Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 31 de Marzo de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Recuerdo

Se va la luz del agua en un instante
y la luz se me va del corazón.
Se va la fresca palidez del agua
y me deja en los labios su dolor.
Entonces yo soy algo que se olvida,
que se pierde en el aire del rumor;
algo que te persigue cuando sueñas
y cuando vas ausente con mi voz.
Hasta que sueño yo mis lentas alas,
oscuro vuelo que la noche oyó,
como una rosa que deshoja el cielo
en un eterno adiós.

Jorge González Durán (1918-1986)
Desareno precedido de
Ante el polvo y la muerte
Fondo de Cultura Económica, México, 1988

Martes

En este sitio

Que cierren los ojos, que tapen con siglos las edades
y nieguen la tierra y la aborrezcan y la escupan
si no quieren saber nada de la luz y la santa agonía.
Yo estoy aquí como la hormiga, como el arado,
porque no soy nadie y estoy de boca al suelo, besando todo lo que pasa.
Si me invitan a morir lejos digo que no,
que mi sitio es el de la muerte aquí donde todos los planetas lloran
y los niños están con las plantas esperando que amanezca.
Sé que debe amanecer y no en el cielo
sino entre las piedras y entre las manos de las gentes,
que debe amanecer antes de Cristo, después de Cristo,
en esta era y en este verbo que nos sale destrozado y dando gritos.
Que se tapen, que se queden cerrados, que nadie les dé auxilio,
que la voz les estalle antes de la palabra, que no puedan llorar nunca,
que no lloren jamás y la vida les sea alegre, horrorosa,
atrozmente alegre sin una sola lágrima,
si no levantan las manos y no se piden perdón
y no tienen la soberana, hermosa virtud de la agonía.
Yo estoy aquí sentado, yo estoy aquí caminando.
Yo estoy aquí.
Nadie me quiere aquí, yo lo sé.
Nadie quiere que me vaya de aquí, lo sé también.
No quiero que nadie venga y nadie se retire.
Estoy aquí.

México, D.F., mayo de 1939

José Revueltas (1914-1976)
Poetas de México y Latinoamérica
Cuadernos de la Palabra
Universidad Veracruzana, Xalapa, 2007

Miércoles

De piedra blanca ante la muerte

Fue un lapso, forma sedienta de esperar las nubes
para romperlas luego con oraciones y cartílago.
Allá donde termina el mundo y la tarde ya no se desgaja,
hay otra muerte pequeña que se sabe al otro lado del cenote púrpura.
Es Ek Balam, ciudad del tigre negro, flor carnívora que a todos arde.
Ek Balam, la de hombres quebrando la cintura,
la de colmillos creciendo como el hambre antes de los tigres rubios,
del fuego de su mal que nos bendice.
Ek Balam, fuga de semen, espíritus que huyen
repitiendo el cuento de las constelaciones broncas
a costa del diluvio, de esta forma de llover sin pausas
en medio de la flor carnívora.

Alma Karla Sandoval (1975)
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla
Simiente, México, 2015

Jueves

IV
Aprendí que la partida implica irse dejando fragmentos del espíritu en la casa vieja. Cuando regreso a ella, levanto tristemente cada una de las partes que eran mías y las pongo sobre un tapiz. El espejo ridículamente me transmite una efigie que desconozco. Es cierto, me atemoriza ver mi nombre, como si fuera un tango en una cinta rota. También es cierto, salgo en busca del baño y lloro adentro por largas horas para que a mi madre no le pese. Luego, cuando siento su latido dislocado a través de la puerta, quiero vomitar la ira, quiero golpear mis huesos. Concluyo que hubiera sido mejor haber aprendido, no haber sido tan ágil para imitar las muecas que tiene mi familia cuando se va.

Romina Cazón (1971)
Todavía la sangre
Fondo Editorial de Querétaro
IQCA, Querétaro, 2015

Viernes

Ricardo, testigo

Sólo tengo una cosa que contar:
No se refiere a mi muerte
Sino a la de un animal.
Yo vi la caza de una hembra manatí.
La arponean en el mar; luego la jalan
A la orilla; y la tumban en la playa, porque en tierra
Solamente una tortuga bocarriba
Regala más torpeza. Ya en la arena
La siguen arponeando: este martirio
Puede durar tres horas –o hasta más; lo que demore
Cada arpón en traspasar la grasa, ardiente,
Y llegar hasta los órganos vitales.
Mientras la están matando
La hembra manatí pone las manos
–Quiero decir: las dos aletas, muy pequeñas –l
Sobre las chiches; se tapa así las mamas
Y comienza a llorar como mujer. Como mujer.
Son una especie en extinción. Pena de cárcel.
Prohibidísimo cazar un manatí.
Quién sabe el macho.
La hembra llora como mujer. Y yo la oí.

Luis Miguel Aguilar (1956)
En Poesía en la ciudad
Socicultur, México, 1996

Sábado

La estrella del pastor

13
La luna es, entre las nubes,
una pastora de plata,
que, por senderos de estrellas,
conduce manadas cándidas.
El cielo le da lagunas
azules, suaves cañadas,
llenas de níveos rosales
y de abrigadas cabañas.
¡Ay, dulces abrevaderos
del horizonte; aguas claras;
remansos de eternidad;
verdes riberas erráticas!...
–Se acerca, amiga, un momento
a todo: puertas, majadas,
arroyos, rosas, orillas…,
y sigue, sigue, nostáljica.–
…¡Pantanos floridos, donde
resuena la blanda brama
de blanca constelación,
piara de vacas blancas!
La luna va lentamente,
desnuda, bella, estasiada,
cantando a la tierra ignota,
por sus caminos del alba.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
Antolojía poética
Losada, Buenos Aires, 1944

Domingo

Jardín para sembrar un poema

Me toca vivir en lo alto
de una cascada de balcones
y jardines colgantes sin memoria
terrazas proyectadas sobre la espesura verde
donde nace un hilo de rumor de agua
un eco fresco y matinal de mujeres invisibles.
Arquitectura suspendida
suspenso del amor que aquí transita
en medio de la soledad de los amantes.
Un chispazo esmeralda, aquella lagartija
cruza el ángulo blanco del tumbado
una luciérnaga eléctrica recorre mi columna.
La tentación de entregarse al vacío
dejarse rodar por la cascada de terraza
caer en el infinito rumor de la naturaleza
en la fuente de agua, escorpión
a los pies de mujeres invisibles.
El sentimiento es demasiado grande
para llevarlo solo
las noches aquí son largas
se estiran penosamente hasta el amanecer
y en la vigilia me envuelven sombras densas
a las que mi cuerpo no se acostumbra todavía.

Alfonso Gumucio Dagron (1950)
Poemas convocados
Ediciones Caletita, Monterrey, 2017


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