Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Lunes
Orígenes
Dice la gente que somos huicholes.
Wirraritari nombran los abuelos
sol arroyos
cuevas montes
nos llaman wirraritari.
Wirraritari nacemos.
Van trotando en nuestra sangre
altos venados azules.
Hikuri muerdo
hikuri es y lo nombran peyote
al masticarlo todo se ilumina.
En la conciencia
mundos levanta.
Wirikuta nos llama
cruzaremos días interminables
para llegar a sus terrosas manos.
Tatewari
abuelo fuego
llameante flor
asoma en nuestros ojos.
El corazón wirrárika ostentamos
también la sangre negra.
Jicáras y esplendores
defendemos.
Niños pájaro
Ordena la costumbre
que al ritmo del tambor y la sonaja
todo niño se vuelva un colibrí
y vuele a conocer a sus abuelos.
¡Resuena ya el tambor
se agitan las sonajas!
Tam tam tam
zum zum zum.
Niños míos
ne turi
no crean que es mentira
igual que un colibrí
su corazón wirrárika
las alas sacudiendo
volará.
¡Resuena ya el tambor
se agitan las sonajas!
Tam tam tam
zum zum zum.
¡Ahora tienen magia y largo pico!
¡Brotan las verdes alas!
¡Plumas resplandecientes
tornasoles preciosos
vuelen vuelen!
Tam tam tam.
Zum zum zum.
Colibríes juguetones
¡agiten la sonaja de la risa!
Que el tambor de su corazón percuta
tiendan vuelo
conozcan nuestro mundo.
Tam tam tam.
Zum zum zum.
Pequeños chuparrosas
resuena ya el tambor
se agitan las sonajas
dejen que vuele y vuele
su corazón wirrárika.
Corazón wirrárika
Nunutzi uká
mi niña
nunutzi ukí
mi niño
dice la gente que somos huicholes
wirrarritari
aclaran los abuelos
wirrárika
nos grita el corazón
¡wirrárika seremos!
El corazón wirrárika
late y crece aprendiendo las costumbres
que sueña nuestro pueblo
bebiéndose la historia
de graves bisabuelos.
Cuiden su sangre negra
la caminan violines
no la mezclen
con vena de mestizo.
Turi
niñitos míos
wirrárika han nacido
descubran su universo
¡maravíllense!
Queta Navagómez (1954)
Canto para desplegar las alas.
Primer lugar en el Concurso Nacional
Bienal de Poesía “Alí Chumacero”
2003-2004. En este certamen el libro
fue premiado con el título Canto para
desplegar las alas de los niños pájaro.
Tintanueva Ediciones, México, 2006.
Martes
Testamento de la abuela
Arrímense, hijos,
junten también a los niños,
ay, este nublado de ojos,
quiero sentir cerca su resuello.
Pobres fueron mis abuelos
y más pobres mis padres
y ustedes más
y así hasta el fin de los siglos.
Les dejo la selva que nos sustenta
y la caída de agua;
nunca se negó a llenar los cántaros.
A ti, como mayor, te entrego la familia
no desgrane la granada su roja pedrería
y a ti, Juan, te doy la ceiba;
cuelga ahí tu hamaca
cuando llegue el perro del mal
de la canícula.
A las niñas les entrego las mariposas
para que jueguen a “hilitos, hilitos de oro”,
les dejo a mi paisano el río,
mi hermano el río,
me quería, me retrataba, ondulaba mi cabellera.
Las palomas son para Lupe,
lindas como trocitos de luna,
rondaban mi cama por las tardes
nunca supe si para arrullarme
o no querían que me durmiera.
El azul no hace ruido cuando amanece,
ni ustedes ahora que me entierren,
no lleven guitarras ni desperdicien las lágrimas,
guárdenlas para cuando el amor se vaya.
Todos nos vamos, todos,
cuando los huesos se enfrían.
La muerte, el entierro,
son cosas de la vida.
28 diciembre 1998
Aunque es de noche
No es mía la noche
de vasos rojos y de besos rojos.
Ni siquiera la noche que amortaja
conciencia y ojos en el camposanto del sueño.
Mía es la noche del suero
que eterniza la gota y el quejido
La noche del asfalto del trailero
que soporta con café y con aspirinas.
La noche de las redes que acechan
los jardines flotantes de los peces.
La noche de los relámpagos
que aluzan entre abismos
el paso de la mula y del indio.
La noche de vendimia de mujeres,
a elegir esclavas a precios razonables.
Mía la noche con olor laboral de obrero;
si la fábrica para, para el universo,
¿y el obrero, qué?
La noche rodante del metro
donde los sin-techo cabecean,
el mismo tabaco, la misma ruta.
Mía la noche de los barrotes,
prohibida la entrada a la luna y la justicia.
Tantos son los expertos de la noche,
tan pocos los centinelas del alba.
17 noviembre 1998
Muerte no es morir
Si ya vas a venir, hazlo más tarde;
aunque mi luz apenas parpadea
no es que a vivir me aferre, no es que crea
que convertirme en polvo me acobarde.
En mi invierno el jardín florece y arde
y, a pesar de mi noche, el sol flamea;
deja que se retarde tu tarea,
deja mi río y que tu mar aguarde.
Pero si no seré jamás lo que persigo,
si del árbol de ayer quedó una astilla,
a qué esperar la muerte tan sencilla.
Mi llaga en paz y mi cizaña en trigo.
Dios besó al pecador en la mejilla…
Y muerte no es morir si estoy contigo.
Joaquín Antonio Peñalosa (1922-1999)
Río paisano.
Edición de Fernando Arredondo.Ramón
Fundación Altair, Sevilla, 2011.
Miércoles
Imperios de salitre
LXXVIII
Mi madre odia el polvo que se cuela en la casa, las arenas finísimas que se meten por umbrales y hendiduras, por puertas y ventanas. Mi madre, en cambio, ama las plantas floridas en sus macetas de barro, esas plantas que el sol quema hasta volverlas arena, esas flores que la luz pulveriza hasta hacerlas polvo.
El desierto, para mi madre, es el tizne que no se marcha, el viento que está siempre golpeando la casa.
Una calamidad colectiva.
Una afrenta personal.
XCII
Pinturas rupestres, puntas de obsidiana, arcabuces, alforjas de gambusino, estandartes, carpas de circo, esqueletos anónimos. Sin compromisos permanentes, sin anclajes perdurables, el desierto te enseña sus tesoros, te mece en su cuna de nostalgias perentorias.
Por más que lo neguemos, esta es la casa que elegimos.
Esta es nuestra vida de cara a la intemperie.
Todos los tiempos son nuestro tiempo.
Todas las historias, la sangre que nos une.
Cierta hermosura
A veces,
casi por accidente,
las palabras albergan cierta hermosura.
Un atisbo de belleza
entre la podedumbre.
Una luz ostensible
que nadie puede arrebatarles.
A veces,
casi por azar,
las palabras nos limpian, nos sanan, nos curan.
Purgan el veneno
que llevamos dentro.
Dan fe
del dolor
que causamos a otros.
La amiga fiel
Me conoces mejor que nadie,
Poesía, a ti
no puedo mentirte.
Dondequiera que ande
siempre atiendo tu llamado,
siempre escucho lo que vas a decirme.
En tus palabras vivo.
En tu solaz renazco.
Si tengo una amiga fiel,
esa eres tú,
Poesía.
A ti no puedo mentirte.
Gabriel Trujillo Muñoz (1958)
Sin orden ni concierto. Poesía vivida (2008-2016)
Universidad Autónoma de Baja California,
Mexicali, 2018.
Jueves
20 palindromas
La Roma amoral.
O rey o joyero.
Amor asoma… ramos… aroma.
Ella te da detalle.
¡Anima creer, creer, creer… camina!Ema, si vas avísame.
Oirás la fe, falsario.
Yo sonreí, tierno soy.
A Caín amó la Gema megalomaníaca.
A sirena sane risa.
Elba gima amigable.
A cínico cínica.
A la garbosa sobra gala.
A Ser Eterno honre Teresa.Sorberé cerebros.A la gorda drógala
A Luci le pasé esa película.
Y el azar traza ley.
Adán: yo solo, solo, solo, soy… ¡nada!Efímero lloré mi fe.
Gilberto Prado Galán (1960-2022)
Efímero lloré mi fe
Una compilación de 26,162 palíndromas
Arteletra / Instituto Coahuilense de Cultura /
Ediciones Sin Nombre, Torreón, 2010.
Viernes
Cedro y caoba
A Ramón Galguera Noverola
Cedro y caoba,
la tarde baja
de garza en garza
y ahonda al río,
ligeramente,
lo que se canta.
Cedro y caoba
viven pareja del paraíso
cuya manzana mi sangre moja.
Al pie del cedro,
húmedo aroma.
Por su paloma
torcaz y cielo, subió una rama
sonoramente dodecaedro.
Franjas tardías
queman el cielo de una caoba.
Aire jilguero, y entre sus brazos,
la tarde toma.
¡Ay tarde sola
que te desgajas
cedro y caoba!
Sin que se quiera,
vuela una garza,
con tal belleza,
que tal semeja que así volara
por vez primera.
Restira el cielo
mantas azules
para la garza que sigue el vuelo.
Tanto su tiempo la tarde extiende,
que en dos azules
uno despide y el otro vuelve.
Azul en sombra
lucero tiene.
Azul en luces
sus luces vence.
Hora del mundo
que el alma toma,
en soledades
cedro y caoba.
Cedro y caoba,
¡pareja sola!
En mi garganta,
collar recuerdos
junta sus perlas para cerrarla.
(Si hay una queja
no hay una lágrima.)
La tarde cae
ya entre un reguero
de estrella-tardes.
De alguna herida
se oye la sangre.
Tengo las manos sobre mi pecho.
Cruza una garza,
y el viento sale.
¿Salió de un cedro?
¿De una caoba?
Viento que rozas:
¿Por qué rosales llenos de espinas
pasaste ahora?
No aspirarte sería
talar el bosque –cedro y caoba–.
Tálamo sólo
–caoba y cedro–
Un rumor de silencio
brota del pecho.
Y un olor de caobas
bajo los cedros
abre noches fluviales
habitadas de luces y de luceros.
Tabasco, 1943.
Noche en el agua
A Francisco Serrano Méndez
Noche en el agua.
Yo te lo dije,
noche en el agua.
Cuatro luceros
clavan el aire,
cuatro luceros.
Por cuatro cielos
la noche vale.
Tiempo y alhaja
se lleva el río,
noche en el agua.
Noche que lleva su enorme cielo;
por lo que tiembla sobre sus senos
brilla en el río
con la caída de algún lucero.
Cayó un lucero.
Toda la noche puse los codos
en barandales iluminados.
Cundió la brisa sus nomeolvides
y el dulce vaho
cimbrea el aire que el viento roba
como sustrae
los colibríes sin una mano.
Noche que sacas
las cuentas claras de tus estrellas
en los papeles que el río cala.
Por los sauzales
pasó la onda que sabe cifras
y se equivoca con las estrellas que surgen tarde.
Con qué mirada
busco a la noche que se me pierde
tras la cosecha
de las estrellas
y a espaldas negras brilla ocultada.
Noche en la orilla de mi presencia
que me diluyes en liquidámbar.
Tiempo que suelta
y luego enlaza.
El aire brilla tiempo y alhaja.
A los rincones de las luciérnagas
la noche baja.
Y hay una mano de rayos X
que entra en mis ojos y se los lleva
para ocultarles otra mirada.
Noche en el agua.
Yo te lo dije:
Noche en el agua.
Carlos Pellicer (1897-1977)
Poesía completa. Tomo I
Edición de Luis Mario Schneider
y Carlos Pellicer López
UNAM, Conaculta, Ediciones
del Equilibrista, México, 1996.
Sábado
Yo no sé qué tiene el mar
Yo no sé qué tiene el mar,
que se ha vuelto tan callado
desde el último crepúsculo
lunar. . .
Novilunio de marfil
se ha escapado de las nubes
por mirarse en el cantil.
Los romances de la noche
abren ala en el palmar,
y dice el viento nocturno:
“Yo no sé qué tiene el mar.”
A veces una guitarra
que desgarra
una canción española,
lamenta el silencio humano
y la quietud del océano
que no emerge ni una ola.
Mi vecina está de luto.
Y hasta esa nota discuto,
pues la oigo suspirar.
Yo creo que está de luto
por la tristeza del mar.
Por la tristeza del mar!...
que se ha vuelto tan callado
desde el último crepúsculo
lunar…
Vacaciones
Días azules
en mi pueblo de tejados
como libros abandonados.
Días azules
con sus tardes moradas
a través de palmeras danzarinas
y nubes imperiales.
Días azules
con noches negras fascinadas
por los ritmos pentagonales
de las estrellas.
Días azules
arreglados por la mujer amada
que escogía mis joyas
en sus miradas.
Días pintados
con los vestidos de ella.
Días medidos
con la cintura de la primavera.
Y nada de nocturnos olvidados
en relojes de antigua belleza.
Estos son los días sobrenaturales
en los que el suceso de la aurora
maravilla mis ojos medioevales.
Éstas las dulces horas
que Dios me regala como juguetes de navidad,
a cambio de semanas impostoras.
Días azules
como horas
submarinas
plateadas y doradas de repente
por acuáticas serpentinas.
Horas salvadas
como pedrerías en un naufragio.
Ensartadas en el hilo de la eternidad.
Mi corazón es tu alabanza,
palmera de mis días azules,
mujer fiel, como las playas
y los brazos eternos de las cruces.
1922
Oda al sol de París
Acércate, no te voy a hacer nada.
Te atemoriza mi voz de agua nueva y el ruido
de mis pies sobre las casas.
Mira el retrato de tus hermanos de América,
populares como los toreros y los pelotaris,
ágiles y jóvenes.
El “buen gusto” te arrumba neurálgico;
quítate esas nubes o lávalas.
¿De qué estás nostálgico
si nunca has visto nada?
Sal desos barrios folletinescos y alójate
en ese hotel para aviadores de la Torre Eiffel.
Hazte poner los dientes y retrátate
chez Henri Manuel.
Has dejado en ridículo a los vidrieros góticos;
nace otra vez y ensaya a brillar.
Por ti hay todavía negocios cloróticos
y personas que no saben llorar.
Dice la T.S.F.:
México: “El Sol fue apedreado ayer por unos muchachos
al salir de una escuela. –Bluefields, Nicaragua, 88
marinos yanquis han muerto de insolación–. Buenos Aires.
El Sol ha salido de las banderas argentinas
rumbo al Polo Sur.”
Sol parisiense,
Sol bibliotecario y sacristán,
ve a jugar a la América
en los muros astronómicos de Uxmal.
Frótate entre los heléchos de Palenque;
ruédate desde la pirámide solar
que los toltecas finos y civilizados
levantaron en Chichén y Teotihuacán.
(Artistas y ordenadores de Tiempo
cincelan una piedra colosal.
Los ceramistas silenciosos desnudan sobre los vasos
la flor aérea recta de divinidad.
Y el rey aseado y magnífico
levanta auroras desde su jardín en espiral.)
Sol parisiense, mi corazón es calle triste
por el mundo rutinario;
los fonógrafos repiten lo que oyeron
y los héroes aún van a caballo.
Eres el párvulo del limbo:
tu hastío no pasa de tu globo y tu aro.
Es preferible que nunca sepas
lo que desde el principio está pasando.
La risa es buena como la fruta robada
y estoy contento porque ya lo sé todo.
Las respuestas van desnudas por las preguntas asesinadas,
el aire tiene cifras y el mar no es ancho ni hondo.
Sol parisiense, sol de chimenea,
sigue en tus ceros a la izquierda del uno,
juega en tus sombras húmedas mientras mis labios crean
las palabras iguales para salir del mundo.
París, julio 1926
Carlos Pellicer (1897-1977)
Poesía completa. Tomo I
Edición de Luis Mario Schneider
y Carlos Pellicer López
UNAM, Conaculta, Ediciones
del Equilibrista, México, 1996.
Domingo
Huecos
Primer tiempo
Cabalgaba la tristeza, trenza tensa la rienda. Al aire, sin aire; sin aire en el aire. ¿Dónde perdió los estribos? Cabalgaba la tristeza.
Camina lento, muy lento, para no alborotar la rabia que lleva por dentro. Habla mucho, mucho, para liberar dolores al viento. Duerme de lado, ladito, para abrazar al sueño.
La sábila exuda, al golpe del machete; el río ruge si el cántaro lo hiere. Al fondo de una copa de cristal, rojo y rostro se confunden.
Segundo tiempo
¡Mira, mira lo que miro! Un hueco, un hueco en mi cuerpo. ¿Dónde, dónde? Muy dentro, muy adentro. Un pozo de agua, de agua que, a veces, escapa por estos mis ojos. Silencio, el ruido me mueve. No me toquen, tengo un hueco en mi cuerpo.
¡Oh!, ráfaga de viento fresco, llévate mi caballera negra. Sólo lluvia sobre mi cuerpo desnudo en la playa húmeda del tiempo.
Memoria, memoria mía, ¡dime!, ¿dónde dejé mis recuerdos si todos son olvidos? Recuerdos de la memoria, bruñidos por el tiempo, ¿dónde?, ¿dónde están?, y la fatiga acarició las penas.
Tercer tiempo
Aflora, en los labios, la prisa del clavel sediento. Nace húmedo el deseo. La flor que flora se desflora al ritmo alegre de la espada, y todo es torbellino de mar entre telas de seda blanca.
El tulipán se yergue, salta, crepita, grita, explota. ¡Oh tulipán que languidece! La cruz plegó sus alas. El tiempo le robó la furia. La fuente le robó el agua. Un mimo salvó la tarde.
Te digo, te digo…que ¿qué te digo? Te digo que quiero, que quiero sólo contigo, contigo solo. Pero, te has ido. Te digo… que ¿qué te digo? Eso te digo.
Margarita Palacios
pertenece al taller de escritura que imparto semanalmente en el CEPE de la UNAM.
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
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