Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 24 de Abril de 2023
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

La muchacha y el aire

Para acercarme a lo que llamaré los misterios del Arte con mayúscula, siempre me ha sido útil la vía que pasa por el ámbito de las artes menores: un payaso, un malabarista, la joven que vuela allá en el trapecio, el equilibrista, el mago que saca de su chistera menudencias no muy espectaculares, como conejos o cintas o pañuelos... Así, en pequeña escala, la estructura es más simple: la ingenuidad, quizás, la entrega con mayor pureza, libre de las complejidades de ejecución que la oscurecen en las obras mayores. En el breve poema anónimo del siglo XVI que deseo leer en seguida, no hay reflexión alguna, concepto que trascienda. Es como una imagen de las que llamamos “instantáneas”, sólo que éstas suponen una detención, puede que una congelación, del tiempo, mientras que en mi miniatura popular el instante sigue transcurriendo en toda su frescura –digámoslo de una vez: está ‘vivo’. La situación es de una inmediatez encantadora:

Éstos mis cabellos, madre,
dos a dos me los lleva el aire.
No sé qué pendencia es ésta
del aire con mis cabellos,
o si enamorado de ellos
les hace regalo y fiesta:
de tal suerte los molesta
que cogidos al desgaire
dos a dos me los lleva el aire.
Y si acaso los descojo
luego el aire los maltrata,
también me los desbarata
cuando los entrezo y cojo;
ora sienta de esto enojo,
ora lo lleve en donaire,
dos a dos me los lleva el aire.

Me pregunto qué sensación dejarán en otros estos candorosos versos: en mí crean un aura de secreta felicidad: siento la presencia de una revelación consoladora, de una dichosa experiencia según la cual el mundo es un espacio a salvo y bello donde las fiestas no tienen por qué acabarse nunca.
La voz de la muchacha irrumpe cristalina desde un ‘antes’ que se da por supuesto: “Éstos mis cabellos, madre…”
¿No es cierto que brotan sus palabras de una pausa recien hecha sobre un espacio luminoso, matinal –jardín, terraza, huerto? De algún modo sabemos quiénes están y dónde: la conversación se interrumpió no más hace un segundo, y de la pausa emerge el risueño comentario sobre los juegos del viento. “Éstos mis cabellos...” ¡Qué inmediatez tienen esos
‘éstos’ con que la escena toma de pronto cuerpo, gratuitamente, ante nuestros ojos desprevenidos! ‘Éstos’: nada más cercano: ‘éstos´ pone las hebras entre los largos dedos suaves. Y el vocativo, casual, al extremo, convoca la fragancia del instante, donde, "dos a dos" –con la precisión de una miniatura– el aire está haciendo ahora volar las hebras.
"Pendencia" del aire, se queja la joven, con sus cabellos ("no sé qué pendencia es ésta / del aire con mis cabellos): otra vez viene ‘ésta’ a inmediatizar la anécdota, mientras la desproporción entre los antagonistas, el aire justamente inmenso –una de las dimensiones del Planeta, uno de los cuatro elementos del Universo– y la palpable minucia de los cabellos, subraya cómo todo transcurre en travesura, gratuidad, gracia. Puede, sin embargo, que no sea en realidad pendenciosa broma del viento, sino caricia de amante, pues
les hace regalo y fiesta...,
línea donde verbo y sustantivo evocan la viva belleza del pelo con tanta mayor sensual eficacia que cualquier prolija descripción barroca. Pero al punto retorna la imagen del fastidio travieso, ya que el aire molesta a los cabellos y, atrapándolos, se los lleva "dos a dos" de nuevo. Con lo que descubrimos uno de los secretos del hechizo.
Se esconde en el encantador contrapunto que repiten ambas estrofas dentro de dos, o más bien, tres, modalidades diferentes: primero, el vaivén entre acoso y caricia por parte del viento; luego, entre las acciones de la joven librando o recogiendo los cabellos ("y si acaso los descojo", o bien: "cuando los entrezo y cojo"), y, por fin, mientras avanza el peinado, entre su fingido enojo y buen humor ante las impertinencias del aire. El reiterado ir y venir confiere a la pequeña escena la vivacidad de su movimiento, en tanto el estribillo unifica el conjunto concentrando la atención en el palpable, miniaturesco detalle de los cabellos:
dos a dos me los lleva el aire...
Afirmamos, al principio que no hay en la diminuta composición concepto oculto que desentrañar. Un poema, decía Archibald McLeish, no tiene que significar, sino ser. Pero, todo ser entraña un símbolo. Y es aquí donde nos viene a la mente cierto pasaje de Don Quijote de la Mancha (II Parte, capítulo XVI): "La Poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa..."

Eliseo Diego (1920-1994)
La sed de lo perdido. Antología.
Ediciones del Equilibrista, México, 1993.

Martes

Se traspasa cómplice personal

Se traspasa complice de luz y de sombras.
En la luz, los lumens están fuera de especificación
y en la sombra, el negro tampoco coincide ya
con el Pantone solicitado.
Seminuevo. Discreto.
Probado en correrías extramaritales
y en ambientes laborales hipersensibles.
En buenas condiciones, pero fuera del
plan de desarrollo actualizado.
No compatible con histerias de moda
y traumas añejos,
pero sabe escuchar y es solidario.
(Quizá demasiado.)
Poetiza moderadamente,
en buena compañía o por reflexión,
aunque también suele ironizar sin freno.
(Y se derrapa en lo más inoportuno.)
Tiende a encariñarse con la Manager en turno
y esto sí es problemático.
(Alega que la afinidad no es desechable ni se puede planificar.)
Se traspasa sin más referencias, sin pagos anticipados
y sin devoluciones.

Gilberto Moreno (1975)
Publicación en trámite.

Es por esto…

No voy al día, Felipe, con todos los poemas.
Es que no puedo lidiar con tanta luz, maestro.
Como cuando manejo en el crepúsculo
con el sol cegándome y voy a tientas,
descosida de la tierra,
adivinando apenas el dibujo del camino.
Lo difícil es que la poesía
—con su arco y sus flechas—
me hace blanco.
Me escudriña la memoria
y sacude los abismos,
me cambia los ojos de colores
me hace ver lo imposible
me desnuda, me vuela, me transforma…
¡cómo me desordeno entonces!
Y yo con el día a día, querido,
teniendo que dar las clases,
y entender la teoría,
y decirle a la hermana que me ayuda
cómo funciona la lavadora
y lo que comeremos esta tarde.
La poesía me llama
a una vida aparte,
a un convento laico
en el cual alejarme
del mundanal rüido
cuando la citadina vida
me lleva turbulenta
peleando metro a metro el camino
para recoger a la hija de la escuela.
Lo peor de todo es que tanta poesía
me obliga a escribir.
Me saca de los compromisos inminentes
y me pone a maltejer palabras,
a ponerme el hígado de un lado
y los sueños del otro.
Resulta que la vida es aquí y ahora,
pero la poesía es aquí y siempre.
¡Qué cuestión insoluble, maestro!

Maya López (1963)
Publicación en trámite.

Miércoles

Ráfagas: intuiciones de pandemia

z Unos días me han despertado los pájaros y el calor del sol: así que tendi un camino de alpiste de la ventana al pie de mi cama.

c. Una casa que se habita es como un animal que gruñe para aleiar extraños y ronronea cuando se sir ente plácida.

r. Dos adolescentes en la cocina que bailan son la belleza y la felicidad de una salsa dulce de jengibre.

1. Dolor de muelas sobre dolor de muelas: dolor de muela que rechina en todas las puertas que se azotan.

q. Ese turista surrealista por fin tiene jugadores soñadores.

qq. Un jefe capataz incapaz en epidemia debajo de cada muela te dio.

w. Shakespeare lo predijo de alguna forma que no alcanzo a reconocer entre todas las intrigas políticas de sus dramas.

p. Algún día, campos de lavandas viento y pantalones cortos: correremos descalzos.

f. ¿Qué tal que desafiar las ideas apocalípticas del contagio fuera una de las nuevas desviaciones del deseo? Fui a buscar la casa de aquella muchacha que extraña ir al gimnasio.

h. ¿Qué de la vida es lo que más amo?

e. ¿Te ha pasado que en sueños encontraste la respuesta a algo y cuando despiertas se esfumó como agua entre las manos?

a. Cuando veo series de televisión me pongo ansiosa de ver que los personajes no llevan cubrebocas y están fuera de sus casas tomando clases o yendo al centro comercial.

o. Confieso que no pienso suspender las sesiones de terapia cara a
cara.

s. Comemos juntes en pantallas.

ñ. La hora del informe de la pandemia se convirtió en un ritual familiar de convivencia y de elucubración de los desastres pasados, presentes y futuros.

y. Los vecinos de abajo, los de arriba y los vecinos de al lado tienen costumbres extrañas que hasta ahora conozco; intuyo que ellos se han enterado de las nuestras.

d. Algunos amigos preparan masa madre, otres hacen su propia pasta: en casa nos aventuramos por explorar todas las formas del arroz.

g. El próximo cumpleaños será por videollamada y haremos karaoke, llevaremos impresoras 3D a cada casa para que en cada una se materialice un trozo de pastel de vainilla con cubierta de crema atida y fresas frescas.

t. Las lechugas del estudio de atrás crecen en latas de atún, estarán listas y frescas para la ensalada de la próxima semana.

x. A veces no se me olvida cómo escribir poemas ni por qué me parece relevante hacerlo; aunque como en el sueño es algo que intuyo; pero cuando creo que ya lo tengo se me va de las manos como espuma del mar y regreso a tratar en la siguiente ola. Insistir y persistir hasta que una palabra espuma permanezca, vibrando entre mis dedos.

1. Volveremos al mar y al bosque.

Maricela Guerrero (1977)
A río revuelto.
Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2022.

Jueves

Poblaciones lejanas

Sus relieves candentes, sus pasajes, son un salmo/
luctuoso y monocorde;/
los niños corren y gritan,/
como pequeños lapsos, en un eterno, enmudecido/
sepia demente. Hay ciudades, también,/
que dulcifican la luz del sol:/
En sus espejos de oro crepuscular las aguas abren y encienden/
cercos de aromas y caricias rituales; en sus baños:/
las risas, paredes reverdecientes;/
--Sus templos beben del mar./

Vagos lindes desiertos (las caravanas, los vendavales, las noches combas y despobladas, las tardes lentas,/
son arenas franqueables que las separan), mirajes, ecos que las enturbian,/
que las empalman;/
un gusto líquido a sal en las furtivas comisuras;/
Y esta evocada resonancia.//

Coral Bracho (1951)

Abre sus cienos índigos al contacto

De tu boca, de tus ojos, ahondados bebo, de tu vientre, en tus flancos;/
entre mis manos arden, se humedecen/
(la avidez se emulsifica a estos bordes,/
cobra textura al tenso palpitar de esta piel, cierra su esfínter suave, quemante,/
hasta el cúmulo anular,/
el dolor). Este canto palpado, lamido al linde./
El frío levísimo de tu lengua,/
Contraigo (de tus labios, en mi torso, se expanden –hielos astillados–/
las puntas nítidas) hasta el ansia./
Vuelto estrechez, contorno, vuelto grito ceñido al tacto, mi sexo:/
llama lapidada en la cóncava, ungida; intenso vacío sucinto, intersticial;/
vuelto a su cadencia compacta, a su yermo adicto;/

De tu boca, de tus sombras colmadas, bebo, de tus ingles, tus palmas./
Entre mis muslos arde, se condensa –fiebre crispada y lenta–/
tu imantación; entre mis labios. Hiedra silenciosa, resina, agua/
encendida, sílice, mi humedad, funde y conjuga: plexo,/
calor salino, pulpa sensitiva, apremiante, este tímpano prenetable,/
este nudo, este exceso vulvar. Busco/
el volumen firme que me descentre. La tersura, el calor henchido,/
profundo, que me fuerce, me desate con su roce./
Busco integrar tu sexo (lava que se repliega, costa, para envolverlo, lago adensado el ritmo/
capilar de esta sed), su abundancia aprehensible y lenta, su densidad, a mis límites; viña/
apretada al pulso, sorbida al vórtice; cima bullente, fulcro luminoso, el deseo/
(lamo en tu espesura candente; vierto) abre sus cienos índigos, al contacto, moja./
Los humores, los brillos íntimos, los reflejos/
(tus muslos cavan en mis muslos;/
tu beso escinde)/
de una caricia; el mosto;//

Coral Bracho (1951)
Veinte años de poesía (1968-1987).
Premios de poesía Aguascaientes.
Selección de Alejandro Sandoval
Joaquín Mortiz, México, 1988.

Viernes

Poema para este minuto

180 personas nacerán en ti,
joven minuto que ya te estás muriendo.
Casi todas tendrán un nombre,
muchas conocerán un padre,
algunas poseerán un techo.
Pero todas tendrán un páncreas más que hermoso,
todas tendrán una piel y podría no importarnos el color,
todas disfrutarán de un juego así sea un par de horas.
Quisiera darte un nombre
y llamarte hermano
y levantarte casa,
minuto que ya te me estás yendo de las manos.
Quisiera decir que en ti nació alguien importante
y que entonces te conoceremos
como "El minuto en que vino al mundo quien inventó la Vacuna Maravilla"
o "El minuto en que alumbramos a un poeta mejor que este hombre que te [escribe".
Pero es posible que el día te robe el mérito
porque los biógrafos se fijan poco en los minutos
a menos que ocurra un crimen
y entonces biógrafos y policías e historiadores anotarán puntuales:
"Eran las 12:30 en Dallas, Texas",
"Eran las 17 horas en Tijuana".
Cuando te mueras, minuto, vete a platicar con esos dos viejos hermanos tuyos.
Y tal vez será mejor que nunca tengas nombre y apellido.

Alberto Vital (1958)

Gusano y rata

En memoria del juez Uriel Villegas y de su esposa,
asesinados a sangre fría en Colima el 16 de junio de 2020
enfrente de sus pequeñas hijas.

¿También nació de un vientre el asesino?
¡Gusano y rata, nunca se deseen!
¡Demonio y hiena, nunca se apareen!
¿O es hijo de señora el asesino?
Inútil eludir al homicida.
Alguien lo habrá parido, alimentado,
cobijado de niño, preparado,
llevado de la mano por la vida.
¿O no? Hijo de un hombre, ¿no? ¿Jamás, hijo
de lumbre humana? ¿Es que nadie te dijo
que no se mata? ¿Nadie te besó
esa mañana? ¿Nadie te miró
con amor simple y llano alguna tarde?
¿No te pidió que no fueras cobarde?

Alberto Vital (1958)

El indeciso

Si no existiera la muerte, yo no
sería tan indeciso. Morir
me obliga a contarme mi yo
desde el futuro y quiero persistir.
¿Qué debo hacer si quiero persistir
en esa casa donde yo fui yo?
¿Por qué el ansia me arroja al mundo y no
sé cómo vestirme para morir?
¿Hoy me pongo primero el calcetin
izquierdo? ¿Me toca el talón derecho?
¿La vida es de jure o de facto o de hecho?
¿Soy Abel, pero voto por Caín?
¿Los amores son rígidos o fijos?
¿Heredaré estas dudas a mis hijos?

Alberto Vital (1958)
Retazo
Ediciones del Ermitaño, México, 2022.

Sábado

XIX

Que comience la fiesta, con el querreque, con un graznido suave, primero, / luego fuerte, al ponerme a beber, al bailar empotrado en otro cuerpo, /
trepado en otro cuerpo, cargando muchos cuerpos, para sacar el espíritu /
del cuerpo, perder el tino, beber como si el mezcal fuera medicina, /
en ninguna parte están bien mis brazos, mis pies, bien desmayado está mi cuerpo, /
con vida medicalizada, soñando con mi estera preciosa, mi venada preciosa/
a lo Lejos alguien golpea un árbol con un hacha, rasgo mis vestiduras y no encuentro /
un cuerpo, ¿qué señala el ave de rapiña en el tembloroso cielo, aniñado, /
con olor a naranja podrida?, me estoy durmiendo, me pongo cabizbajo, me arrodillo, /
comienzo a llorar, a cantar, a hablar conmigo mismo, a infamar a otros, /
moviendo la cabeza, estimándome en mucho, hablando recio y hosco, /
escandalizando, con tambores, matracas, chinchines, /
con el discursante de la fiesta, o sea yo, quemando cohetes, bebiendo más, /
hablo conmigo mismo, también recio y hosco, doy de coces, saco el cuchillo, /
entiendo las cosas al revés, agito el sombrero, zapateo al son del guitarrón, /
con mi hermano en estado postraumático, pisoteando la planta /
de la adormidera, la que acalambra los sentidos, con mi hermana mayor /
la nube, con mi hermana menor, la flor del cardo, hinchado de altanería: sé de excesos.

Óscar Oliva (1937)

"¿En qué te has convertido ahora, en qué dirección avanzas?", me dice Zhuan Tzi.

Caminamos por las calles de Tuxtla, ellos con hígado de rata, yo con patas de ciempiés. / El perro esta ladrando, antes de que yo desaparezca en esta línca, o en otra, da igual.

Doy otro paso y me doy cuenta de que soy de gustos arrebatados, levantando los brazos / hacia el nuevo universo incontrolable, con larvas de mosquitos, con manada de focas.

¿Qué es esto? Si lo que cuento, a trancos, a veces suena a sertonero, sin fatiga, a veces / leve, es que mi voz, ecoica, suena a mi padre: cuando hablaba de ríos, todo se detenía.

¿Que es lo que veo: ¿Ventanas de oro? ¿Reflejos de otras ventanas? ¿De otras galaxias? / ¿Qué es lo que he visto en el acto de aprender a vivir? ¿Algo que se ve una vez al año?

Soy la sobreviviente que ya no quiere ser la vocera de enigmas, apenas si detecto / cierta fuerza en mis sentimientos y la fuerza de tus sentimientos que me empujan.

Tú y yo iremos contra leyes inextricables al dar otro paso, tomar otro poco de vino, / resignándonos a revivir antiguos tormentos provenientes de distancias inconcebibles.

En una simple partícula de arena, el tiempo de los milagros crueles aún no ha terminado.

Óscar Oliva (1937)
Escrito en Tuxtla
Aldus, México, 2022.

Domingo

Cruz del Sur

Arden las hojas del otoño
en la humedad crepuscular
de Buenos Aires. Contra un parque
dividido por tres colinas,
la opacidad de su belleza
busca en follajes la mirada
que acompañó la luz. Las lámparas
doradas guardan sus memorias
y encienden sombras en el césped.
Al atardecer se disponen
el horizonte de cortezas
y el suave tacto de los ojos
para construirse otra estancia
con los pájaros. En silencio
subes las calles y regresas
al canto de la noche. Queda
entre tus labios el murmullo
que al abandono pronunciaste,
la rozadura de palabras
dejadas en la soledad
de un cuarto cálido, ya oscuro.
Áspera en su constelación,
la Cruz del Sur abre sus puntas
mientras aguardo tu llegada
porque no eres tú quien ha vuelto
a resplandecer junto al eco,
sino tus huellas hondas, tenues
fragmentos de un espejo en llamas
que te observó al entrar a ciegas
en las membranas del deseo.

Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)

Nadie
Para Piedad Bonett

Volví a Ítaca, a sus médanos
de bruma evanescente, al sol
que la traspasa y a las calles
que mi memoria soñó hermosas.
Degusté el sexo de los higos,
la pulpa de un dátil, el cálido
resplandecer de la aceituna.
Fui un extranjero entre los míos.
Nadie advirtió que tras la máscara
tallada por la espuma, iba
yo, el heroico (ese mendigo
sin sombra que salió una noche
de lágrimas al mar) Ulises,
el pródigo en historias vuelto
del más allá de su leyenda.
Antes que el alba, regresé
a la costa y enfilé al sur.
No reconoceré los muelles
a donde vaya mi deliro.
Sólo sabré que estuve en Ítaca
para reinar sobre mi espectro.

Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955) 

Parque México

Un dulce olor a primavera
entró al crepúsculo sin sombras.
Cuerpos de joven insolencia
van abrazados a otros cuerpos
debajo de las jacarandas.
Han empezado a florecer
antes de tiempo. Morirán
también sus pétalos muy pronto,
memoria en ruinas del verano
su sangre aún por reinventarse.
Pero hoy me muestran su belleza
con certidumbre, la esperanza
del resplandor violáceo y tenue
de su fugacidad perpetua.
Se adelantó la primavera.
Llegó de súbito su aroma
como la luna entre las ramas
y este dolor al fin del día.

Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955) 

Purple rain

entre piadosos,
remotos murmullos de tormenta
Rubén Bonifaz Nuño

Para Ana Istarú

Fuera de sí, de todo cuanto
existe, acaso inadvertida
por la lluvia, toma su copa
con brusquedad y habla con alguien
por el móvil sin que le importe
que la vean llorar. Agita
el húmedo cabello, cierra
y abre las manos en su sombra
para escuchar al que no está
con ella. Le tiemblan los labios
y el corazón tal vez le tiemble
al sollozar, cuando la voz
del otro lado la maldice
o le reclama, o quizá llora
también, pidiéndole perdón;
o suspire y caiga en silencio
lejos de aquí, desde el vacío
de algún solar inhabitado
bajo la piel fugaz del trueno.

Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)
La Guarida, revista electrónica.
Literatura de España, India y América Latina
Director, Cosme Álvarez.
Año 8, 2023.


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