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vez, el factor fundamental de la grandeza de este escritor. Y si bien la v
cación médica de los personajes de
Palinuro de México
nació y creció en l
vieja facultad de medicina, en la “casa chata”, en ella podemos oír ecos d
la escuela hipocrática, de las hipótesis y teorías de Salerno, algunos post
lados científicos de Montpellier y, al mismo tiempo, los hallazgos de un
policlínica contemporánea.
El verdadero triunfo, sin embargo, estaba siempre a la misma distancia y pa
alcanzarlo, y como todo caballero camino al paraíso, como toda alma musu
mana que se dirige a la cima de la montaña del Jacinto, como todo espírit
hebreo que se encamina al Midrash Konen, Palinuro supo que debería primer
triunfar en todas las pruebas que le prescribiera la Providencia después de co
testar al llamado al héroe y de reconocer el disfraz miserable del portador d
destino, que bien podría, por ejemplo, aparecer con la forma de una ranita
tela sintética que diera saltos sinópticos mientras cantaba: ¡Cro-Cro, Cro-Cr
Crolán!
Carlota está condenada irremediablemente porque cometió el único delit
imperdonable para el ser humano: vivir dentro de la insania de sus propi
sueños, tramar con ellos la urdimbre de sus días y relegar tiempo y esp
cio al desván de las cosas inútiles: sólo existe el presente eterno en que s
mezclan predicciones y memorias, intuiciones superiores al conocimient
y visiones que no necesitan justificación fáctica. Sentenciada como Segi
mundo al perenne crepúsculo de su fantasía, la emperatriz de México n
busca redención alguna porque la lleva en sí misma.
Porque ni el día ni la noche se inventaron para los sueños. Ni las luces del am
necer pueden contarnos cómo nacen los sueños de sus cenizas ni la penumbr
del ocaso, cómo los sueños se consumen en llamas. Porque por los sueñ
no pasa el tiempo, no se inventaron para ellos ni el sol ni las estrellas y ni l
granos de oro de los relojes de arena pueden contarnos cómo se desmorona
los sueños para hacerse sueños de nuevo, ni las lágrimas lentas de las clepsidr
pueden decirnos cómo se ahogan los sueños en su propio llanto, en su propi