Fue José María Marroquí un agudo observador de la Ciudad de México

Miércoles, 24 de Abril de 2013

Fue José María Marroquí un agudo observador de la Ciudad de México
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

A 115 años de su deceso, que se cumplen este 24 de abril, el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua es recordado como un médico que incursionó en las letras y une estudioso que dejó valiosos aportes en materia de Lengua e Historia.

El destacado médico, político, catedrático literario e historiador mexicano José María Marroquí es recordado por sus aportaciones históricas sobre la vida en la capital del país, que plasmó en su obra “La Ciudad de México” (tres volúmenes), resultado de 20 años de investigación.

A 115 años de su deceso, que se cumplen este 24 de abril, el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua es recordado como un médico que incursionó en las letras y une estudioso que dejó valiosos aportes en materia de Lengua e Historia.

Marroquí vino al mundo el 6 de febrero de 1824, en la Ciudad de México, urbe donde transcurrió la mayor parte de su vida, y en la que realizó estudios en el Seminario Conciliar, recibiendo el grado de bachiller de Filosofía en la Universidad.

De acuerdo con la biografía del historiador publicada en el portal de Internet “humanistas.org.mx”, interesado por las leyes se disponía a estudiar Derecho, no obstante optó por cursar la carrera de Medicina, que concluyó en 1847.

Durante la invasión norteamericana, José María Marroquí se integró a los polkos, con quienes combatió al enemigo y prestó importantes servicios médicos; posteriormente trabajó para el Hospital de San Andrés, del que llegó a ser director supernumerario.

A lo largo de la presidencia de Ignacio Comonfort (1812–1863), quien fue su amigo, fungió como su secretario particular, en 1861 fue electo diputado al Congreso de la Unión y al año siguiente en la batalla de Puebla, fue comandante del Cuerpo Médico Militar.

Tiempo después, el presidente Benito Juárez (1806–1872), lo agregó a su comitiva en el éxodo hacia el Norte, razón por la que Marroquí se trasladó a Fresnillo, Zacatecas, donde a la largo de un año atendió a pacientes.

De regreso en la Ciudad de México se desempeñó como juez del Registro Civil pero no permaneció mucho tiempo en ese puesto, ya que en 1874 fue nombrado cónsul de México en Barcelona, puesto que desempeñó hasta 1878.

Nuevamente de regresó a su ciudad natal, el médico se dedicó arduamente a las investigaciones históricas, al mismo tiempo que dictó cátedras de Lengua Castellana y de Literatura en la Escuela Nacional Preparatoria.

Durante 20 años se dedicó a la creación de su obra más famosa “La Ciudad de México”, para la cual, de acuerdo con el cronista e historiador mexicano Luis González Obregón, alternaba sus diarios paseos matutinos y vespertinos por la Calzada de la Reforma y la Alameda, “su sitio predilecto, charlando con amigos bajo los árboles o en los billares del Hotel de Iturbide(…)”. “La Ciudad de México”, de la cual publicó tres volúmenes, contiene un caudal de informaciones sobre costumbres, creencias populares, tradiciones, fiestas religiosas y civiles, cédulas, reales órdenes y otros documentos legislativos respecto a encomiendas y de la esclavitud de los negros o de los indios, y si bien no muestra una estructura coherente, encierra monografías aisladas riquísimas en datos.

Marroquí escribió además tratados didácticos, como “Estudio sobre los verbos irregulares” (1872); “Epítome de la Gramática de la Lengua Castellana” (1873, éste de mucho éxito aquí y en el extranjero, reimpreso en Barcelona en 1874, y en México en 1878); “Prosodia y ortografía” (1879) y “Lecciones de ortología castellana” (1883).

En el género novelesco incursionó con “La Llorona”, cuento histórico mexicano (1887).

En 1896 obsequió “La Ciudad de México” a la Municipalidad, con la condición de que le proporcionaran una persona para sacar una copia en máquina del manuscrito. La tarea se prolongó hasta los últimos límites de su existencia, de suerte que el original se entregó al Cabildo el 22 de abril de 1898, dos días antes de la muerte del doctor Marroquí.

De acuerdo con su última voluntad, el autor pidió que se le sepultara en una fosa de tercera clase en el Panteón de Dolores, sin ponerle inscripción alguna.

Para leer la nota original, visite:

http://t0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSKa_x0DNsjK9IxbyE-6oafUG8q2ri9LoqecePhr8oMjfaDNKl8

Para leer la nota original, visite: http://www.rotativo.com.mx


Comparte esta noticia

La publicación de este sitio electrónico es posible gracias al apoyo de:

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua