Élmer Mendoza habla en entrevista acerca de su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua

Martes, 22 de mayo de 2012
Élmer Mendoza habla en entrevista acerca de su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua
Foto: El Financiero

Narcoescritor. Narcopoeta. Escritor del narco. Son algunas de las formas como la crítica mexicana ha considerado a Élmer Mendoza (Culiacán, Sinaloa, 1949) por el tratamiento de temas relacionados con la violencia. Él no rechaza ni acepta esta clase de motes. “Mis novelas son novelas sociales”, asegura el narrador, en una charla que tiene como pretexto su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el pasado 27 de abril.

Por Jonathan Saldaña

De la calle a los libros

Élmer Mendoza comenzó a escribir porque ése era su destino. En eso cree, ésa es su convicción.

Plasma entre sus líneas las calles de su ciudad, a través de las formas populares del habla. “Descubrí que me sentía muy cómodo utilizando el lenguaje de la calle”, explica.

En un principio fue la comodidad, después descubrió que era un rasgo de identidad para su trabajo literario, hoy es una búsqueda porque estos códigos encuentren legitimidad en los textos.

Los críticos literarios tardaron en descubrir que ‘compas’ es más que una forma de ‘amigos’. Detrás de esas y otras expresiones coloquiales, Élmer Mendoza ha sembrado una propuesta lingüística, un lenguaje.

El riesgo que corre es que algunos lectores aborten la lectura. Asegura que a él le gusta estar cerca de sus lectores, que entiendan de lo que está hablando y al emplear expresiones específicas “sabes que es restringido, que te van a entender sólo un sector de lectores y los demás tendrán que imaginar”.

Por eso, él trabaja para un lector curioso y dispuesto a soportar, por lo menos por algunas páginas, un universo complejo. “Mi lector ideal, es un lector difícil que tiene criterio al que nadie le puede tomar el pelo y que es un lector que se da su tiempo para leer”, piensa.

Se mira a sí mismo como un escritor que ha asumido riesgos en relación a los códigos del lenguaje que utiliza, pero también considera que ha logrado que no vayan en contra suya, sino al contrario, se vuelven una característica aceptable de una “literatura que es de este tiempo”.

Ficcionar la violencia

Lo que también se encuentra en las calles es la violencia, el crimen organizado y el narcotráfico en sus diversos niveles. Temas que, ante los ojos del narrador, se antojan como ficciones dignas de ser contadas a través de relatos novelados.

Élmer cree, sin posibilidad de explicarlo científicamente, que en el mundo hay personas que han nacido para ser víctimas y otros para ser victimarios.

En 63 años de vida, el autor de Efecto tequila ha conocido a victimarios, personas adultas que ejercen la violencia como empleo. Pero los tiempos cambian, ahora ve a jóvenes inmersos en el ‘sicariato’, ejerciendo altos niveles de crueldad. “No lo asumo, no lo admito”, dice.

Aunque es una realidad que le duele, le sirve de fuente primaria de inspiración. “Tardé muchos años en descubrir que es un territorio en el que me siento mejor, emocionalmente lo domino, probablemente porque me preocupa, porque no estoy de acuerdo; reflexiono constantemente por qué nos pasa esto, por qué no estamos mejor si somos un país lleno de recursos y lleno de gente bien intencionada”, reflexiona.

Creador de personajes complejos: compositores de corridos, asesinos que conminan, víctimas más allá del sufrimiento, gente común que toma Coca Cola, fuma yerba y que se adentra en tramas llenas de suspenso, acompañados por rasgos de lo coloquial de lo de a diario, Élmer Mendoza profundiza en un tema, explorado también por autores como Arturo Pérez Reverte: la violencia.

Cuando piensa en escribir una novela, dice, lo primero que llega a su mente son temas relacionados con la violencia.

Es quizá por esta razón que diversos críticos literarios se han aventurado a colocar sobre Élmer el apellido de ‘narcoescritor’, asunto que a él no parece preocuparle y, si no lo asume, tampoco lo desmiente.

Pero el escriba sinaloense espera que esas sean cosas pequeñas comparadas con su labor justamente literaria: “Mi obra debe imponerse por la forma en que está escrita, por el lenguaje, el tono, el ritmo, la elaboración del discurso”.

“Mis novelas son novelas sociales, que dan pie sobre una situación específica, en un lugar específico”, dice. Un catálogo de comportamientos donde el autor no deja de sorprenderse por la crueldad de los actos violentos.

Traspasar las fronteras

Élmer Mendoza es también victimario, pues atrapa a los lectores y los hace rendirse ante historias como El amante de Janis JoplinBalas de Plata o La prueba del ácido, novelas con las que ha logrado traspasar las fronteras geográficas y aterrizar en países europeos, como Francia, donde su obra es best–seller.

En este “cumplimiento de los deseos íntimos de un escritor”, se encontró con la sorpresa de que a sus editores europeos no los seduce la temática de los libros, sino la forma y el tratamiento lingüístico.

Los retos no se despegan de Élmer, y lejos de casa la complicación es traducir a otros idiomas expresiones propias de un grupo de personas. Sin embargo, esta tarea se torna interesante para el autor cuando llega el momento de que el traductor al alemán, una de las seis lenguas en las que se encuentra su obra, pregunta: “Esa expresión, ¿qué significa? ¿Es folclore? ¿Tú la inventaste?”

Otra pregunta crucial es: “¿En qué sección de la librería se exhibirán las obras de este autor mexicano?”. “Eso a mí es lo que más me gusta, que mis libros escapen a las posibilidades de las clasificaciones seguras”, declara Mendoza con una sonrisa que no oculta en intención su orgullo.

Seguro de que cumple su aspiración de hacer una literatura distinta, confiesa que para él lo importante son los lectores, muy por encima de las clasificaciones de los editores.

La dificultad ayuda a escribir

Relajado pero comprometido, severo y perfeccionista, así es Élmer Mendoza, el escritor, de quien se dice es capaz de borrar un capítulo completo si no es de su agrado.

Se asume como un ser afortunado de tener una casa y un estudio donde puede crear, además se define como una persona organizada, pues sortea sus días entre la colaboración con un periódico, la escritura de su novela y su actividad como docente en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Tres principios básicos rodean sus actividades: aprendió de Fernando del Paso a tomar al toro por los cuernos, de Gonzalo Celorio a tener voluntad de estilo y del poeta analfabeto Abutalib a escribir la línea que nunca se ha escrito…

Ha escuchado decir de él que es muy pretencioso, a lo que sólo resuelve decir, tras una sonrisa introspectiva: “Imagínate que no fuera pretensioso, me sentiría mucho menos de lo que me puedo sentir”.

Élmer Mendoza no sólo es un escritor que aborda el tema del narco, es también un escritor en los tiempos del narco… ¿Qué tan difícil es escribir bajo este contexto?

“La dificultad ayuda a escribir”, responde y amplía su concepto: “El hecho literario siempre es complicado, siempre. No importa dónde vivas”. Por eso, dice, hace falta paciencia para resolver las incertidumbres que siempre generan nuevas, pues cuando ya no hay incertidumbres todo termina.

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