Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 30 de Junio de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Al amor

¿Por qué, Amor, cuando espiro desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa hermosa
doncella, tan ardiente y tan graciosa,
que por mi obscuro asilo has asomado.
En tiempo más feliz, yo supe osado
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella, temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.
Hoy de mí mis rivales hacen juego,
cobardes atacándome en gavilla;
y libre yo, mi presa al aire entrego.
Al inerme león el asno humilla.
Vuélveme, Amor, mi juventud, y luego
tú mismo a mis rivales acaudilla.

Ignacio Ramírez (1818-1879)
El Parnaso mexicano (los trovadores de México)
Maucci Hermanos, México – Buenos Aires, 1905
José López Rodríguez, Habana

Martes

Segundo instante

Allegra es una joven exuberante y bella.
Larga como una espiga el deseo le recorre todo el cuerpo.
Se envanece de sí misma y de su búsqueda incansable.
Ama empaparse con la lluvia y caminar descalza
en la intemperie donde nadie se preocupa por ella.
(La libertad es imprescindible…)
No sabe cómo se contagió de letras
de páginas enteras plagadas de palabras.
Fue desde niña que le hervía la sangre
se quemó los ojos con su propio fuego
y las venas se le abrieron con esa soledad
que nunca dejó de acompañarla.
Y ya que elegir es limitar
decidió
vivir
ilimitada.

Desde su infancia caminó sin nombres
ni apodos compañeros.
Sola sin manos entrelazadas quiso
pertenecer a todas partes.
Aún no encuentra sitio para enraizarse.
Su sangre sigue teñida de sombras
de callados instantes surgidos de la noche.
Piensa que la vida es una jugarreta de Dios
un mal chiste.
Que la ración de felicidad que le tocaba
llegó a su término.
Y por ahí anda de mendiga cósmica
–a la López Velarde– exigiendo
respuestas que no encuentra.

A veces se detiene a la orilla del mar en espera
que el oleaje arroje caracolas
y en sus cuencas oír los secretos marinos.
(¿Podrá el mar darle las respuestas?...)
Otras más se para en medio de los campos
–como como de niña lo hacía– y
escucha al viento murmurar con las alas
de las mariposas y ramas de los árboles.
De estas mañas aprendió el idioma de los roces
ese de las pieles que en caricias conversan
incluso cuando el amor es inventado.
Cimienta secretos que rescata de los años.
Llena su baúl con el dolor que heredó de sus abuelos
y una guerra que nunca conoció de frente.
Aún en paz
se siente perseguida por la mitad de los suyos.

Hija de Júpiter y de Saturno desquiciados.
Hija del swing y hermana del rock
llenó su sangre con el aliento de los Beatles.
Creyó en los efectos de las pirámides y la imaginación de Cortázar.
Siempre le gustaron los alcatraces y la pintura de Diego.
Se perdió en la sensualidad que los jóvenes padecen
al hundirse en la poesía de Sabines y la música de Garbarek.
Gritó con los versos de Huidobro y deseó morir como Isadora Duncan.
Padeció tortícolis por mirar las estrellas y la Capilla Sixtina.
Hizo el amor en Grecia con el perfil de su mismo nombre.
Caminó las calles santas del Medio Oriente
y flotó en el Mar Muerto con toda su vida a cuestas.
Visitó la primera sinagoga de la historia
y miró rezar a musulmanes en mezquitas de oro.
Ahí les robó el corazón a hombres rudos y fugaces.
La acompañaron guitarras
tambores
lunas menguantes
arena y viento.
La sedujeron sangres aventureras
y una infinita tristeza salvada por sus pasiones.

Amó como perra y fue amada como sirena.
Anduvo ebria en parques y fiestas en las que descubrió el deseo
de poseer y ser poseída.
Se enamoró de sus maestros y compañeros que apenas conocía.
Con su jazzístico y clásico gusto por la música
bebió licor y té oriental hasta el cansancio.
Olió extraños inciensos y sufrió derrotas de estudiantes.
Fumó mota y se emborrachó con alcohol del barato.
Se casó virgen y le falló el matrimonio.
Tuvo una familia de hermanos voluntarios y pecó de célibe.
Rival de su propia historia lloró por décadas enteras.
Con lágrimas regó el odio en espera que sus sales lo secaran.
Su necedad fue agotadora
igual que la persistencia de sus dudas.
Siempre luchó por su libertad e integridad solitaria.
Nunca abandonó las búsquedas.

Andrea Montiel (1950)
La niña de Orión
Trajín, México, 2018

Miércoles

Segundo instante 2/2

Allegra quiere que su casa siempre huela a nardos
e inciensos chinos.
Quiere amar en el ocaso y en el alba
con el aire como cómplice
el agua del bautizo de sus pasos por la vida
y la confirmación de su muerte.
Cree en Dios y también ha negado su existencia.
Sigue sin entender los recuerdos roídos
que se le enredan a los huesos
(telarañas que impiden su libertad
su vicio de soledad y su alma errante…)
Nada se revela a sus huellas o a sus herencias en pugna.
Ni en aquel tiempo de niña
ni en el de la adolescente ingenua.

A veces toma la vida en broma.
Corta hongos para dar de comer a sus comensales.
Llora y con sus lágrimas sala los manjares que cocina.
A veces regresa de nuevo a la niña que fue un día
y le duele la existencia.
Flota en un mundo de desencuentros y nostalgias.
En ese inicio que siempre la amenaza con un término.
Pierde las ganas de vivir
pierde sus nombres
sus rostros se diluyen en el aire.
El sol es astro frío que alguna vez la calcinara
y ahora entre tardes melancólicas transita.
Cuenta pasos
siente las deudas que han de pagarle los instantes.
Sabe que ha nacido sola y morirá sola
y quiere entender el misterio del amor
que al paso encuentra.

Después del primer amor
ya nunca será igual la madrugada.
Hoy el querer desquiere a Allegra
sus sueños antes de nacer se desgarraron
y un pesar con ella se entreteje:
los frutos al mirarla se resecan
–las tardes lloran– la música se duele.
Su tristeza da una vuelta larga
a ver si el mundo aún existe
y borra las palabras descuidadas
o aquellas que detienen el respiro.
(Bien sabe que ha de perdonar y perdonarse…)
Su corazón late en clave de ternura
y con el sonido ancestral de los vocablos
celebra la vida incluso a contratiempo.
El torrente de su sangre forma mares
los mares con sus oleajes bañan sus heridas
y amanece…

Allegra atraviesa un túnel.
Mira largo hasta donde le alcanza la mirada.
Reconoce que habitó instantes que no le pertenecían
y una arritmia heredó de aquel ciclo enloquecido.
Descubre que a ningún sitio pertenece.
Ningún rayo de luna la posee.
¿Dónde habitó tanto tiempo?
(En un oscuro lugar donde dejó de ser y sólo estuvo…)
A ráfagas se desvanecen los pasadizos inventados
escarba el viento para sembrar
un sitio al que pertenecer mañana
y al amor aguarda
sobre esa cuerda floja que a la vida nos aferra.

Andrea Montiel (1950)
La niña de Orión
Trajín, México, 2018

Jueves

Heliocentrismo y astrónomos

Estamos atrasados de noticias:
la luz del Sol que llega al mundo
proviene de una estrella desaparecida.
El Sol es un fantasma,
espectro de una estrella
muerta en tiempos algo más que remotos,
a distancias medibles sólo en parsecs
y otros signos que se agencian los astrónomos
para consolar su estéril tacto de invidentes.
El Sol fue siempre la mayor estrella
de nuestro Universo,
aunque el dedo la oculte en ocasiones.
El Sol vivió en la orilla de la orilla,
el punto más lejano de la enorme lenteja.
Su luz nos llega tarde
y nos parece, en vuelo por los montes,
un astro enano, como el dedo.
La cosa no es así:
fue la más grande de las grandes lucernas,
y aunque la más lejana, la que arriba
con mayor apariencia a nuestros ojos.
Por eso, ¿o no?, somos criaturas moribundas.
Vivimos atrasados de noticias
y un astro muerto nos calienta
con luz muerta.

Eduardo Lizalde (1929)
La zorra enferma
Joaquín Mortiz, México, 1975
Premio Nacional de Poesía

Viernes

Dos líricas para enderezar una probeta

1. Embrión del estornudo

Embrión de grasa: tierra
de colesterol y fiel glucosa:
la vida
no debe tener edulcorantes
y los fracasos no deben
reducirse a pocas porciones.
Lejos de ser salvavidas,
cualquier indicio de vanidad
es menor a un analgésico.


2. Matriz del relámpago

¿Hay uniformidad en el respiro?
Tribus-cardúmenes
de oficinas
frente al pulso de un salario,
donde el altavoz
anuncia la hora del almuerzo,
y la normalidad mínima
premia la obediencia
con el sello distinguido
del empleado del mes.
(La realidad es fábrica
de embutidos
cuando se escribe con smog).

Armando Salgado (1985)
Coneculta Chiapas,
Secretaría de Cultura
Guadalajara, 2018
Premio Internacional de Poesía
Jaime Sabines, 2017

Sábado

El corazón de la rosa

Publicado en 1994 mi libro de poemas titulado Rosas, continué hallando apuntes, referencias, pistas literarias, que me hubieran permitido (es habitual en estos casos) agregar nuevos textos al conjunto, pero en especial descubrí algunas notas internacionales de prensa sobre recientes hipótesis científicas relacionadas con mis libres ficciones líricas.
Una de las gacetillas que más me sorprendió* fue una reseña a la que me referí en algún artículo de enero de 1995 sobre las declaraciones del naturalista hindú Jagadis Bose (cuyas obras desconozco) acerca de su último descubrimiento: la existencia evidente del corazón de las plantas. En el resumen de prensa, el redactor de la nota señalaba: “No se atreve Jagadis a asegurar que los vegetales sean conscientes, pero los considera más sensibles que los seres humanos”. A propósito de la Mimosa pudica, del Brasil (a la que ya mencionábamos en los primeros textos de este libro), que pertenece por cierto a la especie Hostilia, de la que se obtiene un “rapé” embriagante y alucinógeno, el sabio ha comprobado que ella “presenta deplorables hábitos de auténtica disipación”, pues duerme largamente durante el día (como otras aquí descritas e imaginadas) y se mantiene de noche en la vigilia, lo que quiere decir, en términos vulgares, que se va de farra, parrandea todas las noches y se recupera de los estragos por la mañana, como todos los adictos humanos a los estimulantes de diversas clases.
El tema es viejo, y ya ciertos teóricos de las ciencias ocultas, budistas y brahamanes, sostenían que todos los vegetales tienen alma y son corporalmente tan sensibles como los hombres. Ignoro si el hindú habrá logrado en realidad probar por la vía científica algo nuevo en ese terreno.
Por lo pronto, no me resisto aquí a reproducir el breve poema que sobre las rosas cardíacas se incluía en mi libro.

Vive la pobre rosa al día,
como cualquier poeta debutante o maduro,
y gasta todo el gordo caudal de su fragancia
en el más corto tiempo,
con todo el corazón, pues ella misma
–la rosa escribe a veces casi con sangre–,
única flor que late, dice un herbolario,
es corazón rojo y enfermo,
toda corazón, rosa encarnada desde su nacimiento.
Se ha demostrado el hecho con estetoscopios
en extremo sensibles,
dispuestos para detectar palpitaciones
aun en seres sin sangre, viejos muebles,
fósiles arbóreos,
e infartos al miocardio en rosas que agonizan.

* Nota de Aurelio Aviña (“Últimas noticias”, Excélsior, 12 de febrero de 1994).

Eduardo Lizalde (1929)
Almanaque de cuentos y ficciones (1955-2005)
UNAM / Ediciones Era, México, 2010

Domingo

De “Elementos para un poema”

XXV

No soy todavía lo suficientemente viejo como para escribir un poema de amor que valga la pena recordarse, uno que anide más allá de la piel, no puedo cruzar el umbral del placer doloroso de una espera. ¿Cómo penetrar en lo inefable? ¿Cómo describir una mirada, de tal forma que se descubra en ella la flama doble que disuelve el caos en la conjunción de dos que son el todo? La vanidad y el egoísmo apenas me permiten ofrecer un testimonio del calor hospitalario de unos labios y de las cicatrices que inevitablemente quedan después de cada encuentro.

Norberto de la Torre (1947)
Tiempo es una metáfora que duele
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Editorial Universitaria (UMSNH), 2002


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