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recordando a julio verne
hijo de Pierre Verne, el cual se ha instalado en Nantes en 1825, con una
oficina de procurador, después de haber estudiado derecho en París y de
casarse con Sofía, una mujer adinerada. Hogar típico de clase burguesa,
muy católico y conservador. Pierre Verne es un buen abogado, amante de
la poesía y de la música. Le atraen los inventos de la ciencia, colecciona
y encuaderna, como era propio de la época, revistas y papeles que hablan
de descubrimientos tecnológicos y futurismo científico. Quisiera que su
hi­jo aprendiera las letras de algunas de sus canciones y cultivara el verso,
him­no familiar en las grandes celebraciones.
Julio Verne crece a orillas del río Loire, un río hecho mar; un paisaje de
veleros y goletas entre olor a alquitrán y especies ultramarinas. A los ocho
años se imagina timonel y navega con su hermano Paul, 16 meses menor
que él, y naufragan cerca de un banco de arena, sin mayores consecuencias.
A los 12 años conocerá el mar adentro en una travesía hasta Saint-Nazare,
el puerto mayor de entonces. Es un buen estudiante y saca excelentes notas
en geografía y griego. Bajo el estímulo paterno, se convertirá pronto en un
gran lector. Lo entusiasma el
Robinson suizo
de R. Wies, imitación en curso
escolar de la popular obra de Daniel Defoe, escrita en 1719. Su
Robinson
Crusoe
lo apasiona, será personaje y tema de su inspiración novelística. Se
aprende no sólo el título original en inglés –
The Life and Strange Surprizing
Adventures of Robinson Crusoe
–, sino los antecedentes de su título, esto es,
la historia del marinero británico Selkirk, un náufrago que vivió cuatro
años en abandono completo en la llamada isla Robinson Crusoe, en el
archipiélago chileno Juan Fernández. Contrariamente a la huella literaria
de Miguel de Cervantes con su
Don Quijote de la Mancha,
el
Robinson
Crusoe
de Defoe, siendo otro de los libros más editados y traducidos, opacó
la fama de su autor, al extremo de merecer este mordaz comentario del
catalán Eugenio D’Ors: “Es el más universal de los libros, pero Defoe es el
menos universal de los escritores”. Edgar Allan Poe sería otro de los autores
favoritos en la infancia y a quien ya como novelista consagrado, Julio Verne
dedicará uno de sus últimos libros.
En la documentación biográfica investigada por Herbert Lottman, en
su
Julio Verne
, se refleja la fascinación que al niño le produjeron las má­
quinas de vapor. En sus vacaciones se pasaba horas enteras en una fábrica