"Giancarlo de Cataldo", por Elmer Mendoza en El Universal

Miércoles, 03 de Octubre de 2012
"Giancarlo de Cataldo", por Elmer Mendoza en El Universal
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

El puente que une monolíticamente a la delincuencia organizada con los órganos de gobierno encargados de asegurar, consignar y administrar justicia, es el dinero. Sé que para muchos esto no es creíble y para otros simplemente señalarlo es traición a la patria. Lo anterior viene a cuento porque es una de las premisas de Una novela criminal, de Giancarlo de Cataldo, traducida del italiano por Patricia Orts y publicada por rocabolsillo en Barcelona, en junio de 2010. Desde luego, Italia y México son casos distintos, pero en honor a la verdad, tenemos más en común que la decisiva admiración a Sofía Loren.

Giancarlo de Cataldo, nacido en Taranto, Italia en 1956 y avecindado en la Ciudad Eterna desde 1973, es juez del Tribunal Penal de Roma, profesión que le proporciona información de primera mano que sumada a su percepción y genio narrativo, lo han convertido en uno de los novelistas sociales más emocionantes y certeros de nuestra época. Como pocos, resiste la tentación de querer de más a sus personajes y permitirles que vayan por la libre. Nada. Patrizia, el Libanés, el Dandi, el Frío, el Rata, el Esqueleto, el Viejo, el Búfalo, el Negro, el Seco, Treintamonedas, el Terrible y demás, deben ajustarse a una ruta y lo consigue. Lo mismo con Scialoja y Borgia, que están del lado de la ley y siempre al borde del fracaso, alentado por Vasta, el habilidoso abogado de los delincuentes.

Parte de esta historia se conecta, al menos al principio, con el asesinato de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristina, por las brigadas Rojas, en 1978. Es un marco de referencia que funciona para ubicar la ficción en el tiempo real, y también como en retrato del caos imperante en la Italia de aquella época, que permitió el nacimiento y expansión de grupos como la Banda della Magliana, que es de quien se cuenta en esta novela. De Cataldo desarrolla dos aspectos fundamentales en su narrativa: la vida minucioso que define a cada personaje: origen, familia, amores, adicciones, filias, y la parte épica: motos, autos pequeños y avezados pistoleros disparando. Desde luego, la corrupción policiaca es determinante para el crecimiento de las bandas.

Una novela criminal es una novela dura; el autor crea esa atmósfera a partir del lenguaje callejero, el perfil de los personajes y la vida vertiginosa de cada uno de ellos. Tío Carlo, un jefe mafioso, aconseja prudencia, algo necesario para morir de viejo, pero los romanos son impetuosos y tienen prisa por vivir. Así, van cayendo presos o acribillados y con la certeza de que un delincuente sólo se retira con la muerte, y los policías corruptos también. Es claro que será imposible aplicar la ley hasta sus reales consecuencias si no están los jueces encargados de sentenciar convencidos de esa medida. Se percibe, que el hampa tiene un carácter universal en sus formas de operar y de corromper; también se colige en la lectura, que es prácticamente imposible que un policía escape de ser tocado por la porquería. Scialoja, por ejemplo, sufre por Patrizia, la hermosa prostituta que es además la mujer del Dandi, con quien se acuesta unas cuantas veces.

Es definitivo, la capacidad de la novela policiaca para atestiguar una época y las personas que la habitan es notable. Es claro, que mientras parte de la población se afana en tareas productivas, hay una fuerza contraria que corroe el tejido social. En esta historia, la banda tiene una dirección colegiada que funciona. A la mitad, asesinan al Libanés, que es el más listo de los jefes; sin embargo, la banda no sufre demasiado su falta, y la novela se vuelve más interesante porque demuestra cómo en la delincuencia la sucesión se resuelve rápido. Hay algunas frases apabullantes que no sólo sirven en el mundo de la delincuencia: “no respeta a su maestro quien sigue siendo alumno durante toda su vida”, “detesto a la gente de confianza”, “sin caprichos la vida es algo mezquino”. En fin, es una novela llena de todo lo que la vida da, aunque no se pretenda. También es importante el factor amistad entre los personajes y cómo no pierden su pertenencia; “los palacios son vuestros, la calle nuestra”, advierte el Libanés a un par de policías involucrados.

Todo aquel que se interese por el estado de violencia de su país y en encontrar soluciones en encontrar soluciones coherentes, será lector natural de Una novela criminal y se hará de varias ideas. Aquellos, a los que les agradan los personajes empeñados en hacer algo sin mayores escrúpulos, esos que violan todos los principios, tampoco la pasarán mal; desde luego, los amantes de la intriga policiaca de altos niveles de emoción, la pondrán entre sus favoritas y le prenderán velas a Giancarlo De Cataldo.

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