Bazar de asombros: "Marco Antonio Campos, los otros y el yo" (III y última), por Hugo Gutiérrez Vega

Sábado, 03 de mayo de 2014
Bazar de asombros: "Marco Antonio Campos, los otros y el yo" (III y última), por Hugo Gutiérrez Vega Foto: Noticia: La Jornada.
Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada

Marco Antonio nos demuestra que no son necesarias las metáforas ni los adjetivos pomposos para describir un paisaje tan lleno de solemnidad auténtica. Aquí triunfan los sustantivos que adquieren una fuerza especial e impiden las distracciones causadas por los adjetivos desgastados. En el poema largo están involucrados muchos aspectos de la historia de la ciudad y muchos más de la historia personal del poeta. Eliot le dijo a Seferis que gran parte de la poesía viene del inconsciente y por esa razón le sugirió, con la insistencia de un psicoanalista freudiano, que escribiera sus sueños y dejara el manuscrito en la mesita de noche para que el inconsciente floreciera. En Viernes en Jesuralén, Marco ve a su madre anciana apoyada en su bordón, recorriendo la nave principal del Convento de San Diego de Churubusco; ve a sus tíos en el rancho de Aguascalientes, siente su pasado alteño, revive la fotografía en la que el joven poeta Marco Antonio Campos camina, entre dos filas de soldados con cara de zafarrancho de combate, rumbo al Campo Militar número 1, corazón de la tragedia del ’68. Ve su enfermedad, su agonía y su regreso a la tierra y, paralelamente, caminando por la calle Ben Yehuda se detiene ante las frondosas milicianas israelíes armadas con metralletas cortas que reposan en senos lopezvelardeanos capaces de empitonar la camisa. Invoca a la Jerusalén inmortal, capital de imperios, de pueblos perseguidos, sede, en un tiempo, del estruendo de la historia. Así la celebra:

Oh Jerusalén color de arena y miel,
ciudad de Dios convertida en un infierno,
donde los hijos caen a filo de cuchillo...

En el centro del poema aparece la ciudad vieja con su historia de fuegos cruzados entre cristianos y árabes, judíos y turcos y, junto a los frondosos senos de las milicianas con sus metralletas cortas, las manos temblorosas armadas de piedras de las intifadas. Lo que quiere el poeta es la paz para la ciudad en eterna guerra. Ruega por ella y ve al hermano recogiendo el cuerpo del hermano muerto. Anteceden a estas rogativas los años en que el poeta se alejó de las prácticas religiosas. Esto crea una serie de preguntas angustiosas y el deseo es que el mensaje sea claro y transparente:

Sin más mensaje que el claro renuevo 
del almendro y la pulpa del níspero en la boca
la clara mañana que dará el mañana...

El poema, más que ser un conjunto de reflexiones teológicas, es una manera de asomarse a la historia, de ver a los seres que actualmente habitan Jesuralén y de pedir una paz tan sencilla como la flor del almendro que todas las primaveras blanquea el aire.

En este disco escucharemos las muchas voces de un poeta inquieto que recorre ciudades, se adentra en ellas y se deja deslumbrar por sus bellezas, pero que al final encuentra en Jesuralén la ciudad de las ciudades, la del viento de la infancia, la de la esperanza, la que, desde hace años, grita la palabra paz y parece que nadie la escucha. El poeta la escuchó y nos la transmite desde lo alto de la mezquita, la terraza de la sinagoga, el pórtico de la iglesia católica, el canto ceremonial de la ortodoxia; así, esta ciudad es para nuestro poeta una metáfora del mundo.

(II de III)

Marco Antonio tiene una rara habilidad para titular sus libros de poesía. En esto se parece a Carson MacCullers, su Balada del café triste y El corazón es un cazador solitarioLos adioses del forasteroViernes en Jesusalén y La ceniza en la frente son buenos ejemplos de esa habilidad que sabe muy bien que un título sintetiza el espíritu, la esencia misma del poemario.

Nuestro autor reflexiona constantemente sobre las razones de su quehacer y se hace muchas preguntas sobre el sentido de la poesía. Varios de sus poemas constituyen toda una poética reflexiva y abren una gran interrogación sobre el futuro de la poesía.

Uno de los poemas que más me oscurecen e iluminan es el dedicado a la ciudad de México. Casi todos los que escribimos poesía en este país hablamos de esta ciudad destrozada, víctima de un crecimiento teratológico, injusta, llena de vejaciones y humillaciones. Sin embargo, siempre encontramos algo entrañable que tal vez viene con el viento de la infancia, algo candoroso, como los ojos color obsidiana de los niños indígenas que acompañan a sus madres vendedoras de objetos inauditos. Nuestro autor así nos la describe: “Y pese a su horror, miseria y caos, a su humo y su trajín sin alma, amé su sol, su enorme y dulce otoño.”

Marco Antonio Campos ha dedicado la mayor parte de su vida a promover y apoyar la obra de otros poetas, especialmente la de los jóvenes de provincia. Ha estado tan ocupado en esta tarea llena de solidaridad y de espíritu de servicio que, a veces, se ha olvidado de promover su propia obra. Fue hasta que el Tucán de Virginia la reunió en un tomo exquisitamente artesanal cuando escuchamos el diálogo entre sus libros, y su poesía de luz, de sombra, de dolor y de sensaciones, brilló con toda su naturalidad y su eficacia lírica. Ahora, este disco viene a completar la tarea y la voz del autor enriquece la música de cada poema. Tengo frente a mis ojos su visión de una isla del Heptaneso, Cefalonia (debo decir que nos une el amor por las islas griegas). Es agosto y el olor de los pinos da toda su fuerza al verano insular. El poeta mira “la linea larga, verde y sinuosa de la isla de Ítaca”, está siguiendo la ruta que intentó cumplir José Carlos Becerra, pero que el destino se lo impidió agitando sus lenguas de fuego entre las rocas de Canabria. Marco Antonio llega a Cefalonia y se hunde en ella, ve a las ancianas vestidas de negro y a los viejos con gorras marineras. Sabe que, detrás de ellos, se agitan los fantasmas de la historia. El poema termina como debe ser, frente a las costas de Ítaca, esa isla a la que todos regresamos tarde o temprano y que siempre es la culminación de los viajes de milagrería.

"Viernes en Jerusalén" es un poema grave y cadencioso. Tiene un aire musical que lo vuelve flexible como las palmeras del desierto.

Desde la clara altura del monte Scopus
contemplo de mañana y tarde las colinas
y resplandece áurea en el centro la cúpula
del círculo del Domo la Roca
y resplandecen,
en la ladera inferior del Monte de los Olivos,
las cúpulas de oro de la iglesia rusa
de María Magdalena
que parece puesta de pie sobre un andamio de aire...

(I de III)

(A propósito del disco que dentro de la colección Voz Viva de México publicará próximamente la UNAM).

Marco Antonio Campos es un escritor que nunca ha conocido el tedio, ese demonio que, según Baudelaire, destruye las vidas y anula los destinos humanos. En Marco Antonio todo es descubrimiento y deslumbramiento. Viaja por el mundo y se enamora de las ciudades, sus gentes, sus calles, sus historias, su literatura. Por eso, a lo largo de su vida ha recopilado ciudades como Viena, París, Madrid, Jerusalén, Salzburgo, Bogotá y hasta la ciudad sede de la Universidad Mormona, Salt Lake City. En todas descubre algo que despierta su entusiasmo. Es raro escuchar una opinión negativa sobre sus viajes. Los goza todos y nos enseña, con su actitud filosófica, que lo que importa es el viaje en sí. La llegada es un accidente más.

De su generación de poetas, Marco es el hombre de letras por excelencia: erudito sin pedantería, elocuente sin estridencias, ajustado en la forma, conocedor a fondo de los temas que trata, traductor minucioso y, sobre todas las cosas, poeta, aunque la narración, el ensayo y el periodismo cultural, muy particularmente el género de la entrevista, que domina de manera magistral, han llamado su atención y se ha dedicado a ellos con denuedo y pericia, aunque, aun en el ensayo más espeso, la poesía viene a salvar a las palabras, pues Marco Antonio sabe que, como decía Yeats, “lo único que permanece de la filosofía es lo que se ha poetizado”.

Este disco contiene poemas de distintos libros y etapas vitales de Marco Antonio. Notará el escucha que hay una corriente que fluye sin descanso, un común denominador, la idea de que cada poema viene a completar el anterior y que, todos juntos, se convierten en un largo poema que es la obra de una vida y de una dedicación plena a la literatura. Esto no significa que el poeta evite la variedad temática. Todo lo contrario: no hay en la poesía de Marco Antonio un solo verso aburrido. Cada poema descubre algo y lo comunica con un estilo transparente y con la sinceridad que nos exigía nuestro maestro, Rubén Darío.

Marco Antonio sabe leer sus poemas y lo hace con parsimonia y paladeando palabra por palabra. Es uno de nuestros buenos lectores de poesía. No olvidemos que algunos poetas destrozan, por incompetencia o por pedantería, sus propios poemas cuando los leen en público. Marco sabe que, como decía López Velarde, “la poesía es el pasmo de los cinco sentidos”, y que, para que esto se cumpla, es necesario que la voz la apoye y le dé toda su fuerza expresiva. Pellicer, León Felipe, Eduardo Lizalde y Marco Antonio son buenos ejemplos de estos prodigios de la voz. Ya lo decía Gorostiza: “Sucede a veces que así como Venus nace de la espuma, la poesía nace de la voz.” Como la diosa que venía de Sumeria y Babilonia, que fue Inana e Ishtar, brotó de la espuma marina de las costas de Chipre, así la poesía, con toda su carga de pasado glorioso, nace en la playa de la isla encantada.

El disco abre precisamente con una definición lírica de la poesía que tiene su lugar en el claroscuro del invierno del ’68. En ese año de estruendo y de furia la poesía es un gorrión aterido y las muchachas se han vestido de luto. El poema tiene dos claros compromisos: uno con la decadencia moral del país y otro con la poesía misma. Marco Antonio es todo menos panfletario y sabe que la lírica pura es una forma de denuncia mucho más eficiente y emotiva que la de los discursos manoteantes. El poema ubicado en ese año que manchó con sangre el rostro del país, cierra con una precaria esperanza representada con la gracia y el dolor de la joven enlutada.

Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/20/sem-bazar.html; http://www.jornada.unam.mx/2014/04/27/sem-bazar.html; http://www.jornada.unam.mx/2014/05/04/sem-bazar.html


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