Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 24 de Junio de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Dead Woman’s City

Lasciate ogne speranza, voi ch’ intrate.
Dante Alighieri, El infierno
Primer círculo, La ciudad desierta

Welcome to La suave patria
to Dead Woman’s City only
chaval o paisa cruza el bordo
hasta la rue morgue avenue
Canta un blues rabioso
junto a Bob Dylan
debajo de las estrellas
que se incendian funestas
en el cielo de El Paso
Admira en silencio
cómo las luces y las rocas
que cimentan esta ciudad
se desmoronan
La noche es un animal de piel neón
En Dead Woman’s City
el infierno se desliza ebrio
sobre el metal de la noche
y el silencio acostumbrado
de grillos de la maquila
La Juárez is dead
toma el siguiente taxi
y dile al bato que te bajas en
el callejón Sucre, frente a
la puerta del Monalisa
Hemingway y José Agustín
Te darán de beber birria fresca
ofréceles un dólar como pago
de peaje para cruzar el Aqueronte
Considérate feliz si lograste
cruzar a Río Grande
No se aparte tu vista de
la división de la frontera
o contemplarás la geometría
de la herrumbre
la negritud del silencio
que florece en la espina

Esther M. García (1987)
Antología de letras, dramaturgia, guion
cinematográfico y lenguas indígenas
Jóvenes creadores del FONCA
2016 / 2017 segundo periodo
Secretaría de Cultura, México, 2017

Martes

Diecisiete

Mi lengua es lenta
lame los intersticios
lame las orillas
y las oquedades,
las cuevas,
las grutas,
el filo de las curvaturas.
Mi lengua boa
tuerce las nervaduras
de la piel,
roza el haz de las venas
que palpitan.
Mi lengua es una leona hambrienta
sin salida,
una loba que acecha
agazapada
entre las sábanas.
Ten cuidado.
Dios me dio el ansia
Y la saliva.

Ethel Krauze (1954)
Lo que su cuerpo me provoca
Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Xochimilco, México, 2016

Miércoles

Teoría del espacio

Vamos a comenzar por el principio
Estamos aquí.
Ustedes lo saben tan bien como yo.
Unidos por la palabra estamos aquí.
Al servicio de una voz estamos aquí.
Leyendo entre líneas estamos aquí.
Al pie de la letra estamos aquí.
¿Acaso conocemos otro punto
de partida que el estar aquí?
Nunca hemos estado en otro lugar.
Nunca hemos conocido otro tiempo.
Nunca nos hemos visto en el pasado.
Nunca nos encontraremos en el futuro.
Esto es lo que conocemos
y esto lo que compartimos.
No tenemos otro espacio.
No tenemos otro tiempo.
No tenemos otra vida.
No tenemos otro cuerpo.
Estamos aquí.
Sólo aquí.
Aquí.

Alberto Blanco (1951)
La raíz cuadrada del cielo
Universidad Autónoma de Nuevo León,
Monterrey, 2016

Jueves

Coda
(para música callada)

a Irene Gayraud

Yod
Sin lengua me llamaste
Sin manos cubriste mis ojos de ceniza
Sin boca me diste a beber la ley
Sin brazos me mantuviste en cautiverio
Sin vino me embriagaste
Sin morada me consolaste al sol de tu esplendor

¿Adónde huiré de tu presencia?
¿adónde me dirigiré?
Si escalo los cielos
si duermo entre los muertos
estás ahí
tierra intocada que piso
sin entrar
soy huérfano de tu destino
como el ciervo huiste
nadie conoce las huellas
de tus pasos
pero en mi desolación
no hay tinieblas
tu ausencia ilumina
como el día
como la sombra
como la luz

He
Déjame comer el polvo de tu enterramiento
nada poseo de ti
sólo la luz destruida
en cenizas
la promesa de la alianza
rota
la ley de tu dulzura
mi boca
sepultura de tu nombre
alfabeto calcinado cuyo ardor
alivia

Vav
En la noche
el canto de los cantos
dice tu nombre

He
¿quién me dará de beber la luz
que en silencio nace de tu boca?
¿la viste crecer? ¿cómo una planta que surge
en nuestras manos?
¿cómo una flor que nace de tus dedos
cuando me tocas? ¿cuándo
dejo palabras en tu boca como semillas
de sol?
¿se abren? ¿son dulces aún? ¿arden
en tu mano los días
pequeñitos
como una llama que no quiere morir?
¿cómo caminar a ciegas con un secreto
resplandor bajo los párpados?
¿así lloramos así
nacimos esa noche? ¿temblando
como el tiempo en nuestras manos?
¿cómo los días que aún no llegan
te sumerges en mí? ¿río
extraviado de su cauce? ¿agua de recuerdos
bebes de mí? ¿soy la sed
de los años por venir?
¿memoria aún sin nombre? ¿al recordarme
me diste nacimiento? ¿entre las letras
de tu nombre soy tu nombre?
¿son sílabas que duelen? ¿cómo lanzas en mi lengua?
¿gamo en el cielo rocío llamarada?
¿o eres la paz? ¿por fin la paz
del agua oscura? ¿cómo el jardín
de otro tiempo?
¿lo recuerdas?
¿debajo de ti?
¿la llaga de luz que abres como la dulzura?
¿de ahí bebo tu nombre
mi nombre
como un animal herido que fulgura?

Ernesto Kavi (1981)
La luz impronunciable
Sextopiso, México, 2016

Viernes

De La ausente

La mujer blanca se oscurece el cabello,
se tiñe las areolas, las pestañas,
la pelusa dulcísima del vientre,
el vello filiforme en las orejas
y su pistilo muerto de antemano,
formas de queratina con que el muslo,
la axila, el pubis, los secretos túneles
para las formaciones indoloras
e insensibles del pelo corporal,
arrojan el color y los desastres.
Así modificada en su pigmento
ella confía en ahuyentar la muerte,
los cumplidos once años de la pérdida,
el fario de este toro funeral.
Cuando recorre calles olvidadas
en las que se secaron los lagartos,
su pelo enrojecido es su muleta
y arrodilla el pasado y lo acobarda.
Sin embargo, sus lágrimas son rubias,
gotas de agua clarísima y feroz
por las que el norte llueve su pesar
inagotable y vivo, necesario.
En su imparable suma y crecimiento
que añade dos centímetros por mes,
el pelo cubre el cráneo, las suturas,
la expansión celular, ramificada
de la piel encendida por el hombre
que se murió de pronto y para siempre
transformando la cana en arañazo
por sus burbujas de aire intersticial.
Antes de regresar, la mujer rota
se pinta el pelo con un gran pincel
y esconde su pelambre de animala
que olfateaba loca a su varón.
Las lágrimas, no obstante, la descubren.

María Ángeles Pérez López (1967)
Cicatrices de aire
Ediciones Caletita, Tijuana, 2014

Sábado

Reflexión sobre un recinto barroco

En un claustro geométrico de luces,
la garra de la monja escribe, sella
su ardor, con una imagen dual de estrella
que, al sol con corte de astros, cae de bruces.
La envidia se encapucha. Fijas cruces
proyectan filo o sombra en la faz bella
(rayas que en la memoria blanca de ella
trascienden a barrotes –tragaluces).
Puede ser expansivo su mañana.
Su pulso es orbitado por la plana
superficie del mundo, y no despacio.
En la celda sonora de Sor Juana
resuenan resplandores de palacio:
los signos dispersados al espacio.

Samuel Noyola (1965–¿2007?)
El cuchillo y la luna. Poesía reunida
Conarte / El Tucán de Virginia,
Monterrey, 2011

Domingo

Señora Santana

Para Esteban y Calletana (qepd)

–Señora Santana
¿por qué llora el niño?
–Por una manzana
que se le ha perdido…


Pero el niño no llora
ni se duerme con la nana
que le canta su abuela.
Le gusta oírla,
arrullarse sin cerrar los ojos,
jugar a que es un bebito
y que el mundo
cabe en ese pedazo de cama,
en esa mano de arrugas
que le palmea la espalda
suavecito
mientras le dice
que arriba del cielo
hay un agujero
por donde se asoma
Calzones de Cuero…
Y entonces viene la risa
porque quién sabe cómo
se imagina a ese extraño
personajes del que habla
aquel canto.
Ella le dice que se vaya
mucho al demonio
porque ella sí tiene sueño
y se voltea para dormir.
Él se queda despierto y divertido
saboreando la manzana
perdida
y el eco de la voz
de Cachetana…

Carmen Julia Holguín Chaparro (1967)
…y a pesar de las cicatrices
The University of New Mexico, Albuquerque, 2017


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