"Morábito y Glantz: la vida con uno mismo", por Vicente Gutiérrez

Sábado, 12 de Julio de 2014
Margo Glantz
Foto: Fuente y fotografía: El Economista

Dos escritores, dos plumas diferentes y dos formas de contar una vida: Margo Glantz con sus recuerdos, mientras que Fabio Morábito confiesa su amor a las letras mediante sus recuerdos.

Es injusto compararlos, pero es que los dos libros llegaron a mis ojos casi al mismo tiempo y, aunque diferentes, yo por lo menos les encontré cosas en común.

CON ELLA ENTRE RECUERDOS

Empezaré por Margo Glantz y su traviesa biografía Yo también me acuerdo (Sexto piso, 2014), un proyecto que inició, a petición de la editorial, basada en el artista visual Joe Brainard, quien en 1970 publicó I Remember (Me acuerdo, Sexto piso). Encontró en esa frase el pretexto para hacer un viaje de 384 páginas por sus recuerdos, pensamientos y caprichos que, como sus amados colibríes, le revolotean por la cabeza.

Se puede leer por frases, de atrás para adelante y sin orden, es un juego de Glantz que va tirando dardos con sus recuerdos: de Nueva York a su jardín, de París a México, la princesa Diana, Peña Nieto y Twitter.

Todo cabe en un libro que bien se puede leer al azar, subrayar o simplemente, como galleta china, abrir y apreciar la sabiduría de una mujer que arranca el libro con un “Me acuerdo que hasta los treinta años creí que era fea y tonta”.

Las frases saltan a la vista: “Me acuerdo que el corazón es un músculo”, o “Me acuerdo que a lo mejor este libro puede hacer de oficio obituario”. Así, a sus 80 años, la querida Margo provoca, se divierte y, lo mejor de todo, nos lleva con ella entre sus recuerdos.

MORÁBITO Y SU PERFECCIÓN

En cambio, Fabio Morábito con El idioma materno recopila pequeños cuentos y ensayos sobre por qué decidió ser escritor y qué tienen que ver con la vida misma.

Con elegancia y la envidiable técnica de Morábito, las letras brincan con sus recuerdos, motivaciones, amores y su visión de la vida y la literatura.

Todo comenzó cuando Morábito fue invitado por El Clarín a escribir una columna de 2,000 caracteres. La primera se llamó “El libro en llamas” y de ahí, iniciaron sus reflexiones que espera “despierten al lector”, me dijo en una entrevista que por desgracia se perdió.

Morábito, quien nació en Alejandría, vivió en Milán, luego en el Distrito Federal y acabó entre cuentos, ensayos y poesía, va tirando “sus dardos” con textos en apariencia sencillos pero perfectamente escritos y complejos; parafraseando a José Saramago, “escribe tan bien, que dan ganas de darle un puñetazo en la cara”.

El idioma materno se compone de 84 pequeños relatos, episodios que van de lo que en apariencia es insignificante al azar y a la lucha del poeta y sus obstáculos. Están tan bien armados que, sospecho, algunos han de ser falsos o armados a placer para llegar de forma directa al corazón y mente del lector.

Tal vez sea una locura decir que los libros de Glantz y Morábito tienen mucho en común, pero son dos formas de contar la vida con uno mismo; dos libros capaces de ayudar al lector a sobrellevar la vida consigo mismo. Al menos es lo que me sucedió a mí.

Para leer la nota original, visite: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2014/07/13/morabito-glantz-vida-mismo


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