"Sergio Pitol convertía en literatura todo lo que pasaba en su vida": Rosa Beltrán

Martes, 24 de Abril de 2018

Sergio Pitol (1933-2018) fue homenajeado de manera póstuma por Margo Glantz, Héctor Orestes Aguilar, Jorge Volpi y Rosa Beltrán, quienes compartieron anécdotas que vivieron junto al escritor, traductor y diplomático que se caracterizó por hacer literatura de cada experiencia que vivió.

En el evento que se llevó a cabo en el marco de la Fiesta del Libro y la Rosa, Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural, dijo que Pitol pertenece a ésta que “pronto veremos como una de las edades de oro de la literatura mexicana e incluso latinoamericana, quizás opacada por la etiqueta del Boom no nos dábamos cuenta de la riqueza de una generación mexicana extraordinaria”.

El autor de Una novela criminal se identificó con Sergio Pitol, pues ambos estudiaron Derecho, disciplina que dejaron de lado para dedicarse al mundo de las letras. Además mencionó a los perros, elemento central en la vida del escritor mexicano.

“Era muy generoso, en 1995 le propuse escribir su biografía y él me recibió primero aquí en la Ciudad de México y luego en Xalapa, estaba contento, todo el tiempo decía que sus textos, particularmente los de su juventud, eran profundamente autobiográficos, cosa que fue un desafío que se volvió imposible cuando Sergio me pidió que no los relacionara con su vida”, indicó Volpi, quien descartó el retomar la biografía de Pitol.

La escritora Rosa Beltrán describió al autor de Domar a la divina garza como un ser humano que “todo lo que pasaba en su vida lo convertía en literatura, de cualquier anécdota hacía literatura”.

Beltrán recordó que conoció a Pitol en 1999 cuando se quedaron atrapados en un elevador de Berlín, momento que aprovecharon para platicar sobre literatura. Al año siguiente, ambos escritores coincidieron en Rusia, donde Pitol le enseñó una máxima: “Era un persona que tenía gran alegría por vivir y me dijo: ‘lo importante en la vida igual que en la literatura es conocer el punto de salida, no el punto de llegada’”.

En su oportunidad, Margo Glantz, notablemente conmovida, intentó recordar cuándo conoció a Pitol, “quizás en la Facultad de Filosofía y Letras, cuando todavía estaba en el edificio de Mascarones, un edificio del Barroco, a donde fuimos en el 51 y 52. Sergio desde muy joven estuvo ligado con los problemas políticos del país y quizá lo conocí en un mitin para protestar contra la electrocución de los esposos Rosenberg”.

Después, coincidieron en el entierro de Rosario Castellanos, aunque aún no eran amigos, y, dijo, fue un hombre cercano, con quien incluso hizo viajes, experiencias con las que pudo tener mayor contacto con el Premio Cervantes.

“Habla una sobreviviente. La mayoría de la gente de mi generación se ha muerto, y lo más triste es la muerte de Sergio Pitol. Tuvimos una relación literaria extraordinaria. Sergio, que había vivido una vida muy complicada, a pesar de su trágica infancia, fue un hombre de una vitalidad y de un optimismo impresionante. La alegría de estar con Sergio Pitol era infinita”, comentó Glantz.

Margo Glantz indicó que su vida como escritora comenzó a los 47 años, así que convivió con literatos consolidados cuando era una aprendiz, además, habló de la faceta de Sergio Pitol como diplomático, pues como “embajador lo vi en Checoslovaquia, se portaba como niño chiquito y se emocionaba tanto de ver a una amiga, algo que nunca olvidaré”.

Héctor Orestes Aguilar describió a Sergio Pitol como un ser humano que llevaba tres soles por dentro: “La lucidez más relampagueante, un prosista que organizaba la estructura de sus libros y una luz de simpatía, que contagiaba el entusiasmo por vivir la literatura más allá de los libros, más allá de la escritura, como una experiencia total”.

Orestes Aguilar señaló que a diferencia de otros, Sergio Pitol nunca vivió con excentricidades, a pesar de haber estado en lugares excéntricos, pues a “Sergio le tocó vivir etapas muy interesantes de la historia mexicana de la segunda mitad del siglo XX, representando al país en países excéntricos, de Europa Central y Oriental, esta experiencia en un mundo excéntrico consolidó lo que traía por dentro, la forma en la que había entrado a la literatura y lo catapultó. Es uno de los pocos habitantes nutrido por lecturas y experiencias excéntricas”.

Héctor Orestes también dijo que Pitol fue una persona supersticiosa y que, gracias a su estancia en una Varsovia de finales de los años 60 y principios de los 70, se “contagió de un ambiente de libertad. De no haberse ido en el momento en que se fue a un país como Polonia, Pitol no se hubiera convertido en el tipo de escritor que fue después”.

Para leer la nota original, consulte: http://www.cronica.com.mx/notas/2018/1075135.html


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