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juegos del narrador en el quijote
y el juego más portentoso es, por supuesto, el que se produce en el capítulo
noveno de la Primera Parte, donde el Narrador, transformándose por un
momento en personaje y fingiéndose descubridor del manuscrito de Cide
Hamete, habla todo el tiempo en primera persona. Es, dice Paz Gago,
“como si el narrador se hubiese introducido en la historia pasando del régi­
men extra-heterodiegético al régimen intra-homodiegético”.
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No es extraño que algunos de los momentos más lúdicos de la obra
aparezcan en los pasajes de la Segunda Parte en los que el Narrador alude
y cita a Cide Hamete Benengeli y a su traductor. Recordemos el comienzo
del capítulo II, 24, sobre la cueva de Montesinos: “Dice el que tradujo esta
grande historia […] que […] en el margen dél estaban escritas de mano
del mesmo Hamete estas mismas razones: ‘No me puedo dar a entender ni
me puedo persuadir de que al valeroso don Quijote le pasase […], y si esta
aventura parece apócrifa, yo no tengo la culpa […]. Tú, lector […], juzga
lo que te pareciere” (II, 24, p. 829).
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Este dirigirse al lector es, por cierto, otro rasgo notable que comparten
Cide Hamete y su Narrador. En la Primera Parte: “Y eran (si no lo has, ¡oh,
lector!, por pesadumbre y enojo) seis mazos de batán” (I, 20, pp. 218-219).
En la Segunda: “Deja, pues, lector amable, ir en paz y enhora
buena al buen
Sancho, y espera dos fanegas de risa que te ha de causar el saber cómo se
portó en su cargo” (II, 44, p. 982).
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Pero el juego más sensacional se da al comienzo del capítulo 44: “Dicen
que [¿quién dice?] en el propio original desta historia se lee que llegando
Cide Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él
le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo
[…]” (II, 44, p. 979) y cuenta la queja del moro. El obtuso comentario de
Clemencín a este pasaje hace aun más cómico el deliberado y deleitoso ga­
limatías del Narrador.
22
19
Semiótica del
Quijote…
,
p. 101.
20
Cf. el comienzo del capítulo cinco: “Llegando a escribir el traductor desta historia este quinto
capítulo, dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se
podía prometer de su corto ingenio […], pero que no quiso dejar de traducirlo” (II, 5, p. 663).
21
Sobre este importantísimo aspecto, véase también Paz Gago, “El
Quijote:
narratología”, y
Semiótica del
Quijote…, pp. 104, 105, 119-120,
passim
.
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Comenta Clemencín: “Todo esto del principio del capítulo es una algarabía que no se en­