Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 08 de Enero de 2024
Por: Felipe Garrido

Lunes

Ciudad
Por la ruta cuatro
se llega a Plaza de la República
donde el porvenir permanece tenso 
          Apéate cauto
si cruzas el coloso 
cerca de La Luz
podrías toparte con ardientes lupas
y con cuarenta brillantísimos dedos
que se transforman en filosas y coloridas espadas
que ciegan todo 
          No las veas
sigue adelante 
no pasa nada
son pruebas imaginarias
realismo mágico de la ciudad 
          ¿Cuántos pasajes
querido Rainer Maria
se esconden a Cronos?2
Por el túnel catorce 
avanza a plateas 
la azteca felicidad:
colmillos auriazules devoran aves color sol 
Prepárate hijo
presenciarás rituales precuauhtémicos
que no sabías que llevas en la sangre 3
Por la pedregosa ruta de coyotes
frías aguas se clavan 
en la espalda 
como filosas facas 
colmillos que acaban
incluso 
con la crudeza de abril 4
Por la puerta grande 
Ambrollo olfatea desvelos del pedregal
lame manos que pronto olvida
voltea el hocico
fija cola y mirada al enemigo congénere
bufa y se agila como toro 
Quieto muchacho
Quieto 
Nina recula 5
Por el oriente
nos observan con sus diminutos ojos cuadrados 
          Se aparecen por todos lados
bostezan 
estiran los metálicos pescuezos
Ya los viste 
          Asfixiantes edificios babélicos
donde nadie se reconoce 
          Por aquí sale uno pequeño
Acá 
otro 
rectangular 
avanza lento
Allá 
uno 
con cabeza de reptil
parpadea en rojo 
          Aquél 
–poliédrico–
apunta al cielo 
Yergue su luminosa testa de pico puntiagudo 
como afilado penacho 
          El carruaje
culebrea anillos y periféricos
se columpia
sube 
baja
esquiva árboles de hierro
Por fin
a la vista
asoma la nariz el devoto San Lázaro 6
Lejos
más allá de valles y montañas
mucho más allá
despierta el Toxtlán 
          Sonríe afortunado
un viejo Tlalocan que mira al Sol

Flavio Ramón (1963)
Peña literaria de 
Santiago Tuxtla, Veracruz. 
En proceso de edición.

Martes

Impasse des trois soleils

Para Louis Panabiere y Mado

I. Sol
El sábado por la mañana
limpia la luz lo mismo
en el Ajusco que en los Pirineos.
Las rejas transparentes del calendario
no son,
la imposible procesión de las semanas,
no,
los efímeros números del año,
una impostura.
Del mismo modo que brilla
la palabra sol
porque el sol brilla
el día sábado lava sus horas de gloria
aquí o ayer, allí y mañana
en la ubicua fragua inmemorial.
(A cereza madura huele la tinta
de esta pluma atónita que no
quiere usar de borrador el paraíso.)

II. Sol
Es sábado y es luz.
Con sus viandas alegres,
los invitados a la casa del triple sol
saludan y brincan en el agua azul
impulsados por las manos del calor.
Hispalis, el rubio y noble labrador,
acecha, sigue las brazadas con la cola
y tanto se le salen del cuerpo los ojos
que lo arrastran con todo y sombra al agua.
En línea recta nada, fija el timón
la dorada cabeza imperturbable.

III. Sol
Y el sábado se hizo luz, brasas.
Crepitan en la plancha las costillas.
Juegan al aro las cebollas.
Cantan su culpa los tomates.
(Cruza Hispalis el azul del agua.)
Jubilosas cerezas maduras pone en la boca
la Muerte Catrina, Cherries from the Death...)
Descalzas Cristal, Remedios e Isabel
bailan sevillanas con el viento.
A las nubes dan forma con sus brazos,
ágiles piernas invocan la vendimia.
Es sábado en Medellín y en Perpiñán.
Disfrazado de sol, Dios humedece nuestra boca
con unas gotas de felicidad.

Adolfo Castañón (1952)
La campana en el tiempo,
1970-2020
(Poesía, fábula y a veces prosa)

Universidad Autónoma de Sinaloa
Universidad Veracruzana
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Guadalajara, 2023.

Miércoles

Ciudad exterior

Permanecer en quietud
o los ojos no alcanzan a contemplar
el paisaje que se desplaza.

Labios hendidos por la luna
cabezas atrofiadas
enanos o gigantes
son apartados de tu paso.

Desde los lagos interiores
hasta las tierras medias
de un inviero que no conoce la nieve,
para tu delcite vienen, a lomo de camello
grandes bloques con peces congelados.

…aún no amanece. Los pasos de los siervos apenas tocan el lienzo, acercan armas y bastimentos. Un cazador lleva su perro en la grupa de la cabalgadura; otro, con un halcón al hombro, extiende velos castaños. Brío de las bestias, golpes de cascos en la piedra, chirridos de jarcias y aperos y el olor de un pan olvidado en el horno.

El urogallo desciende en busca de semillas desde los techos del mundo.
       El arco sigue la curvatura de su presa. El ave cae. Diestras manos lo destazan y del buche tibio y sangrante ruedan pepitas doradas que trituraban su alimento.
       El ave colma tu apetito, noble cazador, pero despierta la ambición de tus siervos que subirán jadeantes la montaña como perros de caza, hasta el santuario de los urogallos, en busca del oro.

Porque no matas
ni destruyes sin límite
habrá abundante caza en tus rutas,
protegido del cielo.

Como la barba
de los jinetes a galope
así se doblegan
copas de arbustos
penachos de palmas
sirgos de pastizales
abrasados por el simún.

Bajo tu aliento en reposo
el claroscuro de la piel de nutria.
         Afuera el viento eriza hilos de cobre:
pastos maduros que no alcanzan
a comer los ganados
por la vastedad de tus dominios.

Sobre un montículo la tienda regia
donde trazan su estrategia tus guerreros.
        El sol pace entre nubes
y sobre la estepa avanzan
sus rebaños de luz.

La seda púrpura del palio
bulle con el viento:
incendio del cielo en la tierra.
       Y yo me esparzo como la ceniza por ti.

Teas contra el cielo
lindan el cerco de los desposeídos.
       Tirada por veinte bueyes
la tienda regia avanza:
blancos ganados en la noche
constelación que descendió en la tierra.

Sables en alto
inclinados a la venganza.
Entre el follaje de plata
y los caballos de guerra:
los rostros de agua.

Armas depuestas
se deforman bajo el incendio.
Arrasa el fuego yurtas y cadáveres
consume zarzas
pájaros ahogados.
      Tres picos
tres montes son testigos.

Infusión de brasas
para el temple de los asustados.
      Humo de boñigas
para ahuyentar de las heridas los insectos.
      Hierbas aromáticas
en los pliegues de las mortajas.
      Inician los dioses el recuento del día.

Elva Macías (1944)
Entre los reinos
Presentación de William Johnston.
Lecturas Mexicanas. Cuarta serie
Conaculta, México, 2002.

Jueves

Los fusilados de Goya

Morimos
pero nos empeñamos
en que soñar
es más que estar vivo,
es haber vivido
el último percance
del equilibrio.
Los hombres no toleran
la conciencia, ni
se toleran como fieras.
Y si no se apegan a la luz
son más tristes, duros,
solitarios. Gorjeando
contra el frío, los jubilosos
huesos.
Morimos. Donde hay alma,
sobrevive. Y toda la eternidad
es ver el instante
en que las armas nos apuntan
con su fuego.
Y más que la puntería,
el grito enorme,
como flores calladas
junto a los ojos.
Son párpados que expresan
su odio.
El pelotón explota
y nosotros miramos en la cara
vuestro susto, la muerte
que nos dais, el sueño
floreciendo igual a un campo,
donde fusiles plantados
se levantan.
Y esta puerta
abierta
sobre la muerte.

T. Eduardo Langagne

 

Os fuzilados de Goya

Morremos
mas não abrimos mão
do que sonhando,
é mais do que estar vivo,
é ter vivido
o último percalço
do equilíbrio.
Os homens não toleram
a consciência, nem
se toleram como feras.
E se à luz não se apegam,
são mais tristes, duros,
solitários. Gorjeando
contra o frio, os ledos
ossos.
Morremos. Onde é alma,
sobrevive. E toda a eternidade
é ver o instante
que as armas nos apontam
com seu fogo.
E mais que a pontaria,
o grito enorme,
como flores caladas
junto aos olhos.
São pálpebras que falam
o seu ódio.
O pelotão explode
e nós olhamos na cara
o vosso susto, a morte
que nos dais, o sonho
florescendo igual a um campo,
onde fuzis plantados
se levantam.
E esta porta
aberta
sobre a morte.

Carlos Nejar

 

El ciego de la guitarra

Ciego con los ojos
y muerto. Ciegos
los oídos. Con los ojos
de remoto recuerdo.
Nariz arqueada y muerta.
Sombrero entornado
y muerto. Bajo la capa,
mortaja. Muerto
muerto muerto.
Pero la guitarra
salta, la guitarra
letrada y casta
derrama la alegría
de un pueblo
en torno.
La guitarra es el ciego.
La guitarra es el ciego.
La guitarra tiene los ojos
encendidos.

T. Eduardo Langagne

 

O cego da guitarra

Cego com os olhos
e morto. Cegos
os ouvidos. Com os olhos
de remota lembrança.
Nariz adunco e morto.
Chapéu entornado
e morto. Sob a capa,
mortalha. Morto
morto morto.
Mas a guitarra
salta, a guitarra
letrada e casta
jorra a alegria
de um povo
em torno.
A guitarra é o cego.
A guitarra é o cego.
A guitarra tem os olhos
acesos.

Carlos Nejar

 

Entre las cenizas

Confieso a las hormigas
las crudas penas y ellas
en la tierra de la noche lerda
serán futuras amigas
y confidentes. Mi cuerpo
podrá decir las tiernas
cosas que nos ignoran.
Sólo hablaré con mi cuerpo,
que el alma estará lejos.
Y las hormigas no necesitan
que el alma exista. Alondras
de la oscuridad, sabidas,
mínimas, dejan sus hojas
en el hormiguero. Entre las cenizas,
el polvo se llenará de voces.
Y mi boca de hormigas.

T. Eduardo Langagne

 

Entre as cinzas

Confesso às formigas
as cruas penas e elas
na terra da noite lerda
serão futuras amigas
e confidentes. Meu corpo
poderá falar as ternas
coisas que nos ignoram.
Só falarei com meu corpo,
que a alma estará longe.
E as formigas não precisam
que alma exista. Cotovias
da escuridão, sabidas,
mínimas, deixam suas folhas
no formigueiro. Entre as cinzas,
o pó se encherá de falas.
E minha boca de formigas.

Carlos Nejar

Carlos Nejar nació em Porto Alegre, Brasil, en enero de 1939. Es miembro de la Academia Brasileira de Letras, que lo ha postulado al Premio Nobel. Anota el crítico Léo Gilson Ribeiro, quien realizó la antología Los mejores poemas, de Global Editora, Sao Paulo, 2012, que Nejar, en árabe, significa carpintero.

Viernes

Práctica mortal

Subir los remos y dejarse
llevar con los ojos cerrados.
Abrir los ojos y encontrarse
vivo: se repitió el milagro.
        Anda, levántate y olvida
esta ribera misteriosa
donde has desembarcado.

 

Teofanías

No busques más, no hay taxis.
       Piensas que va a llegar, avanzas,
retrocedes, te angustias
desesperas.
                     Acéptalo
por fin: no hay taxis.
          Y ¿quién ha visto un taxi?
          Los arqueólogos han desenterrado
gente que murió buscando taxis,
mas no taxis.
                   Dicen
que Elías, una vez, tomó un taxi,
mas no volvió para contarlo.
          Prometeo quiso asaltar un taxi.
Sigue en un sanatorio.
          Los analistas curan
la obsesión por el taxi,
no la ausencia de taxis.
          Los revolucionarios
hacen colectivos de lujo,
pero la gente quiere taxis.
Me pondría de rodillas si apareciera un taxi.
Pero la ciencia ha demostrado
que los taxis no existen.

 

Relación de los hechos

Te vi pasar como un gato,
indolente y desdeñosa.
Derrapar: una mirada.
Todo parece tan remoto.
         Es algo más que tus ojos,
algo más que tus caderas.
Las colinas, tanto sol,
una mansa ingravidez.
         El amor hace milagros
de levedad y abandono.
Hasta el coche, de mirarte,
suavemente levitó.
         Voltereta: remolino
de pura felicidad.
Navego por tu sonrisa,
borracho de eternidad.

 

Alabando su manera de hacerlo

Qué bien se hace contigo, vida mía.
         Muchas mujeres lo hacen bien
pero ninguna como tú.
         La Sulamita, en la gloria,
se asoma a verte hacerlo.
         Y yo le digo que no,
que nos deje, que ya lo escribiré.
         Pero si lo escribiese
te volverías legendaria.
Y ni creo en la poesía autobiográfica
ni me conviene hacerte propaganda.

 

Sol en la mesa

Dios está aquí.
Perdido en el abismo
de un vaso de agua
demasiado visto.
         Dios está aqui.
La brisa, el sol, la mesa,
no son Dios. Mis ojos
no son Dios.
         Dios está aquí.
Se movió la ventana
y el Espiritu Santo
bailó en un vaso de agua.

Gabriel Zaid (1934)
La claridad furiosa
Antología
Cuarta de Rogelio Guedea
Lectorum, México, 2019.

Sábado

El duelo

Callar, callar ahora
el silencio tiene un espacio en nuestra lengua
deja que al paso de la noche
permanezca con los dedos abiertos en tu espalda
mientras mis dedos se alargan al tocarte.
       Busco tus huecos
me deslizo en tus grietas
toco fondo/ me impulso
humedezco los labios para hablarte
es inútil/ es silencio
es tan pronto tan largo este deseo.
        Tu piel escucha el lenguaje cifrado de mis dedos
mi piel responde
erizada-uniforme
mi cuerpo humedecido/transparente
derramando los muslos por los bordes
rebasando los bordes por los muslos.
       Callar, callar ahora
que al paso de la noche
terminaremos juntos este duelo.

Angélica de Icaza (1958)

 

Óleo de señora

Las uñas afiladas
de la mano abierta
sostienen el rostro
de perla sin luz.
      Tras el humo
del cigarro inmóvil
sus ojos
de edad indefinida
son jades cansinos.
      Sus labios de piedra
sorben rabia
de una taza.
      Más allá de la ventana
que la enmarca
la tarde gris
luce sus últimos metales.
      Tantos ocres
causan vértigo:
una muier se otorga
a la nada.

Dana Gelinas (1962)

 

Rojo

En ráfagas violentas la lluvia
salpica los vidrios sucios de mi ventana.
          Sacude a los dos geranios rojos
que florecen en el tiesto de barro,
los lava del hollín del patio oscuro.
          Los dos habitantes de las flores
–personajes que fueron–
escapan en torbellinos de agua.
          Ella recuerda la crónica olvidada.
Extraños pensamientos,
pájaros del pasado la invaden
caen en su corazón
fuente renacida de granadas abiertas
en el Jardín perdido.
        "Algún día
en el Paraíso estuvimos sentados
el uno junto al otro."
         Dice la voz de una memoria antigua
y en sus ojos se producen remolinos escarlatas.
         Espejismo del calor
aparece la silueta vestida de púrpura
que paseaba bajo las jacarandas
irradiando una luz magnética.
        Su oriflama ondula en el techo del palacio.
        El instante de una sonrisa
los laberintos de espejos llameantes
reflejan sus dos cuerpos incendiados.
        Rezuma el calor
las chispas estallan
el incendio se extiende
abrasa.

Helena Paz (1939-2014)

Las divinas mutantes
Carta de relación del itinerario de
la poesía femenina en México

Selección y estudio preliminar de
Aurora Marya Saavedra
UNAM / Praxis / Instituto Mexiquense de
Cultura / SOGEM / IPN, México, 1996.

Domingo

887 E
[Los comendadores,
por mi mal os vi…]

Los comendadores,
por mi mal os vi:
tristes de vosotros,
cuytada de mí!
Quando la fortuna
puso en mí su rrayo,
quinze eran de luna,
catorze de mayo,
quando aquel desmayo
de amores senti.
En mi casa estando,
libre de dolores,
conbidó Hernando
a los comendadores:
con pasión de amores
Jorje miró a mí.
Tanto me mirava,
de mi amor pagado,
que se trasportava
sin comer bocado;
su rrostro abaxado,
sin color, le bi.
Yo sentí su pena
y tormento esquibo,
y vime en cadena,
si él se bio captibo,
y si él ardía vivo,
yo me abrasé allí.
En la triste ora
cay sospirando.
"¿Que sentís, señora?"
me dixo Hernando;
yo, disimulando,
tal respuesta di:
"El manjar me á echo
el nuebo acidente
que dentro en mi pecho
mi corazón siente"
Mas él, mansamente,
me respondió ansí:
"Lunbre de mis ojos,
de mill gracias llena,
si ellos son antojos,
vengan norabuena".
Yo a llorar mi pena
me aparté de allí.
Vime de amor presa,
con desconfianza,
pues dexé a la mesa
toda mi esperanza,
que amorosa lanza
Jorie tiró a mí.
Después de comer
fue la su partida,
do me vino a ver
el bien de mi vida;
yo por despedida
un anillo le di.
En ricos trotones
parten a la brida,
de oro guarniciones
y seda torzida;
su gente vestida
de oro y carmesí.
Su partida echa,
como avéis oýdo,
concibió sospecha
d'ello mi marido,
mas, como entendido,
recojióla en sí.
Jorje en corte estando
con el rey, muy ledo,
vióle el rey mirando
un anillo en el dedo,
y en secreto y quedo
dixo a Hernando así:
"Un anillo vuestro,
que mío ser solía,
en el dedo diestro
Jorje le traya".
Y ésta fue la guía
por do me perdí.
Hernando, avisado,
viendo lo que pasa,
muy disimulado
vino para casa,
y como una brasa
me dixera así:
"No mostréis, tristeza,
lunbre de mi vida,
que manda su Alteza
haga una partida".
Yo, triste, aflixida,
luego le crey.
Allí me abrazó
el pobre de Hernando
y se despidió
de mí sollozando;
yo deseava el quándo
verle ydo de allí.
Que el fuego amoroso
que en mi pecho ardía
de todo reposo
pribado me avía;
busqué modo y ora
y a Jorje escribi.
Lo qual fue ocasión
que luego partiese,
porque el corazón
de pena saliese
y que se viniese
luego para mí.
De brocado y verde
mi Jorje venía,
sin que se le acuerde
de su honrra y la mía.
¡Triste fue aquel día
que me vio y le vi!
Llegan a mi casa,
y abríles la puerta,
sin sentir la brasa
que estava encubierta;
fuimos a la huerta
a holgar allí.
Mesas nos pusieron
cabo unos laureles
y las conpusieron
sobre los manteles,
de rrosas, claveles
que abundan allí.
Muy lindos pabones
sirben rricos pajes,
perdizes, capones
y dos mill potajes;
de carnes salvajes
a comer les di.
Si les di muy buena
y rrica comida,
muy más fue la zena
costosa y cunplida,
pues costó la vida
a ellos y a mí.
Gran sera tubimos
después de zenar,
hasta que nos fuimos
todos a acostar,
triste, sin pensar
el mal para my.
Salas tapizadas
y camas hermosas,
todas rroziadas
con agua de rosas;
de frutas sabrosas
colazión les di.
Y las mis criadas,
de mi mal testigos,
después de zerradas
puertas y postigos,
a sus dos amigos
lleban para sí.
Llegada la ora
de nuestros amores,
Jorje me enamora,
yo le di favores,
pues nuestros dolores
fenecían allí.
Y todos estando
en gozo cumplido,
saliera Hernando,
que estava escondido:
todo mi sentido
en velle perdí.
Un negro alunbraba
con acha enzendida,
y él, con furia braba
y saña crezida:
¡triste su venida
fuera para mý!
Y con un montante
a Jorje, en mis brazos,
con furia pujante
hizo mil pedazos:
¡mirá qué enbarazos
sentiría yo allí!
Con golpes esquibos
yere y desbarata,
quantos alla vivos
a todos los mata,
y a mí más, yngrata,
que matarlos vi.
Ya que los avía
muerto y asolado,
a mí se bolbía
muy encarnizado,
y con rostro ayrado
me dixera ansy:
"Pues me deshonraste
sin darte ocasión
y tal ansia echaste
en mi corazón,
justo es tal traizión
la pagues aquí"
Luego mi cabeza
cortó como a ellos;
túbola gran preza
por los mis cavellos,
porque con aquéllos
a Jorje prendí.
Por tal sacrificio
fenezcan mis hadas;
nadie sigua el vicio
de tales pisadas:
señoras casadas.
escarmentá en my.

Margit Frenk (1925)
Nuevo corpus de la antigua lírica
popular hispánica (siglos xv a xvii)

Tomo I. UNAM, Colmex, FCE
México, 2003.

 

 


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