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carlos montemayor
lo que refuerza los lazos fraternos e históricos entre las regiones que en el
extremo septentrional formaron la provincia de la Nueva Vizcaya: Duran­
go y Chihuahua. Esta simbiosis se evidencia en otro caso relevante, no de
las letras, sino de las armas: todos saben que Doroteo Arango nació en San
Juan del Río, Durango; también, paralelamente, se sabe que la figura his­
tórica Pancho Villa nació en Parral, Chihuahua. Hombre notable, de gran
inteligencia y probidad, José Fernando Ramírez es una figura que padeció
un aislamiento históricamente explicable; empiezan a revalorarse sus apor­
taciones, y la Universidad Nacional Autónoma de México ha publicado,
en el año 2001, en cinco sendos volúmenes coordinados por el relevante
académico Ernesto de la Torre Villar, sus obras históricas en la colección
Nueva Biblioteca Mexicana, que dirige nuestro también emeritísimo cole­
ga Miguel León-Portilla. Su grandeza se oscureció por lo que liberales de la
última parte del siglo xix consideraron un error político: aceptó la invita­
ción de Maximiliano para convertirse en el canciller del Imperio mexicano.
Una vez restaurada la República, se trasladó a Alemania; ahí, en la ciudad
de Bonn, falleció el 4 de marzo de 1871, cuatro años antes de que esta Aca­
demia iniciara sus labores. Por tal razón, aparece en nuestro
Anuario
en la
relación de mexicanos que pertenecieron a la Real Academia Española sin
jamás haber sido miembros de la Academia Mexicana.
Once años después de iniciadas las labores de la Academia, todavía en
el siglo xix, el 16 de marzo de 1896, el chihuahuense Porfirio Parra ocupó
la silla III, que encabezó por vez primera don Joaquín García Icazbalceta,
amigo cercanísimo de José Fernando Ramírez. A la muerte de Parra, el
sitial fue ocupado por colegas tan insignes como Antonio Caso, Antonio
Mediz Bolio y José Luis Martínez.
No fue sino hasta 1954 cuando ingresó en la Academia, para una fecun­
da estancia de más de 20 años, el tercer bárbaro chihuahuense, don Mar­
tín Luis Guzmán, una de las cumbres cimeras que nuestro continente ha
aportado a la lengua española. En un momento de tensas relaciones con la
Academia Española, consecuencia de la ruptura de relaciones diplomáticas
entre los gobiernos de México y de España, Martín Luis Guzmán fue un
factor determinante en el surgimiento y la conformación de la Asociación
de Academias de la Lengua Española, que imprimió un giro de 180 grados