Page 61 - tomo34

Basic HTML Version

63
del misionero. Ambos, en varias ocasiones y publicaciones, han mostrado,
con lujo de detalles, ejemplos y argumentos, cuánto de Nebrija y cuánto
de otras tradiciones europeas ha estado presente en la obra lingüística de
misioneros como Gilberti como parte importante del bagaje teórico con
que han abordado la descripción gramatical de las lenguas amerindias del
siglo xvi.
No estaría de más, sin embargo, ahora que se conocen mejor, mucho
mejor, las ricas tradiciones lingüísticas hebrea y árabe de España, revisar el
estado que guardaba la gramática en España y Francia en la primera mitad
del siglo xvi, cuando estudiaba Gilberti, quien vino acá en 1542. Para los
mis­mos momentos en que los frailes adaptaban los modelos gramatica­
les europeos a las necesidades que les plantean las lenguas amerindias, ya
había inconformidades contra el imperio de Nebrija, como se puede ver
en el
Diálogo de la lengua
de Juan de Valdés escrito en Nápoles entre 1535
o 1536.
Hay, decía, una tradición gramatical española que quizás fuera hora de
explorar: me refiero a la tradición gramatical arábigo-hebrea a la que quizás
sea posible adscribir algo de la formación lingüística de algunos de los lin­
güistas misioneros en la recién descubierta América en aquel remoto siglo
xvi, como Gilberti, y ligar a esa tradición algunas de las categorías con que
ellos enfrentaron las lenguas americanas. La tradición lingüística he­brea,
por ejemplo, se remonta al siglo vi y da muestras, desde un principio, de su
habilidad lexicográfica. Como bien se sabe ya,
4
es posible hacer remontar,
quizás, un muy antiguo concepto de “morfema” a la poderosa tra­dición lexi­
cográfica y gramatical de Sefarad que podría haber servido de ins­piración a
los gramáticos misioneros del siglo xvi en su descripción de las lenguas de
América.
Entre los muchos posibles, sólo cito uno de los eslabones de esta tradi­
ción, David Qimhi (1160-1235), cuya obra filológica llegó a la Biblioteca
Nacional de Madrid, donde hay varios manuscritos de ella. Cito sólo su
Sefer ha-Sorasim
, registrado en la bnm como el manuscrito 5454, e iden­
el arte de la lengua de michoacán de fray maturino gilberti
4
Véase H. Bauer y P. Leander,
Historische Grammatik der hebräischen Sprache
, Hildesheim, G.
Olms, 1965, pp. 36 ss. Cf. además Herón Pérez Martínez, “Comentario”, en Óscar Mazín Gómez
ed.,
México en el mundo hispánico
, tomo I, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000, pp. 356-359.