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del hombre y desentraña la condición humana. A través del teatro no hablan
sus creadores, sino la sociedad de su tiempo.
El teatro tiene enemigos visibles: la ausencia de educación artística en la
niñez, que impide descubrirlo y gozarlo; la pobreza que invade al mundo, ale­
jando a los espectadores de las butacas y la indiferencia y el desprecio de los
gobiernos que deben promoverlo.
El teatro es un acto de fe en el valor de una palabra sensata en un mundo
demente. Es un acto de fe en los seres humanos que son responsables de su
destino.
Hay que vivir el teatro para entender qué nos está pasando, para transmitir
el dolor que está en el aire, pero también para vislumbrar un rayo de esperanza
en el caos y la pesadilla cotidianos.
¡Vivan los oficiantes del rito teatral! ¡Viva el teatro!
víctor hugo rascón banda