Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 27 de Enero de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Stockhausen encerrado en una jaula
mientras la ciudad se derrumba

Y mi amor es un perro que ladra mientras se derrumba la ciudad
Muere de rabia y enjaulado
No conozco la extensión del espacio que conspiró para cerrarle el paso
Ni he visto el rostro de aquellos que se ríen o murmuran
No sé a causa de qué enfermedad vergonzosa no pudo llegar al alba
después de ejecutar la flamante desnudez de los cuerpos
No sé dónde quedaron las palabras
Sólo escucho este ataque de vocablos irascibles
Este odio de direcciones embrionarias y punzantes
“Pájarotransparente” me encerró en su jaula después de traicionarme
No pude huir antes de que la ciudad se derrumbara
porque creí ciegamente en su historia
Y le revelé el secreto
El hechizo
que hace que el aire cambie de dirección de una esquina a otra
Yo le revelé el secreto para hundirse en la gruta marina
Le dije que esta ciudad sería destruida
Porque aquí nunca hubo nadie con palabras
lo suficientemente fuertes
como para nombrarla
Y aquellos que alguna vez la soñaron
levantaron columnas y varillas imaginarias
Un nombre
Otro nombre
Y otro nombre
hasta que una línea sorpresiva atravesó el lenguaje
Le dije que iban a destruir esta ciudad
y que debía escapar conmigo
Le revelé la fecha exacta de la destrucción
Y días antes junté toda esa ternura que no soy en dos sábanas
Apreté sus alas y le conté el origen del aire y de las palabras
Recapitulando. Creí en su historia creí en su historia
Pero me engañó
Se rio de mí y escupió sobre mis palabras
Y me dejó encerrado en esta jaula donde mi amor ladra
como un perro
mientras allá afuera la ciudad se derrumba

Leonarda Rivera (1984)
Música para destruir una ciudad
Conaculta, FETA, México, 2015

Martes

Preciosa y el aire

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por donde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.

Federico García Lorca (1898-1936)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1960

Miércoles

Ah, que tú escapes

Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.

José Lezama Lima (1910-1976)
Selección y nota introductoria
de David Huerta
Material de lectura. Poesía moderna.
UNAM, México, 2007

Jueves

Soneto LXI

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.
Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.
¡Oh sueño! Cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo.
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.

Juan Boscán (1490-1542)
Poemas
Linkgua, 2014

Viernes

Varón de miel

No podía perderte si te tuve en mis brazos.
Pero yo te buscaba, aún dentro de mí,
como en un ostensorio de gloriosos dolores,
varón de harina y miel y soles persuadidos,
pero que me aguardase y que me doblegara,
mi vecino entrañable, en la red de mis venas.


El huésped

Su palabra le ofrece la rosa de los vientos:
déjalo que se exprese con orden y desorden,
imprevisiblemente recorriendo los cuartos
como un pájaro a tientas libertad recobrada;
o que se alce al azul dorado a pesar mío,
y yo te diga entonces, ya sola, su recuerdo´
conturbada mi alma tras de su cerradura.


Ternura

Quizá no sea ternura la palabra precisa
para este cierto modo compartido
de quedar en silencio ante lo bello exacto,
o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza
misma, su emblema, aunque tan próxima
y latiendo.
Y es también un destino unánime que vuelvan
a idéntico silencio –cuando llegue la hora
de la tragedia indecible– mi palabra y tu zarpa.

María Victoria Atencia (1931)
De la llama en que arde
Visor Libros, Madrid, 1988

Sábado

Doblaron en el viento…

Para Jorge Cantú de la Garza,
que me regaló un caleidoscopio

I
Doblaron en el viento las mariposas fúnebres sus alas
giró el caleidoscopio
amaneció la muerte
con cara de mañana
brillaron las campanas y las hojas de plata poblaron aires nuevos
la muerte
con cara de mañana, ojos de sueño
suspendida en belleza
irradiaba

II
amanecen
temblor leve de aires
los insectos
de figuras abstractas

un hormigueo de horas
multiplica colores

gira el caleidoscopio
la luz cambia de rumbo
se transforma
la cara de las cosas

el recuerdo no habita
en el ojo arrobado

Isabel Fraire (1934-2015)
Revista Mexicana de Literatura,
núm. 9-12,
septiembre-diciembre de 1961

Domingo

La guerra contra las guerras

Mientras nacía el siglo veintiuno, murió Bertie Felstead, a los ciento seis años de su edad.
Había atravesado tres siglos, y era el único sobreviviente de un insólito partido de futbol, que se jugó en la Navidad de 1915. Jugaron ese partido los soldados británicos y los soldados alemanes, en una cancha improvisada entre las trincheras. Una pelota apareció, venida no se sabe de dónde, y se echó a rodar, no se sabe cómo, y entonces el campo de batalla se convirtió en campo de juego. Los enemigos arrojaron al aire sus armas y corrieron a disputar la pelota.
Los soldados jugaron mientras pudieron, hasta que los furiosos oficiales les recordaron que estaban allí para matar y morir.
Pasada la tregua futbolera, volvió la carnicería; pero la pelota había abierto un fugaz espacio de encuentro entre esos hombres obligados a odiarse.

Eduardo Galeano (1940-2015)
Cerrado por futbol
Siglo Veintiuno Editores,
México, 2017


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