Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Lunes
Amanecer
¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve
la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?
¿Cuál es el rito de esta ceremonia?
¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?
Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.
Ya no hay sollozo, Nada, más que un silencio atroz.
Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.
Porque lo que sucede no es verdad.
Rosario Castellanos
Poesía no eres tú. Obra poética: 1948-1971
FCE, México, 1972
Martes
No es nada, es un suspiro,
Pero nunca sació nadie esa nada
Ni nadie supo nunca de qué alta roca nace.
Ni puedes tú saberlo, tú que eres
Nuestro afán, nuestro amor,
Nuestra angustia de hombres;
Palabra que creamos
En horas de dolor solitario.
Un suspiro no es nada,
Como tampoco es nada
El viento entre los chopos,
La bruma sobre el mar
O ese impulso que guía
Un cuerpo hacia otro cuerpo.
Nada mi fe, mi llama,
Ni este vivir oscuro que la lleva;
Su latido o su ardor
No son sino un suspiro,
Aire triste o risueño
Con el viento que escapa.
Sombra, si tú lo sabes, dime;
Deja el hondo fluir
Libre sobre su margen invisible,
Acuérdate del hombre que suspira
Antes de que la luz vele su muerte,
Vuelto él también latir de aire,
Suspiro entre tus manos poderosas.
Luis Cernuda
La realidad y el deseo 1924-1962
FCE, México, 1964
Miércoles
Estábamos en eso de salvarnos, estábamos
amargos y oscuros
sobre el caballo del tiempo.
Tú no me veías,
debí saberlo. Tú no me veías
zozobrando.
Una tarde sembré un brazo de siempreviva
porque estábamos en eso de salvarnos
y yo pensaba en los retoños
con apasionada inocencia,
mientras el mar, su cadera turbulenta,
nos arrojaba entre médanos de niebla.
Era el cielo tendido entre los mares,
el grito acallado en la garganta
con hirvientes alfileres,
pero estábamos en eso de salvarnos,
porque pensaba “qué hermoso sería
salvarse entre dos manos”.
Porque estábamos en eso de salvarnos,
caminé tras de otros pasos
con la voz atenazada por la asfixia,
una urgencia de metales y campanas,
mientras las llamas devoraban
la maleza que crecía entre nosotros.
Porque estábamos en eso de salvarnos,
quise entregarme a la delicia del ensueño
en una habitación donde la sangre
y su ramo carnal
pudieran cerrarme los ojos,
porque estaba en eso
de caminar sobre la cuerda,
y era nada más salvarse,
para no poner
el pie sobre el vacío, poner
el pie sobre la cuerda.
Fue por eso,
porque la muerte tenía
la blancura toda para ella,
que anduve de cima en cima
desterrada,
y los frutos todos
amargaban mi lengua;
porque estábamos heridos y solos
en esa desventura, en esa
tierra donde los hombres
se conocen a sí mismos,
mientras los otros, envilecidos como hienas
y voraces aves de rapiña,
nos miraban persiguiendo
estrellas en un pozo:
la perra que viste vestirse de cisne,
la muda nutria desangrada,
y porque sabía ya de esa sombra,
de su hondura casi agua, casi cielo,
porque había que cerrar los ojos,
no ver hacia delante,
porque adelante estaba ya la tierra,
porque en su negro rumor,
entre sus brazos,
vi nacer un manantial,
toqué sus aguas,
y la tierra tenía sabor a pan,
a fruto,
porque vi, cayendo, todo el amor
desbordado y cierto
una noche sin palabras.
María Rivera (1971)
Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar, Mario Meléndez,
Luis Jorge Boone y Mijail Lamas
UNAM / UANL, México, 2012
Jueves
De “Notas sobre poesía”
Prólogo
El poeta tiene ideas acerca de la poesía en las que manifiesta la relación que existe entre él, como inteligencia, y la misteriosa substancia que elabora. Estas ideas –hasta donde he podido observar– son tan precisas, cada una en su aislamiento, como las que se forma el artesano sobre la calidad de sus materiales o la eficiencia de sus herramientas; pero, faltas de articulación y de método, no sería posible ensartarlas en un cuerpo de doctrina sino, nada más, ofrecerlas en estado de naturaleza, como impresiones personales que no alcanzar a penetrar en el enigma de la poesía, aunque sí, cuando menos, proporcionan una imagen de la personalidad del poeta.
El poeta no puede, sin ceder su puesto al filósofo, aplicar todo el rigor del pensamiento al análisis de la poesía. Él simplemente la conoce y la ama. Sabe dónde está y de dónde se ha ausentado. En un como andar a ciegas, la persigue. La reconoce en cada una de sus fugaces apariciones y la captura por fin, a veces, en una red de palabras luminosas, exactas, palpitantes.
La poesía no es diferente, en esencia, a un juego de a escondidas en que el poeta la descubre y la denuncia, y entre ella y él, como en amor, todo lo que existe es la alegría de este juego.
José Gorostiza (1901-1973)
Cauces de la poesía mexicana, y otros textos
UNAM / Universidad de Colima, México, 1988
Viernes
Adán
En el sigilo gris de una mañana fría
cotidianas angustias lamen mis manos
mientras el viento se estrella en los cristales.
¿Dónde te irás ahora,
golondrina del este?
¿Qué lugares lejanos abrasarán tu estirpe,
piel de cordero,
sonrisa hoja-de-hielo?
Sin embargo, me queda el recuerdo,
caballero
del muro invisible que nunca derribaste;
la prendida certeza de tu dolor austero,
tu secreta intención de anonadarme
en el incendio azul y doloroso
de tus largas miradas y silencio.
Dolores Guadarrama (1958)
Quinteto para un pretérito
Con otros autores: José Luis Domínguez,
Andrés Espinosa Becerra, Juan Marcelino
Ruiz y Raúl Manríquez
Instituto Chihuahuense de Cultura,
Chihuahua, 2000
Sábado
Salmo de los negros
El repiqueteo de tambores
como cielos rasgados
anuncia la fiesta
en los bohíos rumorosos
que huelen a noche
y a rastrojo.
La noche se llena
de lenguas de fuego
en la penumbra
y los negros sueltan
la madeja de sus pasos,
el hilo de cáñamo
que se enreda
en sus encallecidos
pies descalzos.
Alguien fabrica
un timbal con la luna.
Viajero,
si escucha en el cielo
un gran estruendo,
si escucha el resonar
de la lluvia en los tejados,
algún niño negro
podría estar bailando.
Ah, estos niños
que antes de caminar
ya bailan
tras la cadera de tambor
de sus hermanas.
Viajero,
si llega a un poblado negro
y siente en mitad de la noche
a la tierra galopando,
no es que tiemblen
las calles,
no es que cruce el tren
arrastrando su cola
la aldea miserable.
Es el baile que empieza.
Juan Manuel Roca (1946)
Temporada de estatuas y Biblia de pobres
Editorial Praxis, México, 2015
Domingo
Calle de Amsterdam
Mis pasos en esta calle
resuenan
en otra calle.
Octavio Paz, “Aquí”
Camino por la calle de Amsterdam
y no sé si estoy en un sueño
o si se trata de la prosa indistinta de los días
–y llego tarde a ver a mis amigos.
Pero, ¿cuáles amigos? Yo no tengo amigos.
Quizás es una pesadilla que se introdujo
en la realidad. Veo fluir sobre mi cabeza
una bocanada de aire negro –es el smog
que en estos días alcanza una densidad
sin precedentes. A mi lado alguien grita,
se oye un disparo, un niño cae de una bicicleta
y sangra, dos automóviles que chocan
producen un ruido enloquecedor que dura
una fracción de segundo. La locura queda ahí,
el miedo permanece, el asombro teñido de angustia
dura y se endurece. ¿Qué importa si es un sueño,
una pesadilla dentro de la realidad
o la realidad misma, con sus erizamientos,
miserias, embrutecimientos y dolores?
Yo no tengo amigos. ¿Tengo amigos?
¿He tenido o tendré amigos alguna vez?
No me importa dónde los encuentre,
con tal de que no llegue tarde a verlos, aquí,
en este sueño o pesadilla, o allá, en este aquí
que puede ser la realidad de la calle de Amsterdam,
en una Ciudad Irreal o en la Dimensión Desconocida.
David Huerta (1949)
La música de lo que pasa
Conaculta, México, 1977
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
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