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mero, su duración predeterminada. Un diálogo breve entre Santa y q
le abre por primera vez la puerta de la casa galante donde habrá de trab
señala claramente la diferencia entre ambos espacios:
–Ud. no es de México.
–Sí soy, es decir, de la capital no, pero sí de muy cerca. Soy de Chimalist
debajo de San Ángel –añadió a guisa de explicación– se puede ir en los tren
¿no conoce Ud.?
Científicamente preciso en su topografía urbana, Gamboa se autocen
a la hora de ubicar el sitio que será el escenario de mayor interés e
novela. Traza, eso sí, las coordenadas: la casa de prostitución de Elvir
encuentra en “un barrio galante y muy poco tolerable por las noch
donde hay una tintorería francesa, una cantina llamada
La vuelta de los
yes Magos
, una tienda de bronces italianos. Los prostíbulos son apenas
biertos por unos árboles escuálidos que intentan alejarlos de la mirad
la escuela pública de niños que se halla enfrente. José Juan Tablada, qu
ante la publicación de un poema erótico habría de sufrir la censura d
moral victoriana encarnada en Carmen Romero Rubio, recuerda esta c
vivencia entre los escolares y las que más tarde llamará musas profana
[…] casi cuatro manzanas con sus dieciséis calles correspondientes, cerca
Gran Teatro Nacional a un costado de la Alameda, eran los dominios de a
lla población que con buena voluntad y algo de optimismo, podría llamar
Citerea capitalina.
Su núcleo lo formaban los dos callejones de López que atravesaban
calle de Independencia a la que entonces se llamaba del Puente de San Fra
co... La densidad de la población de Citerea era grande en aquellas rúas,
sus dominios se extendían mucho más allá, diseminándose y llegando
el jardín de Tarasquillo por un rumbo y por el otro hasta el Callejón de S
Isabel, también arrasado y que entonces desembocaba en el lado oriental
Alameda.
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José Juan Tablada,
La feria de la vida
, p. 87.