"Andrés Neuman" por Elmer Mendoza en El Universal

Martes, 24 de Julio de 2012
"Andrés Neuman" por Elmer Mendoza en El Universal
Foto: El Universal

Andrés Neuman es un hombre de letras; en narrativa ha sido reconocido con el premio Alfaguara en 2009 con la novela El viajero del siglo, y en poesía con el Hyperión por El tobogán, en 2002; es además cuentista, ensayista, traductor del alemán, aforismista, editor y un promotor incansable de la literatura hispanoamericana. Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1977, vive en Granada y es autor de Hacerse el muerto, publicado por la editorial Páginas de Espuma, en Madrid, en octubre de 2011 y en México, en noviembre del mismo año.

¿Cómo ubicar un libro donde hay de todo? Tendremos que arriesgarnos, y de verdad, la inseguridad es lo más importante del juego. El autor destapa sus cartas al final y afirma tranquilamente, pero con autoridad estética: “A estas alturas, desordenar el orden cuenta más que ordenar el desorden”; lo mejor es que nos abre el panorama: “Toda historia que termina a tiempo empieza de otra manera”, y no creo que haya alguien capaz de resistirse a sí mismo. Como lo pueden advertir, el libro es un ente abierto, delicioso, lleno de guiños, ingenio y humor. Claro que está dividido en partes que son eso: habitaciones de un mismo edificio cuyos pasillos son historias en las que no quisiéramos estar pero que nos atrapan desde el principio, sobre todo las que describen el universo familiar, jamás entendido completamente.

Andrés Neuman es un conocedor del lenguaje y un paciente constructor de sentidos: “Vivir odiando es mucho peor que morir queriendo”, “la cultura global transposmoderna”, “tintinea el silencio”; cada frase es un elemento vivo que devela una idea de contar. Por su historia personal, se ha desarrollado en dos regiones de habla española de fuerte identidad: Buenos Aires y Granada; sin embargo, no hay señales de regionalización en sus textos; el aspecto estándar de los mismos es una virtud y un ejemplo de perfección. Un instrumento de estilo. No hubiera conseguido ese tono tan agudo y preciso si hubiera experimentado con otros códigos. Ejemplos extremos son los relatos Conversación en los urinarios y Fahrenheit.com. “Los unía la voluntad del verbo”.

Andrés cuenta, corta, agrega, rectifica, alecciona, se divierte y desliza su calidad de poeta para reforzar el sentido profundo en la emotividad del relato: “Qué frágil es la furia”, revela con alevosía inevitable y da en el blanco; “los hospitales son lo más parecido a una catedral que podemos pisar los descreídos”, cuánta verdad: los hospitales como centros de arrepentimiento en una época donde nos arrepentimos de tan pocas cosas; “hay personas que tienen la virtud de volvernos más luminosos… Y otras que poseen la molesta facultad de recordarnos lo oscuro que somos”.

Indudablemente, Neuman es un escritor que conoce a la tribu humana, un observador que nos advierte de, “esa clase de hombres (concretamente, todos) que se dejan llevar por el vestuario y, con ejemplar simpleza, esperan encontrar a una mujer lasciva debajo de un vestido corto,” con evidente desdén.

La tradición cuentística del río de la Plata es poderosa y Andrés Neuman, con obra traducida a 12 idiomas, es parte de ese grupo de derrochadores de perspicacia e historias geniales: Borges, Julio Cortázar, Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Filisberto Hernández, Onetti, expertos en el arte del relato breve, que incluso no desdeñan la minificción; en Hacerse el muerto les impactará Policial cubista, que es el juego perfecto del género.

Agregaría que han creado una estética que se sustenta en el relato urbano y en cierta manera de contar que indica libertad absoluta a la hora de las mezclas. Pasan olímpicamente sobre sus propios decálogos y sus derivaciones. “Un relato absolutamente redondo atrapa al lector…” manifiesta Neuman, que remata, “no lo deja salir. En realidad tampoco le permite entrar.”

Me gustan las coincidencias entre ficción y realidad; me inducen a pensar que en efecto, el mundo es un pañuelo y que estos elementos lo interpretan tan bien sin meterse zancadilla. Leí Monólogo del aduanero mientras hacíamos fila para ingresar a Estados Unidos por Nogales, Sonora. Estoy seguro que las preguntas formuladas no vinieron del agente fortachón que nos pidió las visas y nos interrogó, sino del personaje de Andrés Neuman, que cumple sus jornadas de trabajo en el aeropuerto de Atlanta, Giorgia, ciudad donde el farmaceútico John Pemberton inventó la cocacola. Pero bueno, aquí tenemos un libro; si es usted de los que prefiere abrir las cajas de sorpresas más que simplemente mirarlas, entonces es el lector ideal de Hacerse el muerto y créame: es un agasajo.

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