Un día como hoy Eraclio Zepeda ingresó a la Academia: bienvenida de Vicente Quirarte

Jueves, 23 de Agosto de 2018

Respuesta y bienvenida a Eraclio Zepeda

Verbo que nunca se fatiga

Vicente Quirarte

Por sus aportaciones a la literatura mexicana en los géneros de la poesía y la narrativa, el escritor Eraclio Zepeda ha sido distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014. Como homenaje al autor de Benzulul, reproducimos el discurso que el poeta y ensayista Vicente Quirarte leyó el 23 de agosto de 2012 en el Palacio de Bellas Artes, dando la bienvenida al autor chiapaneco como miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.

En nombre de nuestra Academia, privilegio y compromiso es dar la bienvenida a la persona unánime de don Eraclio Zepeda. Ser invitado por él a cumplir esta misión se debe a una generosidad conocida por el cariño y la adhesión de quienes ocupan esta sala, así como de la más vasta república que andando el tiempo él ha sabido hacer suya como nadie. Sirvan de epígrafe a estas palabras las pronunciadas por Tata Juan, una de las voces por Eraclio conjuradas y a las cuales ha sabido mantenerse fiel: “Quien dice verdá tiene la boca fresca como si masticara hojitas de hierbabuena, y tiene los dientes limpios, blancos, porque no hay lodo en su corazón”.

Del niño que a los diez años de edad publicaba el periódico Alma infantil al orgulloso padre de Masha y abuelo de Milena, ambas nacidas entre la magia y la creación, han ocurrido infinidad de viajes, descubrimientos y tareas. En esencia, Eraclio sigue siendo el niño travieso, ingenioso y sabio, con sonrisa y respuesta para todo. Tempranamente y de manera simultánea descubrió su pasión por las letras y su inconformidad ante la injusticia. Con igual vehemencia lo conquistó el amor en la luminosa Elva, compañera inseparable de todos sus combates. Al lado de poetas hermanos por elección de La espiga amotinada, su juventud vivió cambios trascendentes de la historia; quiso y logró estar en su primera fila: fue testigo y actor de las grandes utopías formuladas por las revoluciones en Rusia, China y Cuba, donde manifestó sus cualidades de militante, maestro y comunicador hipnótico; cuando se lo ha exigido México, ha ocupado cargos de responsabilidad pública y ha enfrentado asperezas de quienes no recuerdan, con la frecuencia e intensidad debidas, una frase lapidaria de José Martí: “Quienes no tienen el valor de sacrificarse, han de tener al menos el pudor de callarse ante los que se sacrifican”.

La suma de pasiones y virtudes encarnadas en Eraclio Zepeda ingresa esta noche de manera formal a la Academia Mexicana de la Lengua. Lo hace como miembro correspondiente en el estado de Chiapas, esa patria a la que sólo por convención llamamos chica, y a la cual ha consagrado su energía, su talento, su lealtad. Chiapas, su lejanía geográfica tan proclive al desdén y al olvido centralistas; sus contradicciones sociales; su riqueza de climas y paisajes; su tragedia cotidiana, su invencible alegría, su lenta incorporación al concierto nacional han sido eje de las preocupaciones de nuestro nuevo integrante. Su biblioteca personal se ha ido centrando cada vez más en su estado natal y puede afirmarse, sin hipérbole, que es una de las más completas que existen y a la cual acudimos en busca del dato o el tema que él ofrece con desprendimiento inmediato. Quien esto escribe no hubiera entendido cabalmente la figura de Belisario Domínguez, claro varón de Comitán, de no haber sido por obras consultadas en la biblioteca eráclita; si ese senador impar fue un héroe civil, como el propio Eraclio lo dice en su prólogo a palabras belisarias que bien pueden ser consideradas una nueva oración sobre la dignidad del hombre, es porque Eraclio Zepeda ha dedicado su existencia a merecer un calificativo semejante. Excepcional individuo de la polis, ha alcanzado tal categoría por ser, de manera natural, noble y leal, una ciudad en sí mismo, luminoso, acogedor, generativo, lleno de sorpresas y de abismos. Llegar a ese sitio significa una larga y asimilada peregrinación interior. De ahí que desde el año 1965, el joven poeta incluyera su libro Relación de travesía en el volumen colectivo Ocupación de la palabra, uno de cuyos fragmentos sintetiza sus andares físicos y espirituales por el mundo:

Cuando decimos
capitales, grandes construcciones,
estamos nombrando sólo el corazón cautivo
de los muertos,
el terror prolongado en las jornadas,
el esfuerzo plural de los esclavos,
la sed apuñaleada por la fiebre,
las canciones olvidadas en la piedra.


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