Discurso leído por Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua, en la presentación del Diccionario escolar

Viernes, 02 de Noviembre de 2012
Discurso leído por Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua, en la presentación del Diccionario escolar
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

Jaime Labastida
(Academia Mexicana de la Lengua
Director)

Presentación del Diccionario
Escolar de la Academia
Mexicana de la Lengua

Ciudad de México
Primero de octubre del año 2012

Señor Secretario de Educación Pública
Señor Director General de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos
Señoras y señores

Tal vez no sea necesario recordar que la Academia Mexicana de la Lengua, desde su origen, ha tenido una clara vocación de servicio. Pero si no es necesario, sí es, al menos, conveniente decirlo, aquí y ahora, cuando se entrega, de manera simbólica, un fruto más de esa vocación de servicio: el Diccionario escolar.

En primer término, nuestra corporación sirve (hoy, acaso con mayor pasión que nunca) a la lengua que habla la mayor parte de nuestro pueblo, una lengua que nos pone en contacto con el universo. Esa vocación de servicio se ha acentuado al paso del tiempo. Pondré ante sus ojos apenas tres o cuatro ejemplos de lo que digo.

Nuestra academia ha publicado, en 2010, un Diccionario de mexicanismos que, a través de un trabajo constante con los académicos correspondientes y con las instituciones universitarias, se enriquecerá, y de tal modo, que el próximo año conocerá una segunda edición que posiblemente haya de duplicar, en el número de sus páginas, las que tiene el Diccionario existente.

La AML ha dado vida a un amplio programa de consultas al que se tiene acceso en los medios electrónicos que le pertenecen y que en breve se difundirá en la red nacional de radio; lo llamamos Español inmediato y lo hemos sintetizado en el acrónimo Espín. Lo coordinan al unísono la Comisión de Consultas, que preside Gonzalo Celorio, y la de Informática, presidida por Adolfo Castañón.

También hemos puesto en marcha un vasto proyecto de investigación en el que se examina el desarrollo de la lengua española, desde 1496 hasta finales del siglo XIX (en su primera etapa), y desde Chile y Argentina hasta México, el Caribe y Estados Unidos. Es una investigación que lleva el nombre de Corpus diatópico y diacrónico del español de América (por su acrónimo, Cordiam) y que es coordinado por Concepción Company Company.

Hoy, con enorme alegría, entregamos a la juventud de México el Diccionario escolar, obra, creemos, de enorme alcance en la formación de los estudiantes que hacen uso de la lengua española, tal como se habla y se escribe en nuestro país. Es necesario subrayar este aspecto: el diccionario que ahora, de manera simbólica, se pone en manos de los estudiantes de telesecundaria, constituye un hito histórico porque ofrece, en un lenguaje sencillo, un conjunto de palabras que denotan cómo se habla el español en México, los rasgos peculiares que tenemos los mexicanos de hacer propia una lengua de carácter universal.

El tiraje de este Diccionario escolar, redactado por José G. Moreno de Alba, Felipe Garrido y Rocío Mandujano, alcanza, en su primera edición, el número de un millón 800 mil ejemplares en papel y de 400 mil ejemplares en soporte electrónico, cifra enorme si se toma en cuenta los alcances de diccionarios similares, pero aún pequeña si se compara con las necesidades de nuestra población escolar. Ha sido posible por los esfuerzos sumados de los secretarios Alonso Lujambio y José Ángel Córdova Villalobos y desde luego por el empeño del titular de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), Miguel Agustín Limón. A todos, la AML desea expresarles su gratitud. Se entiende que a la primera edición le seguirán, en años sucesivos, todas las que sean necesarias. La Academia se ha comprometido a realizar, año tras año, las enmiendas y los enriquecimientos que el Diccionario requiera porque este Diccionario, así se ha pensado, habrá de formar parte de los libros de texto gratuitos que distribuye la SEP en las escuelas del país. Además, y es conveniente advertirlo, el texto de este Diccionario, insólito en el sentido de que es el primero totalmente redactado por una corporación americana y no por la RAE, lo ha puesto la AML a disposición de las academias hermanas de América para que, con los cambios que cada una estime pertinentes, sirva de base para la redacción de diccionarios, regionales o nacionales, en los países de la América hispánica.

Diversas circunstancias impidieron que la entrega simbólica del Diccionario escolarpudiera coincidir con una fecha que lo mismo la Secretaría de Educación Pública que la Academia Mexicana de la Lengua estiman emblemática. Me refiero al 13 de septiembre de 2012, día en que se cumplió el primer centenario de la muerte de uno de los escritores más ilustres de México, nuestro educador supremo, el maestro Justo Sierra, un hombre de ciencia, moderno, abierto al porvenir.

Sierra fue el único funcionario que mantuvo intacto su enorme prestigio al hundirse el Antiguo régimen. Tras la renuncia del presidente Porfirio Díaz, Sierra fue nombrado Ministro Plenipotenciario de México en España y murió allá, en la península, en el desempeño de esa labor. Sierra culminó la vasta labor republicana, en el terreno de la educación, emprendida por los gobiernos de la Reforma, obra ingente que logró separar la Iglesia y el Estado. Sierra consolidó, en ese aspecto, la tarea iniciada por el no menos ilustre Gabino Barreda, el fundador de la Escuela Nacional Preparatoria, y le otorgó este carácter laico, que jamás debe perder, a la educación de nuestro país. Su obra educativa sin duda culminó con la fundación de la Universidad Nacional, tarea en la que empeñó casi toda su vida, hasta que la vio cumplida en las fiestas del Centenario.

La Universidad de México nació, en efecto, en 1552, con carácter al propio tiempo de Real y de Pontificia, es decir, amparada por la Corona española y por el Sumo Pontífice. Las fuentes de su creación, la raíz de su legítima existencia, los títulos que la fundaron, se hallaban en el extranjero: en el monarca peninsular, por un lado; en el papa romano, por otro. Con legítimo orgullo, Justo Sierra hizo notar que la Universidad, Nacional a partir de entonces, encontraba el justo título de su fundación en la nación misma. Era un signo de audacia extrema, una clara muestra de autonomía, la puesta en acto de la soberanía nacional en el terreno educativo. La Universidad Nacional de México, como consecuencia de ese acto, ya no tendría por patronos ni al rey de España ni al papa de Roma: sería obra de la voluntad nacional, encarnada en el Estado. Así lo dijo Justo Sierra, con toda razón: “nada tenemos de común con la Universidad pasada: métodos, enseñanzas, ideales”.

Ese maestro luminoso, el autor de la crónica de viajes que se titula En tierra yankee(donde critica, desde un ángulo diferente a la ilusión que priva en el Ariel de Rodó, el afán estadounidense por la innovación tecnológica); el gran historiador que escribió dos libros extraordinarios (Juárez, su obra y su tiempo y La evolución política del pueblo mexicano), fue también un miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (ocupó la silla VIII desde 1887) y su sexto director.

Nada más adecuado, por lo tanto que, cuando se cumple un centenario del deceso de Justo Sierra, la Secretaría de Educación Pública y la Academia Mexicana de la Lengua, de modo conjunto, conmemoren este hecho entregando a la juventud del país que el maestro amó tanto un diccionario que recoge las voces, a un mismo tiempo universales y particulares, con las que se expresa el pueblo de México.

Muchas gracias.

Para leer la nota original, visite: http://www.academia.org.mx


Comparte esta noticia

La publicación de este sitio electrónico es posible gracias al apoyo de:

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua