“Alejandro Almazán” por Elmer Mendoza en El Universal

Jueves, 13 de Septiembre de 2012
“Alejandro Almazán” por Elmer Mendoza en El Universal
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

“Este país fue bendecido con tan buena tierra que hasta las mentiras crecen.” Sostiene Alejandro Almazán en su reciente novela, El más buscado, publicada por Grijalbo en mayo de 2012. Sin duda, es un halago para el perfil agrícola nacional, pero también un señalamiento fulminante para un país que se ha acostumbrado a mentir y a que le mientan. Un pueblo que se regodea en la ficción política de sí mismo y en la crónica que la cuenta, sin analizar lo suficiente.

El más buscado es una estupenda novela. Entre sus virtudes están un ritmo perfecto, un tratamiento exhaustivo de la oralidad, un perfil emocional de los personajes excesivamente próximos a la realidad, varias revelaciones del ejercicio del poder, una explicación de la guerra contra la delincuencia organizada desde sus entrañas y una espectrografía del cinismo nacional que deja frío. Ni hablar, hay literatura que induce y que al leerla es imposible dejar de experimentar cierta indignación. Almazán es un periodista multipremiado, sin embargo, lo que nos ofrece ahora es una novela rigurosa escrita en su mayor parte en primera persona. El Chalo Gaitán, el poderoso capo del cártel de la Sierra, narra su vida, comparte tanta información que se acerca a la crónica, pero nada; al final el sentido emotivo del discurso supera al interés por los datos que se convierten en recurso narrativo.

Por otra parte, es una historia despojada de sangre. Hay cientos de muertos pero son referentes dentro de la historia terrible de una guerra, tan parecida a la que estamos sufriendo que no faltará quien asegure que se trata de la misma. En el aspecto profesional, cabe señalar que Almazán ha definido un estilo, una forma sutil de tratar lo escabroso. Utiliza un territorio lingüístico que conoce sobradamente al que despoja de lo grotesco. No hay esperpento en su discurso. Su voz avanza limpia, suave, con humor y afina cuidadosamente la relación entre ficción y realidad: “Con una mano me acusan y con otra se meten el perico que me compran”, advierte el Chalo Gaitán en su conversación con El Cuervo, el corridista a quien le cuenta su historia. ¿Por qué se la cuenta precisamente a él?, ¿sólo para que le componga un corrido? Es una de las guías fundamentales del narrador que aquí se da el lujo de manejar hasta el final como parte de la trama. La novela es una invención y el autor lo disfruta.

Alejandro Almazán, nacido en la ciudad de México en 1971, es un narrador que ha embarnecido. Se ha vuelto cuidadoso, astuto, más creativo y un explorador incesante de la oralidad como instrumento narrativo. Sus personajes se van definiendo poco a poco y la gran cantidad de secundarios contribuye para precisar a los protagonistas: “políticos y narcos venimos del mismo vientre”, expresa Gaitán, que tiene un acuerdo con el presidente cincuentaiséis que genera la mayoría de las acciones que se cuentan. En el lapso de una noche, el capo pone al tanto al Cuervo de cómo han ocurrido los eventos más notables de su vida, muchos de ellos ligados a la vida nacional: su primer asesinado, cómo se incrustó en una organización poderosa, su primer matrimonio, la muerte de uno de sus hijos, como lo atrapan en Guatemala, su fuga de Puente Grande, las rutas del narco, su espectacular boda en Durango y otros no menos identificables. Empieza cuando acribillan al procurador Villalobos, ¿cómo creen que termina?

Hay una serie de expresiones interesantes que explican la temeridad de los delincuentes: “De la mafia y del destino ninguno se ha escapado”, “hay perros que ladran y nadie sabe lo que dicen hasta que muerden”, “el que es amigo de todos no es amigo de nadie”, “el miedo mantiene el orden de las cosas”, “todas las mujeres tienen las mismas oportunidades de ser infelices”, “la suerte no dura toda la vida”; se nota claro que se trata de un tablero de advertencias para los que tienen la tentación de conocer esta actividad fuera de la ley. Con absoluta seriedad, el novelista hace los señalamientos; desde luego, hay líneas humorísticas rescatables como: “Al que se junta conmigo ni en su casa lo regañan.”

El más buscado es una novela de madurez. Alejandro Almazán ha conseguido un tono conversacional que no es fácil lograr porque debe reinventar la intimidad entre autor y personajes. El efecto es que el Chalo siempre tiene algo que contar; su historia, que creemos saber, flota de tal suerte que siempre estamos imaginando lo que sigue. Si usted cree que es hora de crear otro best seller mexicano, aquí tiene una oportunidad de oro, y si el capo le roba el corazón, no busque a su terapeuta. De paso nunca será de esa “gente que mira los truenos y no mete la ropa.”

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