sí misma sin establecer relación con otras palabras. La palabra así considerada es un elemento morfológico. Función, por el contrario, es el movimiento, el cambio que cada palabra sufre para relacionarse con las demás y articular enunciados. La palabra en movimiento es un elemento sintáctico. Vistas así las cosas, el estudio de la naturaleza y de la función de la palabra, es decir, de la morfología y la sintaxis, constituye el meollo, el corazón de la gramática clásica, y creo que de la gramática de todos los tiempos. [59]
Los conceptos de naturaleza y función aplicados al análisis del nuevo espacio morfosintáctico diseñado en la traza de Olmos y sus seguidores franciscanos nos sirven mucho para calibrar los nuevos paradigmas. Olmos describe cada una de las partes de la oración con su definición y sus accidentes, es decir, según su naturaleza, y en esto sigue el paradigma grecolatino. [60] Pero, al final de tal presentación, cada parte de la oración es tratada en composición con otra u otras partes de la oración, ya que así aparecen frecuentemente en la lengua. Este fenómeno es palpable para cualquier lector avisado que se acerca a un texto en náhuatl: rápidamente podrá percibir que hay varias palabras “ayuntadas” formando una sola. Si el lector conoce algunos rasgos gramaticales de la lengua observará que las palabras “ayuntadas” pierden parte de su sufijo terminal o de su afijo y se fusionan fuertemente entre sí, se componen (de cum-ponere, poner juntamente) formando un nuevo signo lingüístico diríamos hoy. En los primeros gramáticos este rasgo de la lengua aparece plenamente identificado y aplicado al artificio nominal y verbal con el término de composición, lo cual permite abandonar el término de sintaxis. Tal hecho supone una enorme innovación en la historia de la codificación gramatical y, como veremos, constituye el eje de la nueva tradición mesoamericana.
El concepto de composición aparece en la primera gramática de una lengua mesoamericana, la ya citada de Olmos. En los primeros capítulos de su Arte, tras describir el sistema pronominal del mexicano, se adentra en la función principal del pronombre, que es la de “ayuntarse” o componerse con el nombre, con otros pronombres, con verbos y preposiciones. Allí ofrece mucha materia sobre el tema, con reglas y excepciones, y destaca la pérdida de letras, es decir los cambios morfofonémicos que se producen en este proceso. Dos ejemplos ilustran la tesis: el primero es notlaxcalh, mi tortilla, compuesto de no, mío, y tlaxcalli, tortilla (tlax-cal-li). Al componerse, hay pérdida de la /i/ final del fonema absolutivo li, con ensordecimiento de la /l/. El segundo es notoca, mi nombre, de no, mío, y tocaitl, nombre (tocai-tl), con pérdida del absolutivo también. En este ejemplo tenemos el primer registro de la palabra tocayo, que hoy usamos en el español universal y que pocos saben que es nahuatlismo. [61] Un ejemplo más de pronombres con verbo ilustra esta composición nominal: antechtlaçotlah, vosotros nos amáis; de an, vosotros, pronombre personal sujeto; tech, a nosotros, pronombre personal objeto, y tlaçotlah, segunda persona plural presente de indicativo del verbo tlaçotla, amar.
En la composición nominal es importante destacar el valor de la posesión. Olmos dedica varios capítulos en la primera parte de su obra a los compuestos posesivos de pronombre más nombre y pone muchos ejemplos para que el lector observe cómo funciona con pérdida de letras. Y es relevante destacar que en función de la posesión explica las diferentes clases de sustantivos derivados de verbos, que en náhuatl son muchos y admiten diversidad de terminaciones. En realidad, la posesión es un rasgo que permea la lengua y que aparece con mucha frecuencia. Así, el topónimo Tochimilco, nombre de un pueblo con un bellísimo convento, viene de toch-in, conejo; i, pronombre posesivo, su; mil-li, milpa, y co, marcador de locativo: el conejo, su milpa. La traducción es “en la milpa del conejo”.
No es raro que este fenómeno llamara la atención de los que llegaron y que Olmos la destacara. Molina va más lejos y desde la posesión explica la función del nombre en un apartado al que titula “Declaración más larga y copiosa de los nombres” [ff. 9v.-16v.]. En ella afirma que “aunque en esta lengua no tienen casos, empero lo que dezimos en la lengua latina por genitivo possessiuo dizen ellos con estos pronombres no. mo. y. to. amo. yn. te” (mío- tuyo- de aquel- nuestro- vuestro- de aquellos- de algunos). Con este principio entra en la formación de los nombres tanto primitivos como derivados, compuestos con el pronombre posesivo y a veces con alguna partícula. En los derivados verbales, explicados con mucho detalle, ofrece también información sobre el verbo del que proceden, forma de derivarse y significado. Es decir, en su descripción morfológica del nombre importa mucho su funcionamiento desde la perspectiva de la posesión con los cambios morfofonémicos que este hecho implica. El análisis responde a un modelo en el que imperan la sencillez y la claridad, algo de teoría con los diversos cambios desinenciales y pérdidas de letras. Parece evidente que Molina quiso, a través de la posesión, introducir al lector en la estructura propia de una lengua en la que las palabras compuestas aparecen incompletas, lo cual hace difícil reconocerlas y comprenderlas. Pero además el modelo de análisis gramatical que Molina logró al describir el nombre lo aplicó a las demás partes de la oración y con ello facilitó la comprensión de la lengua. El modelo es muy completo y, aunque de naturaleza morfológica, en él se explica la forma de relacionarse las palabras, lo cual es una puerta a la comprensión de la sintaxis.
Los pocos ejemplos de composición nominal antes presentados son sólo un esbozo de un fenómeno lingüístico recurrente en el mexicano: nombre, pronombre, verbo, adverbio y preposición tienen el atributo (potestad) de componerse entre sí para formar un nuevo signo lingüístico dotado de un nuevo rostro morfológico y semántico. Una y otra vez señalan Olmos y Molina que, al componerse el nombre y el pronombre, sufren “pérdida o cambio de letras”, es decir, sufren cambios morfofonémicos. Esta particularidad identifica a la lengua y supone un artificio gramatical por el que dos o más palabras se juntan perdiendo sus desinencias flexivas y formando una nueva palabra que es un nuevo signo lingüístico y que a veces es oración completa. En suma, el espacio morfosintáctico diseñado por Olmos y consolidado por Molina tuvo eco en las gramáticas de sus hermanos, los purepechistas Maturino Gilberti y Juan Bautista de Lagunas. Tampoco ellos dan importancia a la declinación y sí a la composición como una estructura en la que se armonizan la morfología y la sintaxis. [62]
En realidad, el término composición proviene de la tradición grecolatina, del accidente llamado figura, que en latín se dividía en simplex y composita, y que se aplicaba a la composición nominal. [63] En el nuevo paradigma de Olmos y en los tres siguientes –de Molina, Gilberti y Lagunas– el término sufre un proceso de extensión semántica: sigue designando una unidad morfológica compuesta de dos palabras pero se aplica a la potestad que tiene el verbo de ayuntarse a varias partes de la oración para formar “noticia entera”. [64] En suma, los primeros cuatro gramáticos de lenguas mesoamericanas usan el término para designar lo que hoy llamaríamos composición nominal y verbal desplazando al vocablo griego de sintaxis. [65] Es más, de estos cuatro pasó a las gramáticas elaboradas por los dominicos acerca de las lenguas de Oaxaca a fines del siglo XVI y a las que después redactaron los jesuitas sobre el náhuatl y sobre las lenguas yutonahuas del noroeste de México.
El concepto de composición cobra nueva dimensión en la composición verbal. El verbo es el señor de la gramática y Olmos le dedica los 13 capítulos de la segunda parte. Por ello, dice, “se porná la conjugación no como en la gramática sino como la lengua lo pide y lo demanda” [f. 44 r.]. ¿Y cuál es esta demanda de la lengua?, cabe preguntarse. La demanda es doble: por una parte, la descripción detallada del verbo y su naturaleza al modo tradicional. Por la otra, la manifestación, y aquí está la novedad, de la forma de componerse el verbo con otras partes de la oración, en particular con los pronombres –sujeto y objeto–, además de determinadas partículas, es decir, la exposición del artificio verbal con el fenómeno conocido como incorporación. Olmos lo identifica plenamente y lo describe al hablar de los verbos activos, de los que dice:
Verbos actiuos se llaman los que despues de si rijen caso y tienen despues de si persona que padesce expressa o sub intellecta. Y esta persona que padesce vnas veces se denota por algun nombre proprio o apelatiuo. Ejemplo nictlaçotla in Iuan, yo amo a Iuan. Y otras vezes por algun pronombre. Ejemplonimitztlaço-tla, yo te amo. Otras por algunas particulas que se anteponen o entreponen al verbo. Ejemplo nitenanquilia, yo respondo a alguno. Y este postrero tiene mas difficultad porque en la lengua latina no se hallan particulas asi encorporadas o juntas con el verbo las quales denoten la persona que padesce. Y es de notar que ningun verbo actiuo puede estar sin alguna particula destas salvo quando el verbo esta compuesto con nombre y tiene incorporada en si la persona que padesce. Ejemplo nipetlachiua, yo hago petates [ff. 61 v.-62 r.].
Se forma así el principio de una doctrina sobre el artificio verbal (capítulos séptimo y octavo de la segunda parte), que identifica al náhuatl y a otras lenguas americanas y va seguida de dos capítulos en los que Olmos da cuenta de pronombres y partículas, agentes y pacientes que incorporados forman “oration perfecta” [f. 62 r.]. En este artificio, alguno de los componentes puede perder letras, es decir, sufrir cambios morfofonémicos, pero se logra la palabra-frase, que sin duda es un rasgo lingüístico identificador del náhuatl. Dado que tal rasgo no es fácil para los que vienen de lenguas indoeuropeas o semíticas, Olmos pone muchos ejemplos, de los que traigo aquí cuatro:
Nitetlacuilia , tomo algo a alguno [f. 63 v.] (ni-te-tla-cuilia).
Yo-a alguno-algo-tomo.
Niccuilia in Pedro in totol , tómole a Pedro su gallina [f. 64 r.] (Ni-c-cuilia in
Pedro in tototl).
Yo-a él-tomo-a Pedro su gallina.
Si se tienen partícula direccional y pérdida de letras, la incorporación es más compleja:
Nocontlaça , yo lo arrojo [f. 64 v.] (ni-c-on-tlaça).
Yo-lo-hacia allá-arrojo.
Xicvalhcui, daca, trae [f. 65 v.] (Xi-c-val-cui).
Tú-lo-hacia acá-trae.
Los capítulos sobre incorporación contienen una extensa exposición de los elementos morfológicos que la integran y de su valor sintáctico, con reglas y excepciones que hacen comprensible un tema difícil. Para nosotros contienen, además, un principio universal: que el verbo activo necesita incorporar uno o dos argumentos y hasta tres, para poder existir. Así presentado, el verbo es el señor de la gramática porque atrae hacia sí y dispone dentro de un orden los elementos de la oración, como el sol en el sistema copernicano, y origina la palabra frase. Pero, además, la incorporación se hace más intensa cuando hay pérdida de letras porque entonces se produce una verdadera “fusión” de palabras. Esto es sin duda una novedad nunca registrada en ningún paradigma gramatical anterior que marca una innovación en el registro universal de las lenguas.
Acierto es y muy grande la elección del término incorporar que Olmos utilizó para identificar el nuevo artificio verbal al usar la palabra encorporar, es decir formar cuerpo el verbo con la persona que padece para hacerun todo. [66] La palabra también fue usada por fray Alonso de Molina para describir el mismo fenómeno. Asimismo, en los paradigmas de Gilberti y Lagunas encontramos registrado el fenómeno en los capítulos correspondientes. Gilberti lo hace en la tercera parte, en el apartado “De la composición de los verbos en cuya noticia consiste la llaue de esta lengua” [f. 112 v.-114 r.]. Lagunas lo trata en la segunda, capítulo XVII, “Regla y modo para saberse aprovechar de los verbos y hablar con los pronombres agentes y pacientes” [pp. 108-110].
El registro de la incorporación, con mayor o menor intensidad, pasó a otros gramáticos de lenguas mesoamericanas como fray Agustín de Vetancour (1620-1700) y Carlos Tapia Zenteno (c. 1690-1769). Siglos después, Guillermo de Humboldt (1767-1833), con base en estos gramáticos, dedicó varios trabajos al estudio de la lengua náhuatl y tomó este dato como base para fijar un nuevo tipo lingüístico, “el de lengua incorporante”, que aplicó a las lenguas del Nuevo Mundo. [67] En sus escritos sobre el náhuatl se interesó por definir este rasgo lingüístico que finalmente incluyó en su magna obra elaborada como introducción a la lengua kawi de la isla de Java, a la cual tituló Über die Verschiedenheit des Menschlichen Sprachbaues undihren Einfl uss auf die geistige Entwickelung des Menschengeschlechts (Berlín, 1836). En ella dedica el capítulo 17 a analizar lo que él define como Ein-verleibungssystem der Sprache, “Sistema incorporativo de la lengua”. En él se plantea Humboldt el análisis de la lengua mexicana como una lengua de estructura diferente al sánscrito y al chino tomando como base la unidad de la palabra y su relación con la unidad de la frase. En la mexicana, afirma él “que hay que considerar la frase en todas sus partes necesarias, no como un todo compuesto de palabras, sino como una verdadera palabra única”. [68] Sobre esta idea se adentra en el náhuatl y define conceptos como Einver-leibung, incorporación, Einverleiben, incorporar, Einverleiten Pronominen, pronombres incorporados, Einverleibungform, forma incorporativa, Mexicanische Einverbungsmethode, método incorporativo del mexicano. Analiza algunas frases nahuas para mostrar el artificio sintáctico y apoyar su teoría del nuevo tipo lingüístico. Y, lo que es muy importante, utiliza la misma palabra incorporar, formar cuerpo, Einverleiben (construida sobre ein, uno, y leib, cuerpo), que siglos antes usaron Olmos y Molina.
En realidad, la incorporación es la forma verbal por excelencia de la composición. El concepto de composición implica la conceptualización de un artificio morfosintáctico propio mediante el cual se relacionan las palabras entre sí para formar enunciados nominales y verbales. La identificación y descripción de tal concepto por parte de Olmos supuso una novedad en la codificación de las lenguas y facilitó la ruptura con el paradigma greco-latino de la sintaxis, ruptura muy explicable si recordamos el significado del vocablo griego σύν, conjuntamente, y τάξίς, orden, es decir relación y ordenamiento de las partes de la oración conjuntamente basada en la concordancia de los accidentes, sobre todo género, número, persona y caso por declinación. Tal cosa no encajaba en el artificio gramatical del náhuatl y del purépecha, donde la corcondancia de los accidentes de la palabra es sólo en número y persona y donde un sistema de afijos –prefijos, infijos y sufijos– hace posible el engranaje con el que se logra el tejido gramatical propio de la lengua. Sin duda, la creación y uso del concepto de composición fue una respuesta muy atinada al reto de codificar lenguas extrañas desde los recursos existentes en los paradigmas grecolatinos y constituye el eje gramatical de la naciente tradición lingüística mesoamericana. Por ello el término y su significado perduraron para siempre.
Un importante elemento morfosintáctico: las partículas
En esta Babel americana donde la diversidad interna de las lenguas sorprendió a los que llegaron cuando empezaron a codificarlas, un elemento gramatical hizo su aparición. Era un elemento que aparecía bajo múltiples figuras morfológicas y sintácticas: como pronombres agentes y pacientes, relativos, indefinidos, preposiciones, marcadores de objeto, de dirección, de tiempo, de espacio e inclusive como sufijos e infijos. Los hay también que sirven para marcar la naturaleza de los verbos y a veces para transformar unos verbos en otros –neutros en activos– y para construir los frecuentativos, causativos y reverenciales. Algunos tenían una naturaleza polivalente, podían desempeñar varios papeles, como la partícula in [69] del náhuatl o la del purépecha ga, [70] y todos eran indispensables en los procesos de la derivación y la composición. Para usar un término de la filosofía, eran “entes lingüísticos” que completaban el tejido del artificio nominal y verbal y, algunas veces, hasta servían de ornato. Ellos, los que codificaron las lenguas mesoamericanas, los llamaron partículas. Hoy se llaman morfemas, palabra igualmente polisémica y versátil que puede aplicarse a multitud de elementos que, o bien son palabras, o entran en la formación de palabras.
En realidad, los cuatro franciscanos de los que venimos hablando fueron sorprendidos por estos entes y tuvieron que acomodarlos poco a poco en los nuevos paradigmas según la percepción gramatical de cada uno, aunque finalmente todos adoptaron el nuevo término y lo aplicaron a las mismas palabras: pronombres de diversas clases, conjunciones, marcadores de espacio y tiempo, elementos de ornato y hasta prefijos, infijos y sufijos. Simplificando, llamaron partículas a morfemas de naturaleza versátil, muy breves, fáciles de aglutinar y muy importantes en la composición. El término es nuevo; no aparece en las gramáticas grecolatinas. El primero que usa la palabra es Olmos al final de la primera parte del Arte, para designar los sufijos diminutivos. A partir de ese capítulo la palabra sufre un proceso de extensión semántica y aparece aplicada a varias clases de pronombres que se intercalan entre sujeto y verbo para representar la persona o cosa que padece. Páginas después, Olmos la adopta para designar diversos tipos de marcadores, direccionales y verbales principalmente.
Molina consolida el término y también lo aplica a cualquier morfema, por ejemplo, las desinencias, para formar los diminutivos y los aumentativos. En la segunda parte de su Arte se adentra en la explicación de varias partículas verbales e inclusive llega a identificar partícula con letras. Y es muy interesante que al final de su obra se plantee una nueva explicación de qué es partícula. Y para ello echa mano de la gramática hebrea y presenta una clasificación de las sílabas en dos géneros o maneras: las unas que se llaman “seruiles o seruidoras, por cuanto sirven a muchos nombres y verbos” [f. 29 r.]. En ellas incluye todas las sílabas excepto las que son “rayz”, que integran el segundo grupo. Para mostrar su tesis se vale de la lengua latina y de ésta pasa a la mexicana, donde presenta un ejemplo muy elocuente: la palabra “annechmocxipaquilizque, que quiere decir ‘lauarme eis los pies donde parece que de la rayz deste verbo paca que quiere decir lauo no quedan sino dos letras que son p. y a. y todas las demas sillabas son seruidoras’” [f. 32 v.]. [71] He aquí una respuesta a la novedad americana que Molina construye apelando a la gramática hebrea, lengua de moda en el Renacimiento. La respuesta puede verse como una búsqueda de elementos distintos para formar un nuevo paradigma ante la falta de elementos en la tradición gramatical grecolatina. [72]
Por su parte, Gilberti, sorprendido y admirado por el nuevo elemento gramatical, le concede un apartado especial en la tercera parte de su Arte, en el capítulo dedicado a explicar la composición de los verbos [ff. 112 v.-144 v.]. Enumera y analiza más de 70 y dice: “porque son necesarias para construir bien la composición de los verbos y hablar derecha y congruamente la lengua” [f. 113 r.]. De cada una destaca las funciones morfológicas, sintácticas, semánticas y deícticas, y nota que muchas de ellas, como en náhuatl, sirven para cambiar la naturaleza de los verbos; con las partículas cambian de neutros a activos y con ellas se construyen los frecuentativos, causativos y reverenciales. En el Arte de Gilberti las partículas cobran vida, a tal grado, dice él, que “ayuntando la partícula de la cosa que se quiere poner a la partícula del lugar a donde se quiere poner, añadiendo la partícula ta. haze verbo y noticia entera” [f. 142 r.]. Así, en el paradigma de Gilberti las partículas son el centro de la composición verbal, lo cual muestra la percepción de los retos que le imponía el purépecha y la respuesta del franciscano.
La senda abierta por Gilberti en el mundo de las partículas fue fundamental para el conocimiento del tarasco, y fue aprovechada por su discípulo Juan Bautista Lagunas. En su ya citado Arte y diccionario con otras obras en lengua michuacana, Lagunas ahonda en el tema en extenso capítulo titulado “De las interposiciones” [ff. 144 r.-171 v.]. Allí analiza casi 60 por orden alfabético, las mismas que Gilberti, aunque añade nueva información con comentarios sobre el papel sintáctico de ellas, con lo cual completa la de su maestro. Lagunas amplió la doctrina gramatical de Gilberti y buscó un nombre diferente para codificar con más precisión este elemento gramatical nuevo. Esta búsqueda es muestra, una vez más, de la respuesta que los primeros evangelizadores quisieron dar a estructuras desconocidas en la tradición gramatical latina y hebrea, en este caso unos entes lingüísticos esenciales en la derivación y la composición. No se atrevieron a formar una nueva categoría gramatical, aunque las tratan como tales, pero lograron captar la naturaleza y la función de ellas y pudieron darles vida en la organización gramatical que dejaron para la posteridad.
Hermenéutica y gramática. Consideraciones finales
He tratado de ofrecer una visión de conjunto sobre la codificación de las lenguas mesoamericanas en el siglo XVI, concretamente sobre el náhuatl y el purépecha o tarasco, las dos que primero tuvieron arte y vocabulario. Por haber mucha materia, quedan fuera otras lenguas generales, codificadas también en aquel siglo, y dignas de descubrir en sus gramáticas paradigmas tan valiosos como los aquí tratados. Aun así queda claro cómo un grupo de misioneros traza nuevos modelos y cómo con ellos se forma una tradición mesoamericana que en los siguientes siglos crece hasta formar un capítulo de la historia de la lingüística de todos los tiempos.
Los misioneros humanistas aquí se transformaron en lingüistas o protolingüistas. Del humanismo clásico, y en menor medida hebreo, tomaron la capacidad hermenéutica de entender lenguas nuevas gracias a dos viejos conceptos que mucho preocuparon a los gramáticos helenísticos: la analogía y la anomalía. La analogía fue el primer paso para conocer la naturaleza de la palabra: escuchar los sonidos, diferenciar fonemas, lo que ellos llamaban las letras, e identificar la palabra para establecer una correspondencia con las partes de la oración y determinar su categoría gramatical y sus accidentes: número, persona, especie y figura. En definitiva, la analogía constituye lo tradicional de estas gramáticas. Gracias a ella los nuevos tratados gramaticales se integran en una tradición de milenios y en un sistema de pensamiento ajeno, la tradición grecolatina.
Más difícil, en cambio, era descubrir lo nuevo de las lenguas y, una vez descubierto, colocarlo en el lugar adecuado. Tal hecho era un paso más en la penetración lingüística que daría firmeza y definición a las nuevas gramáticas. Para ello los misioneros contaron con el principio de la anomalía: detectar lo diferente usando la perspectiva comparatista. La anomalía les permitió perfilar la función de la palabra, novedosa y desconocida para ellos. Así lo dejan ver a lo largo del análisis gramatical: el nombre y el pronombre no se declinan sino que funcionan con afijos y se ayuntan o componen; el verbo tiene su propio artificio basado en la incorporación de pronombres, verbo y partículas. Casi todas las palabras, sea cual fuere su categoría morfológica, tienen la capacidad de componerse entre sí para articularse como enunciados. La función sintáctica era totalmente diferente a la de las lenguas grecolatinas.
El punto de encuentro de todas las lenguas es la palabra. La palabra es el fondo común de las lenguas y en ellas se realiza la primera articulación del habla. La palabra tiene un rostro constituido por un núcleo que no cambia, la raíz, y por un haz de trazos cambiantes que son los accidentes. En las lenguas griega y latina, los accidentes perfilan el rostro de la palabra y sirven para relacionarlas unas con otras, para articularlas. Para construir un enunciado coherente tiene que haber correspondencia, concordancia entre los trazos: género, número, persona, especie, figura, caso por declinación. Es lo que Prisciano llamó “principio de coherencia”.
También en las lenguas mesoamericanas la palabra tiene un rostro perfilado por un haz de trazos, los accidentes de número, persona, especie y figura. Ahora bien, para un enunciado coherente las palabras se ayuntan, se incorporan a tal grado que los trazos se pierden o transforman hasta formar un todo, un rostro compuesto, un nuevo signo lingüístico diríamos hoy, que a veces es una oración completa. Es decir que en las lenguas del Viejo Mundo y en las del Nuevo la articulación de las palabras para formar enunciados seguía caminos opuestos. Los primeros gramáticos del náhuatl y del tarasco percibieron esta anomalía y en función de ella redactaron sus paradigmas gramaticales. Y por ello prescindieron del término de sintaxis y en su lugar pusieron el de composición.
La anomalía es, en definitiva, la modernidad, la innovación, el enriquecimiento del saber gramatical, la gran aportación de estos protolingüistas al pensamiento grecolatino y al conocimiento de las posibilidades creativas del lenguaje humano. Ambas herramientas, analogía y anomalía, fueron la mejor forma posible de hermenéutica para codificar las nuevas lenguas y crear una tradición lingüística mesoamericana que hoy nos tiene aquí reunidos. Con este logro quiero dar término a esta presentación, un poco árida tal vez. Con ella he querido poner de relieve cómo en Mesoamérica, gracias a los trabajos de esos protolingüistas misioneros, se consolidó una nueva tradición gramatical a través de la creación de nuevos paradigmas. Tal aportación, podemos afirmarlo, ha venido a enriquecer en muchos aspectos lo que cabe llamar teoría lingüística universal, la que se inició con griegos y romanos y continúa enriqueciéndose hasta el presente con la creación de nuevos paradigmas.
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* Leído en la sesión pública solemne del jueves 22 de enero de 2009, efectuada en las instalaciones de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
[1] Fue elegido el 13 de agosto de 1976. Leyó su discurso el 23 de octubre de 1980.
[2] Javier García Galiano, “Prólogo” a Elsinore. Un cuaderno. En este discurso, las notas aparecerán abreviadas ya que se pueden completar con la Bibliografía final.
[3] José de la Colina, “Prólogo” a Pasado anterior, p. 20.
[4] José Luis Martínez, “Contestación al discurso de ingreso de Salvador Elizondo”, p. 28.
[5] Salvador Elizondo, “Regreso a Casa. Discurso”, pp. 19-20.
[6] Una descripción de su obra en el Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, tomo II. También en José Luis Martínez y Christopher Domínguez Michael, Literatura mexicana del siglo XX, p. 216.
[7] “Diario del primer viaje”, en Cristóbal Colón, Textos y documentos inéditos completos, p. 50.
[8] Véase Juan Gil, En demanda del Gran Kan. Viajes a Mongolia en el siglo XIII, 1993.
[9] Fray Alonso de Molina, “Prólogo al lector” en el Vocabulario de 1555, reproducido en el de 1571 (véase la Bibliografía al final).
[10] Véase Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía.
[11] Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, p. 13. La primera edición en ingleses de 1962.
[12] Ibidem , p. 165.
[13] Ibidem .
[14] Entre los muchos foros dedicados a analizar la teoría contenida en la Estructura de las revoluciones científicas puede citarse el congreso de Londres de 1965, cuyas memorias están publicadas por Imre Lakatos y Alan Musgrave (véase la Bibliografía al final).
[15] Ruy Pérez Tamayo, La estructura de la ciencia, 2008, p. 120.
[16] Jaime Labastida, El edificio de la razón. El sujeto científico, 2007, p. 218.
[17] Dell Hymes, “Introduction: Traditions and Paradigms”, en Studies in the History of Linguistics. Traditions and Paradigms, 1974.Cynosure, según definición del Webster’s New World Dictionary, se deriva del griego kynosoura, ‘dog’s tail’; “1 . the constellation Ursa Minor […]. 2. any person or thing that is a center of attention or interest”.
[18] Percival W. Keith, “The Applicability of Kuhn Paradigms to the History of Linguistics”, 1976, pp. 289 y 292.
[19] E. F. K. Koerner, “On the Non Applicability of Kuhn’s Paradigms to the History of Linguistics”, p. 168.
[20] Th omas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, p. 34.
[21] Webster New World Dictionary of the American Language .
[22] Santiago Segura Murguía, Diccionario etimológico latino-español.
[23] Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía.
[24] Dell Hymes, “Introduction: Traditions and Paradigms”, p. 29.
[25] Jesús Bustamante, “Las lenguas amerindias: una tradición española olvidada”, p. 84.
[26] Miguel Ángel Esparza Torres, “Tareas de la historiografía lingüística”, p. 74.
[27] Carlos García Gual, “Nota editorial” a Dionisio Tracio, Gramática. Comentarios antiguos, p. 7.
[28] La palabra ars es un calco de τέχνη.
[29] Opinión de Marc Baratin, “La constitution de la grammaire et de la dialectique”, p. 196. Tal opinión no es compartida por todos. Véase Vicente Becares Botas, “Introducción”, a Apolonio Discolo, Sintaxis, p. 14.
[30] En Dionisio Tracio, Gramática. Comentarios antiguos, p. 35.
[31] Véanse los comentarios reunidos por Vicente Becares Botas en la edición citada de Dionisio Tracio.
[32] Apolonio Discolo, Sintaxis, intr., trad. y notas Vicente Becares Botas, p. 73.
[33] Entre ellos se cuentan Palemon, Carisius, Diomedes, Servius y Probus. Vease Marc Baratin, “ La constitution de la grammaire et de la dialectique”, p. 189.
[34] Para describirla me baso en la edición contenida en la recopilación de varios gramáticos latinos publicada en 1522 bajo el nombre de Diomedes, De arte gramatica opus, fojas LXXXIX-XCVII r. y v. La edición lleva por título Donati ars prima, que corresponde a la primera parte. La edición incluye también el Ars secunda. Ambas partes constituyen el Ars maior. Donato hizo una síntesis de esta última para principiantes a la cual llamo Ars minor, conocida también como Ianua, Puerta.
[35] Priscianus Grammatici Caesariensis, Institvtionvm Grammaticarum, en Grammatici Latini, vols. II y III.
[36] Para la sintaxis como dominio gramatical en la obra de Apolonio y Prisciano, véase Marc Baratin, “ Les diffi cultes de l’analyse syntactique”, pp. 228-242.
[37] Las subinscripciones son textos breves que se ponian al fi nal de las copias de los autores clásicos en los últimos tiempos del Imperio romano. Generalmente el copista dejaba escrito su nombre. El tema está bien explicado en el libro de Reynolds y Wilson, D’ Homere a Erasme. La transmision des classiques grecs et latins, pp. 28-29.
[38] Diego Valadés, La lengua del derecho y el derecho de la lengua. Discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, p. 123.
[39] Según la Enciclopaedia Britannica, de Prisciano se conservan miles de manuscritos.
[40] Cabe recordar que a partir de la segunda mitad del siglo XIII, con el impulso dado al estudio de la filosofía aristotélica, tomo fuerza el estudio de la gramática llamada lógica o de los modi significandi. Tal gramática tuvo su esplendor en las recién creadas universidades y supuso un paradigma nuevo en la tradición grecolatina. En este ensayo no se tiene en cuenta, pues no tuvo consecuencias para el estudio de las lenguas vernáculas del Nuevo Mundo.
[41] En el Renacimiento se hicieron tres ediciones de la obra de Apolonio: la Aldina, 1495; la de Felipe Junta, en Florencia, 1515, y la de Sylburg en Frankfort, 1590. Sobre ella y la influencia de Apolonio en el Renacimiento, véase Vicente Becares Botas, “Introducción” a la Sintaxis de Apolonio Discolo.
[42] Este tratado, conocido como De Institutione, redactado por el jesuita Luis de la Cerda (1560-1643), tenía muy poco de Nebrija y mucho de la doctrina de Francisco Sánchez de las Brozas (1523-1600) y del propio De la Cerda. La nueva gramática causo gran polémica, como lo muestra Miguel Ángel Esparza en “La obra de Nebrija en el siglo XVIII”, conferencia plenaria presentada en el tercer Encuentro de la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística, México, octubre de 2008 (en prensa).
According to Spanish Missionary Grammarians from Damascus ”, pp. 273-304. Para un breve resumen
[43] En esta gramática las conjugaciones están en tres lenguas: latín, portugués y japonés. Las Institutiones de Alvares se publicaron 530 veces en 22 países (véase Otto Zwartjes, 2002, p. 29).
[44] Joao Rodrigues publicó un Arte da Lingoa de Iapam, Nagasaqui, Collegio da Iapaon da Companhia de Iesv, 1604, y unArte breve da lingoa Iapoa (Amanaco, Companhia de Iesu, 1620), ambas según el paradigma de Alvares (véase Toru Maruyama, “ Linguistic Studies by Portuguese Jesuits in Sixteenth and Seventeenth Century in Japan”, p. 147).
[45] Para la tradición medieval árabe, véase “L’analyse linguistique dans la tradition arabe classique”, de G. Bohas, P. Guillaume y D. Kouloghli, 1989. Para la tradición medieval hebrea, véase D. Kouloghli, “Les debuts de la grammaire hebraique”, 1989.
[46] La primera gramática del hebreo escrita en latín se debe a Johann Reuchlin, De rudimentis hebraicis libri tres (Pforzheim, 1606), seguida por la de Nebrija, De litteris hebraicis (Alcala, 1507). La primera del árabe en español con el modelo latino fue elaborada por Pedro de Alcalá, Arte para ligeramente saber la lengua arauiga (Salamanca, Juan Varela, 1505). Un estudio reciente sobre gramáticas árabes de los siglos XVII y XVIII se debe a Otto Zwartjes, “ Agreement Asymmetry in Arabic de las lenguas estudiadas en el Renacimiento, vease W. Keith Percival, “La connaisance des langues du monde”, 1992.
[47] Fray Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, libro V, capítulo XVII.
[48] Fray Alonso de Molina, Aqui comienca un vocabulario en la lengua castellana y mexicana y Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana.
[49] Fray Gerónimo de Mendieta, libro III, capítulos XV y XVI.
[50] Véase Hans Georg Gadamer, Verdad y método, vol. I, pp. 101-107.
[51] Hans Josef Niederehe, “Introducción. La lingüística en el ámbito hispanohablante”, vol. II, p. XIV.
[52] El numero de ediciones y su impacto en la lingüística pueden verse en la obra de Miguel Ángel Esparza Torres y Hans Josef Niederehe, Bibliografia nebrisense, 1998.
[53] La biografía más amplia de Olmos se debe a Georges Baudot en su libro Utopía e historia en México. Los primeros cronistas de la civilización mexicana, capítulos III y IV.
[54] Gutiérrez de Cerezo se formo con Nebrija en Salamanca, y en su obra utiliza el concepto de notitia para designar la función del verbo con quien “hace y padesce” (Miguel Ángel Esparza Torres, “El camino hacia Nebrija”, pp. 66 y 74-76).
[55] Fray Francisco Ximénez fue “el décimo de los doce” al decir de Mendieta. Según este cronista, fue uno de los primeros que aprendió la lengua mexicana y el primero que hizo arte y vocabulario en ella. De él se conserva una vida de fray Martin de Valencia, prelado de los 12. Fray Alonso Rangel llego en 1529 junto con fray Bernardino de Sahagún en la barcada de fray Antonio de Ciudad Rodrigo. Aprendió mexicano y otomí y “de la mexicana hizo arte muy perfecta”. Fue provincial del Santo Evangelio y su navío se perdió en el mar cuando iba al capítulo general de la orden celebrado en Asís en 1548. Los datos sobre ambos pueden verse en la citada obra de Mendieta, libro IV, caps. 42 y 44, y en el libro V, caps. 26 y 40. En uno de los seis manuscritos de Olmos que han llegado hasta nosotros, al margen anotado se lee: esto lo trae mejor Rangel (véase el estudio introductorio a Olmos de Ascensión Hernández Triviño y Miguel León-Portilla.
[56] Para este trabajo he consultado la edición de Olmos hecha por Ascensión Hernández Triviño y Miguel León-Portilla en 2002. En ella se reproduce en facsímil el manuscrito de la Biblioteca Nacional de España, Madrid (véase la Bibliografía al final).
[57] Las Introductiones latinae están distribuidas en cinco libros: en el primero se describen los paradigmas de las declinaciones y las conjugaciones; en el segundo se da doctrina sobre la diversidad de nombres y verbos. El libro III es muy completo, pues trata de casi todo: “orthographia y letra, prosodia y syllaba, etimologia y diction y syntaxi o construction”; el libro cuarto trata de la “construction de las partes de la oración entre sí”, y finalmente el libro quinto, “de la quantidad de las sylabas, pies, uersos y acentos”. En Elio Donato la materia se distribuye en 16 apartados, siguiendo un orden: los dos primeros, sobre voz y letra; los ocho siguientes versan de las partes de la oración, y los seis últimos sobre vicios y virtudes. Por su parte, Prisciano en sus Institutiones grammaticae distingue 18 apartados: el primero, de la voz; el segundo, de la silaba y de la oración y sus partes. Los restantes tratan de la morfología y los dos últimos de la construcción “ sive ordinatione partium orationis inter se”.
[58] Véase Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía.
[59] En la lingüística moderna se acostumbra excluir de la gramática a la fonología, y a veces a la semántica.
[60] En español se definen los accidentes gramaticales como “la variación sistemática de forma que experimentan los sustantivos y los adjetivos (genero y numero) y los verbos (persona, numero, tiempo y modo)” (Diccionario básico de lingüística, de Elizabeth Luna Traill, Alejandra Vigueras Ávila y Gloria Báez Pinal, 2005). Desde Dionisio de Tracia los accidentes aparecen bien definidos y clasificados en las paginas correspondientes al nombre (en el que se incluye el adjetivo), verbo, participio, artículo y pronombre. Aunque el número de ellos varía según la parte de la oración, los accidentes son: calidad, genero, numero, persona, especie, fi gura y caso por declinación. Para el verbo hay que añadir uno más, la conjugación.
[61] Molina lo registra también en su primer Vocabulario, que es sólo castellano-mexicano, bajo la entrada nombre. En realidad el compuesto de tocaitl debería ser notocauh según la regla de los acabados en tl, pero Olmos lo registra como una de las excepciones a la regla [f. 29 v.].
[62] En realidad, Gilberti expone la declinación con detalle en la primera parte de su gramática en forma de paradigma junto con la conjugación. Es posible que lo hiciera para no romper totalmente con Nebrija, quien dedica su primer libro de las Introducciones a la declinación del nombre y a la conjugación del verbo. Pero en la segunda parte de su obra, al exponer en nombre y el pronombre, la declinación pierde importancia.
[63] Con estos nombres aparece en Elio Donato y en Nebrija (véanse Donati Ars prima, incluido en Diomedes, De arte grammatica opus, 1524, f. XCI V., y Antonio de Nebrija, Introducciones latinascontrapuesto el romance al latín [c. 1488], p. 104).
[64] La frase proviene de Gilberti, op cit., f. 142 r. De los cuatro gramáticos franciscanos, es Gilberti el que más usa noticia por oración.
[65] El hecho de eliminar el término sintaxis es una cuestión controvertida para los lingüistas. Una buena exposición del tema se encuentra en José Luis Suarez Roca, Lingüística misionera española, pp. 120-124.
[66] Según el Diccionario de la Real Academia Espanola (2001), incorporar, del latín incorporare, es “agregar, unir algo a otra cosa para que haga un todo con ella”.
[67] En realidad, Humboldt dejo elaboradas varias gramáticas de lenguas americanas. La náhuatl fue la que recibió la mayor atención del lingüista alemán. Recientemente el lingüista Manfred Ringmacher ha reunido los escritos sobre esta lengua con el nombre de Mexicanische Grammatik. Apud José Luis Iturrioz Leza, “Incorporación y tipo polisintético”, p. 416.
[68] Cito la traducción española: Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad, p. 185. Sobre el nuevo tipo lingüístico fijado por Humboldt, véase José Luis Iturrioz Leza, loc. cit.
[69] Molina registra varios significados de la partícula in: como pronombre relativo [f. 20 v.], como artículo para formar participios [f. 69 r.], como conjunción, en el sentido de “por lo cual”, y como ornato [segunda parte, f. 24 v.].
[70] Gilberti señala y explica cuatro significaciones, ff . 122 r.-123 v. Un comentario sobre ellas en Cristina Monzón, “Tradition and Innovations in Sixteenth Century Grammars of New Spain”.
[71] Formada de an, vosotros, pronombre personal sujeto; nech, a mí, pronombre personal objeto; mo, partícula reverencial; icxitl, pie, y paquilizque, segunda persona plural del futuro de indicativo del verbo paca, lavar.
[72] Para apreciar mejor esta distinción entre las dos clases de silabas podemos recordar la clasificación que Dwight Bolinger hace en morfemas fuente y morfemas de sistema. En los primeros incluye a los que son la materia prima del léxico y en los segundos a los que señalan las relaciones dentro de la lengua y las funciones de los morfemas fuente (véase Dwight Bolinger, Aspects of Language, pp. 56-57).