"Cuarenta años y un día", por Fernando Serrano Migallón

Jueves, 26 de Septiembre de 2013
"México, cruce de culturas", por Fernando Serrano Migallón
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

El día 23 de septiembre de 1973 fallece, víctima de la pena y la enfermedad, Pablo Neruda; el día 22 de septiembre de 2013 muere en la ciudad de México, rodeado de quienes mucho le querían, Álvaro Mutis. Cuarenta años y un día separan la partida de dos escritores de enorme talla, de distinto talento y destino, de disímbolo estilo, pero ambos magníficos escritores; ambos alguna vez refugiados en México, y ambos relacionados con nuestro país por innegables lazos de protección, afecto y destino.

Mutis llegó a México en 1956; vivió en nuestro país hasta su muerte y entre nosotros creó lo mejor de su obra. Personaje importante de la escena literaria durante décadas, fue un factor de unidad y solidaridad con otros sudamericanos que, por distintas razones —habitualmente políticas—, encontraron refugio en nuestra patria, cuando sus países les negaron la paz, la vida y la tranquilidad e hicieron imposible sus tareas creativas, es legendaria su amistad con García Márquez, que también encontró, en su momento, hogar en nuestro país. Se fue el gran gaviero, el Maqroll invencible.

Cuarenta años y un día antes, lejos de su Isla Negra, fallece Pablo Neruda; hombre fundamental para la historia de la poética en lengua española, comprometido de toda la vida con las causas sociales más apremiantes de nuestro continente y, sobre todo, poeta inconmensurable. Neruda, por sus convicciones, sufrió el exilio que, entre otros lugares, le hizo encontrar refugio en México. En su momento, Neruda fue precandidato a la presidencia de su país pero cedió su lugar a Salvador Allende; unos cuantos días después del golpe de Estado, Neruda fue vencido por el cáncer y por la tristeza. Diversos historiadores han demostrado que la operación de asilo para Neruda, desde las primeras horas del terror, ya estaba desarrollándose. Neruda murió en el hospital y no pudo volver a Isla Negra sino hasta muchos años después. Su casa fue saqueada, sus libros quemados y robados, sus pequeños tesoros personales dispersados; irónicamente, Neruda tuvo que descansar siete meses en una cripta prestada para pasar luego al nicho 44 del Módulo México, del Cementerio General hasta que en 1992 sus restos fueron depositados, como siempre fue su deseo, en Isla Negra.

La literatura mexicana, aquella que se hace en México o por escritores mexicanos, es mucho más que sólo las letras de quienes hacen su vida aquí. Nuestras letras son casi el compendio de las letras iberoamericanas. Venidos de todos los rincones de la hispanidad, poetas, prosistas, narradores, dramaturgos y ensayistas, han creado lo mejor de su obra al amparo protector del asilo y la generosidad de nuestro pueblo. Cien años de soledadfue escrita en México, como lo fueron muchos de los grandes poemas de Martí o casi la totalidad de la obra de Max Aub; por eso las letras nacionales son, en gran medida, letras universales.

A veces es la muerte la que tiene que recordarnos estos extremos; a veces es la partida de los grandes la que nos trae a la reflexión y a la memoria cómo nuestro ser cultural se compone de muchas voces y muchos acentos, desde La Pampa hasta los Andes; del Caribe hasta la Amazonia. Que la nuestra ha sido casa de muchos, también de quienes no habiendo nacido en tierras de lengua española se acogieron a nuestro universo cultural y nos enriquecieron con su legado.

Será difícil recordar a Mutis sólo como escritor colombiano, porque también fue muy nuestro porque nos habituamos a sus ediciones mexicanas, a su habla que no perdió el acento original, pero que se llenó de giros nacionales. Será difícil, algún día, deslindarlo de ese corpus que los intelectuales llaman letras mexicanas y que no es sino la enorme colección de expresiones de un pueblo diseminado en muchos estados.

Para leer la nota original, visite:

http://www.excelsior.com.mx/opinion/fernando-serrano-migallon/2013/09/26/920482

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