Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria
Lunes
Nocturnos
Mi corazón me pesa
como una enorme piedra
y me rinde y me abruma y no me deja
levantarme…
oh, la Noche
tan larga que me resta
donde mi insomnio crea sombras
que en torno a mí pasean.
Sombras que cuentan los latidos
de mi entraña tremenda
sombras que desbaratan mis cabellos
y hunden sus largos dedos en mi idea.
Y en tanto dá su són hondo y rotundo
mi corazón que vela
reloj que duele dentro el pecho
implacable reloj siempre con cuerda.
Por él mi alma no sueña.
Atenta vive a su tic tac tirano
porque cuando se duerme
con un brusco latir él la despierta!
Me pesa el corazón como una piedra.
Y no puedo acallarlo
y no puedo dejarlo en un rincón
como un trasto cualquiera…
Magda Portal (1900-1989).
Insomnios. Una antología de poemas.
Compiladores: Jorge Aguilar, Felipe Garrido.
Ilustraciones de Elena Climent
Boehringer Ingelheim, México, 1987.
Martes
El orbe de la danza
Mueve los aires, torna en fuego
su propia mansedumbre: el frío
va al asombro y el resplandor
a música es llevado. Nadie
respira, nadie piensa y sólo
el ondear de las miradas
luce como una cabellera.
En la sala solloza el mármol
su orden recobrado, gime
el río de ceniza y cubre
rostros y trajes y humedad.
Cuerpo de acontecer o cima
en movimiento, su epirafio
impera en la penumbra y deja
desplomes, olas que no turban.
Muertas de oprobio, en el espacio
dormitan las familias, tristes
como el tahur aprisionado,
y añora la mujer adúltera
la caridad de ajena sábana.
Bajo la luz, la bailarina
sueña con desaparecer.
Alí Chumacero (1918-2010)
Poesía completa.
Prólogo de Marco Antonio Campos.
Premia Editora, Tlahuapan, 1982.
Miércoles
Recuerdo núbil
Dieciséis años nomás
y su mirada es más grande que el asombro
con que el ojo repite la mirada.
Toda la luz del mundo se concentra en su figura,
toda la Gracia asoma en la línea de sus labios.
La niña de Tizimín sonríe:
tambores de amor repercuten en mi pecho.
Y su voz,
lirio insólito aromando los oídos,
germina.
Tiembla el caracoleo del sol.
La niña de Tizimín sonríe.
Como cigarro olvidado en los dedos del mundo
la tarde se consume.
Óscar Wong (1948-2020)
Razones de la voz.
Conaculta, México, 2002.
Jueves
Nacimiento de Venus
Así surges del agua,
clarísima,
y tus largos cabellos son del mar todavía,
y los vientos te empujan, las olas te conducen,
como el amanecer, por olas, serenísima.
Así todo se aclara, como el amanecer,
y se vuelve palpable el misterio del día.
Tarde entre ruinas
La luz final que hará
ganado lo perdido.
La luz que va guardando
las ruinas del olvido.
La luz con su rebaño
de mármol abatido.
Canción de seguimiento
No soy el viento ni la vela
sino el timón que vela.
No soy el agua ni el timón
sino el que canta esta canción.
No soy la voz ni la garganta
sino lo que se canta.
No sé quién soy ni lo que digo
pero voy y te sigo.
Gabriel Zaid (1934)
Práctica mortal.
Conaculta, México, 1992.
Viernes
La hermana muerta
A María José
1
No hay nada ahí donde me esperas.
¿Qué me llama entonces?
¿No puedo en cambio llamarte?
No, puesto que no tienes ojos, ni nariz, ni vientre.
¿Qué me llama entonces?
Escucha:
soy incapaz de devolverte tus piernas.
No tengo nada que darte a cambio de la muerte.
A pesar de eso no me llames.
No.
2
Violento atardecer igual a un animal que se revuelca en le hierba.
Caliente y tranquilo el animal.
¿Y la tarde?
Serena, igual que un insecto amenazado por una paloma para él invisible.
Aprende de una vez que mi palma es indivisible.
(Tranquilo el animal y fresca la hierba)
3
Remóntate.
Una noche
las dos dormimos en la misma cama.
Alegas una infidelidad feroz,
pero tú
¿no recuerdas mi respiración acompasada,
mis extraños sueños abigarrando a la noche irrespirablemente?
4
No, no te remontes.
Que tu nombre se escape hacia otro sitio
Irrespirablemente.
5
Alega el acero que traspasa
un cuerpo por él entumecido.
Pero no mis muslos tibios.
Te lo pido.
No.
Carmen Boullosa (1954)
La salvaja.
Fondo de Cultura Económica, México, 1989.
Sábado
Al rato
De las ratas ni se diga
con su gran erudición
puesto que han asimilado
más que tantos infelices
a su Nietzsche y su Platón,
al santo de Aquino entero
con sus muchas homilías
han convertido en su carne,
sus huesos son presocráticos
los grimorios y almagestos
han pasado a ser sus garras
y su sangre es un torrente
de aristotélicas letras
todas en ebullición
actuando en sus intestinos
moviendo su corazón.
Su extensa sabiduría
son bibliotecas enteras
de dominicos y ateos
conformando un organismo,
se expresan en buen latín
y hablan antiguo alemán
saben cuando el barco se hunde
e intuyen cuanto te pasa.
Y todo eso sin pedantería.
Juan Carvajal (1935-2001)
Trabajos de amor.
Ediciones Sin Nombre,
México, 2002.
Domingo
La carne ardiente
En un jardín de aquel país horrendo
hallé a Fátima, de ojos maternales
y desnudeces mórbidas, tejiendo
guirnaldas con las rosas vesperales.
Y cual las agujas túrbidas de un río
que rompe un viento en procelosa huella,
gimió de amor mi corazón sombrío
y suspiró mi mocedad por Ella.
“Fátima –dije con ahogadas voces
que al brotar abrasábanme la lengua–,
quiero hundir mis mejillas en la falda
de tu traje, que apenas roza el viento,
entreverar un lirio en tu guirnalda
y ungir tus trenzas con precioso ungüento.”
La vi volverse, rígida y sañuda,
por esquivarme el juvenil encanto:
¡quizá en mis voces se sintió desnuda
y la vergüenza desató su llanto!
En la tórrida noche cenicienta
de ondas pesadas, que al jardín caía,
miré mi carne ansiosa y opulenta,
¡y en un rojizo resplandor ardía!
Porfirio Barba Jacob (1883-1942)
Poesía completa.
Conaculta, México, 1998.
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