Un informante en el olvido: Alfonso Reyes

Lunes, 05 de Agosto de 2013
Un informante en el olvido: Alfonso Reyes
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

Alejandro Alvarado

Alfonso Reyes es uno de los escritores más visionarios de Méxi­co en la primera mitad del siglo XX. A Marcos Daniel Aguilar, autor del libro Un informante en el olvido: Alfonso Reyes (Conaculta, Colección Periodismo Cultural, 2012) le interesa destacar, no solamente el talento narrativo y la forma estética característica de la tradición modernista y cómo la practicaban mu­chos de los maestros con los que se educó el mismo Reyes, sino que en el escritor regiomontano encuentra interés por lo social, por ver lo que estaba pasando en su realidad política y por vislumbrar cómo es que la literatura o el arte funciona para transformar a esas sociedades.

—Sin ese objetivo, en particular, Reyes no se hubiera asociado a Pedro Henríquez Ureña, a Antonio Caso y, posteriormente a José Vasconcelos, para armar una sociedad de conferencias o un Ateneo de la Juventud —señala el autor— cuyo objetivo fue echar a los maestros positivistas, quienes ya los habían cansado con su modelo de ciencias exactas. Lo que anhelaban era no solamente disfrutar de una educación libre sino de un país libre. Reyes se presenta como un escritor que sabe que mediante la literatura y, sobre todo, que la literatura publicada en los medios de comunicación donde se hacía periodismo podía comunicar el mensaje de formar sociedades en donde la libertar de expresión y la justicia podían ser factible. Encontramos textos con esas características, incluso previos a la Revolución Mexicana. En su texto, Julio Ruelas Subjetivo, pretende informar que México necesita otra expresión y debe despojarse de arquetipos, de los modelos inertes que utilizaba el Art Decó y el modernismo utilizados por el gobierno porfirista como máscara o como careta para exteriorizarlo al mundo.

Alfonso Reyes estaba preocupado por que México desde la cultura cambiara en muchos aspectos, pero también se vislumbra en él un interés por que se modificaran cosas dentro de la política. En un discurso que da sobre Manuel José Othón en la Escuela Nacional Preparatoria, el autor de La visión de Anahuac, termina enviando un mensaje certero: el escritor, el poeta o las personas interesadas en el arte que no se preocupan por su pueblo no valen la pena, no están haciendo bien su trabajo. Es una necesidad que ellos lleven la educación al pueblo, si el pueblo no se acerca a la educación. Esos comentarios me llamaron mucho la atención porque descubrí que en don Alfonso había no sólo un poeta, un estilista de la palabra, sino un ser preocupado por el pensamiento, por lo que está sucediendo alrededor de su vida. Considero que don Alfonso no ha sido suficientemente estudiado. No se le ha analizado a fondo como el pensador preocupado por transformar su sociedad y a las sociedades hispanoamericanas en general, tarea a la que se empeña cuando regresa a México después de los años treinta.

¿Cómo cree que es la presencia de Reyes en los jóvenes actuales?

—Es poca. Se han publicado libros de él, hay gente interesada por su obra, jóvenes que lo estudian mientras cursan la maestría o el doctorado —de veinticinco a treinta años de edad, sobre todo—, pero estoy hablando de términos académicos. Su presencia no está en las calles. Eso es preocupante. Si a alguien le interesó la juventud, aparte de a Vasconcelos, fue a Reyes, quien le escribió desde que era joven, y cuando era ya un señor reconocido, de más de treinta o cuarenta años; en diferentes discursos le afirma a la juventud que ellos son los artífices del cambio, que deben tener la capacidad de proponer los cambios políticos que las naciones democráticas necesitan.
Pienso que en los recientes movimientos estudiantiles universitarios en México. Los participantes deberían estar leyendo a Reyes, entender su mensaje y pensar que somos producto de una tradición intelectual que siempre le ha hablado a la juventud. Hace cien años algunos escritores pretendían concientizar a esa juventud de la necesidad de forjarse en una educación que les permitiera una inteligencia, pero no una inteligencia de manera erudita, como la vemos ahora, sino lo que él llamaba la inteligencia americana. El poder intelectual revolucionario que permite entender la realidad para hacer los cambios y acceder a los derechos y libertades que uno tiene como individuo. Esa era la inteligencia americana en Reyes. Don Alfonso es el humanista universal que quiere entender al hombre, al ser humano, para saber cuáles son sus vicios y cuáles sus virtudes, quiere que los hombres accedan a una vida más justa, con mejores bienes y más libre. Los jóvenes no están leyendo a Reyes. Sería muy importante que ellos recuperen este pensamiento que el maestro les dirigió a lo largo de su vida.

¿Qué sucede con Alfonso Reyes cuando su padre, el general Bernardo Reyes, muere en la Decena Trágica?, porque de don Alfonso casi no se conocen referencias al respecto.

—A Alfonso Reyes se le acusa de no hablar de la Revolución. Él no lo hace de manera pública en ese momento pero sí aborda el tema en sus libros anecdóticos, en su correspondencia. Por supuesto que en ese momento Reyes está muy preocupado por la situación del país, pues le dice a su padre desde 1912 que no se arriesgue porque se está condenando a la muerte, está provocando un suicidio. Bernardo Reyes no le hace caso, por dos razones: por ser el hijo menor y por ser el hijo poeta. Alfonso mismo lo dijo: “No iba a hacerme caso a mí, le hará caso a Rodolfo o a Bernardo, mis hermanos mayores, que eran quienes estaban en la grilla política”. Finalmente, sucedió lo que anticipó a su padre: Bernardo Reyes se dirigió al suicidio. El interés por la Revolución y por el tema político está presente en él, pero va a irlo sacando poco a poco, conforme va pasando el tiempo. Reyes estaba interesado en la política, pero en esa política que aprovecha la obra de arte para mejorar la vida de los individuos. No era una persona que participara en una política de mezquindades ni de egoísmos, ni que entrara al juego de los radicalismos. Su posición política consistía en no tomar partido, simplemente adoptar una posición y encaminarse hacia ella sin radicalismos. No iba a participar en el juego de política deshonesta, incluso, que encaminó al asesinato de muchos políticos por medio de las ambiciones de poder.

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