“Cuando pienso en mi formación como lector, en el primer promotor que pienso es en mi abuela materna, y antes de ella, si hay una figura que me intrigue, es Tarzán, el único personaje que aprendió a leer solo. La abuela nos daba una lección sobre lo que significaba la lectura y se convertía en alguien que contaba historias, y muchas veces estaban referidas a su propia vida; además, se tomaba el tiempo de mandar cartas a cada uno de sus nietos, y nosotros las contestábamos”, contó Garrido.
La manera en que aprendió a leer a Tarzán, las visitas anuales de mes y medio para visitar a su abuela en Torreón, siempre sentada en la mecedora leyendo el mismo libro, y quien además les contaba historias a sus nietos como la de Pancho Villa, cuando llegó a casa de sus padres a pedir de cenar y la de la tatarabuela, quien murió dos veces, fueron para Garrido sus primeros acercamientos a la lectura.
Afirmó también que “leemos con todo lo que somos, con lo que cada quien lleva, las experiencias cotidianas, extraordinarias, los libros que hemos leído, las conversaciones que tenemos, todo esto nos forma y son los recursos a partir de los cuales parten nuestras lecturas”.
Consideró que contar historias es tan importante como leerlas, y un promotor debe de estar preparado para eso. La labor esencial de la promoción de la lectura es que a los lectores se les forma leyéndoles, y dejando que lean cuando pueden hacerlo, subrayó.
“Todos contamos historias”, argumentó, y “todos los días vivimos contándonos historias frente a frente. Quien se dedica a explotar esas historias encuentra en ellas la materia para sus textos, y la lectura es capaz de hacernos lectores capaces de hacer textos”, concluyó Garrido.
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