"Miguel Capistrán: un flautista en el cementerio" por Adolfo Castañón

Miércoles, 23 de Septiembre de 2015

El siguiente es el texto que el día de ayer, 22 de septiembre, Adolfo Castañón leyó en el homenaje a Miguel Capistrán en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Miguel Capistrán: un flautista en el cementerio[1]

I

Son bien conocidas las pirámides de Teotihuacán, Palenque y Chichén Itzá. En cambio los nombres de Manuel Gamio, Laurette Séjourné, el sacerdote Antonio Solís, Alberto Ruz Lhuillier, Edward H. Thompson, los arqueólogos que las descubrieron, lo son mucho menos. Sucede lo mismo en el ámbito de las letras. Jorge Luis Borges, Alfonso Reyes, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Alí Chumacero son nombres bien conocidos. El de Miguel Capistrán está asociado a ellos como el de Manuel Gamio y Laurette Séjourné a Teotihuacán. Aparece como una contraseña entre iniciados: Miguel Capistrán Lagunes nació el 8 de mayo de 1939 —8 de mayo, día en que en Francia se celebra el natalicio de Juana de Arco— y falleció el 25 de septiembre de 2012 a los 73 años. No llegó a tomar posesión del sitial que le tenía reservado la Academia Mexicana de la Lengua como sexto ocupante de la silla sexta, que antes ocuparon Edmundo O’Gorman, Manuel Romero de Terreros o Francisco del Paso y Troncoso. Fue Miguel Capistrán el editor, con Luis Mario Schneider, de la Obra de Jorge Cuesta, con Alí Chumacero de las de Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen, y él solo de la de José Gorostiza, de quien fue amigo. A él se le debe que Alfonso Reyes se le haya aparecido en sueños a Borges y que éste haya decidido venir a México, luego de contarle esa aparición a Leonor Acevedo de Borges, su madre de noventa años, quien le insistió en que viniera, según cuenta el mismo Capistrán en Borges y México (1999). [2]

La primera vez que vi impreso el nombre de Miguel Capistrán fue con el de Luis Mario Schneider en las portadas interiores de los cuatro tomos de color gris donde la Universidad Nacional había publicado las Obras de Jorge Cuesta en la colección Poemas y Ensayos, dirigida por Jaime García Terrés. [3] Ahí estaban los cuatro volúmenes encuadernados en rústica de 19.4 centímetros por 12.3, ahí estaba Cuesta. Dichas obras serían reeditadas más tarde por Ediciones de El Equilibrista[4] y luego por el FCE con nuevas transcripciones.[5]

La deslumbrante obra de Jorge Cuesta Porte-Petit eclipsó, al menos para mí, durante algunos años, la vida y los trabajos de Capistrán, el hombre que no solamente salvó a Cuesta del olvido, sino el muchacho entusiasta que se las arregló para traer a Jorge Luis Borges dos veces a México, el coleccionista de objetos, afectos, manuscritos, precisiones, como, por ejemplo, la de que Gilberto Owen y los demás contemporáneos no pertenecieron en realidad al grupo de la revista del mismo nombre, sino al de la compañía de teatro y revista Ulises, el discreto abogado de la causa homosexual en México ( México se escribe con j, en colaboración con Michael K. Schuessler), el amigo y secretario de Salvador Novo durante ocho años, el confidente de José Gorostiza, el cómplice de Alí Chumacero, el bonne vivant, el hombre divertido que aparece muchas veces en las páginas del diario público de Novo, yendo a la casa lujosa de las hermanas Galindo en compañía del escritor Roberto Páramo, el curioso escritor que publicó algunos ensayos eruditos y noticiosos en la revista Espejo,[6] dirigida por Luis Spota en tiempos de Gustavo Díaz Ordaz, en fin, el lector de Oscar Wilde que tenía el pudor mundano de aparecer como alguien no muy trabajador, más bien como una suerte de dandy criollo vestido con ropa casual y boina deportiva, aunque fuese una hormiga industriosa en las hemerotecas, un periodista tumultuoso, el bibliófilo, el bibliómano, el restaurador, la “futura eminencia gris” como lo llamó Salvador Novo.

Tuve la fortuna de conocerlo desde diversos ángulos. ¿Las últimas veces que lo vimos? En las sesiones de la Academia Mexicana de la Lengua, donde hizo buenas migas con la astrónoma Julieta Fierro, a quien le gustaba tomar el taxi con él al final de las sesiones para enhebrar la conversación interrumpida, y donde hizo donaciones curiosas y selectas extraídas de su acervo personal. El acervo completo, que se entrega este día, consta de 77 cajas conformadas por miles de documentos de diversa naturaleza como fotografías, postales, dibujos, periódicos o recortes de periódicos, artículos de revistas o libros, documentos legales, correspondencia, manuscritos, mapas, programas e invitaciones, folletos, diapositivas, etc. y, por supuesto, libros, alrededor de 3250 libros, que fueron clasificados por Rosalía Chavelas de la Dirección de Literatura del INBA.

Fotografías, postales y dibujos

553

Periódicos

4190

Recortes de periódicos

1664

Artículos de revistas y libros

2021

Documentos legales

1716

Correspondencia

795

Manuscritos

1122

Artículos

3624

Revistas

3752

Mecanuscritos

5309

Programas de mano e invitaciones

1050

Folletos

1280

Copias

4548

Libretas

13

Negativos

9

Diapositivas

74

Mapas

61

Cédulas

1

Acetatos

5

Hojas sueltas de libros

94

Libros incompletos

71

Libros

3250

Sé cuánta amistad le profesaba Alí Chumacero, hasta el punto de encargarle que hiciera la edición de las Obras completas de Xavier Villaurrutia que se encuentra todavía, lamentablemente, inconclusa (al parecer está cuidando de ella Sergio Téllez-Pon). Capistrán desaparecía de tanto en tanto, como recuerda Salvador Novo: “Recado urgente y sos a Miguel Capistrán: si no has de terminar el trabajo, devuélveme rápidamente las herramientas. Quedan muy pocos días para entregarlo. ¡sos!”[7] Sé que Carlos Monsiváis le profesaba una estima y respeto no solamente heredados por Salvador Novo. A Monsiváis se le debe, como el mismo Capistrán dice, la insistencia de rescatar los textos para cine de Xavier Villaurrutia, Crítica cinematográfica.[8] Alicia Reyes abrió las puertas de la Capilla Alfonsina para que ahí se realizaran las honras fúnebres de Miguel Capistrán. De ahí que se pueda decir que dijo su último adiós en clave de Reyes. Tenía muchos amigos dentro y fuera del país. Amigos conocidos y desconocidos, secretos y notables, políticos, actores, escritores y alguno que otro aprendiz. Es innegable su tarea. Lector, amanuense, copista, coleccionista, editor, concentrador y distribuidor de noticias. Es innegable también la generosidad que ahora nos permite realizar este acto de aceptación de su legado.

II

Miguel tuvo conocimiento desde niño de la figura de Jorge Cuesta Porte Petit. Uno de sus amigos de juego en los años de primaria, según contó el mismo más tarde, fue Juan León Cuesta Izquierdo, medio hermano menor del poeta: “El padre de Miguel dejó el plato de lado y lo miró de arriba abajo: ‘Tú vives en el portal de la Gloria, eres […] sobrino de Jorge, el poeta que murió en busca del elixir de la eterna juventud’”. [9] Las palabras del padre se le quedaron grabadas y le revelaron la existencia de un personaje misterioso que desde esos años, Miguel tendría unos diez, atraería su atención, hasta que décadas después lograría publicar, junto con un investigador argentino, Luis Mario Schneider, las obras del poeta y ensayista, el más triste de los alquimistas: Jorge Cuesta (1903-1942), el “perro de presa de los Contemporáneos”, como lo llamaría Ermilo Abreu Gómez, el valiente que se había decido a firmar la polémica de la Antología de la poesía mexicana moderna, confabulada por Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Bernardo Ortiz de Montellano en 1928, el editor de la revista Examen, que fue objeto de un sonado proceso por defender Cariátide, la novela de Rubén Salazar Mallén, documentado por Guillermo Sheridan en su libro Malas palabras, el autor de El plan contra Calles, folleto que le costaría una golpiza, el primero en escribir sobre Octavio Paz, pero sobre todo el autor de una obra ensayística y crítica que renovaría la literatura mexicana e hispanoamericana y que todavía está en espera de ser valorada en su dimensión propiamente filosófica.

Uno de los méritos indiscutibles de Capistrán es el de haber desenterrado de la fosa común de la hemeroteca los artículos dispersos de Jorge Cuesta, proponiendo las primeras transcripciones de esos preciosos documentos. Con José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Luis Mario Schneider, pertenece a una generación de autodidactas audaces, de raros criollos en busca de otros raros, de coleccionistas insólitos o de lo insólito que se encarnizaron a lo largo de sus vidas bien vividas y leídas en las canteras bravas de los no siempre ordenados archivos mexicanos. A esa generación seguirían otras: por ejemplo, la representada por Guillermo Sheridan en México, y Louis Panabière en Francia, autor de itinerario de una disidencia. Jorge Cuesta (1983), traducido por A. Castañón, ambos estudiosos de Jorge Cuesta o por investigadores más jóvenes como Pavel Granados, con quien Capistrán editó El edén subvertido. Poemas de la Revolución Mexicana (2010).

Sergio Téllez-Pon, un amigo y seguidor suyo y de Antonio Alatorre, consignaría en el articulo “Miguel Capistrán, el último contemporáneo” [10] que “A principios de los sesenta, Capistrán se encontró en la Biblioteca Nacional con un joven investigador argentino llamado Luis Mario Schneider”, quien también andaba hurgando en los anaqueles en busca de textos de Jorge Cuesta, “así que decidieron unir esfuerzos para publicar las obras del poeta en cuatro tomos (UNAM, 1964)”. A su vez, la forma en que Luis Mario Schneider se encontró con la obra de Jorge Cuesta fue evocada por Capistrán en una de sus últimas entrevistas: “De lo inesperado de la revelación gran ejemplo es la anécdota del primer encuentro entre Luis Mario Schneider (1931--1999) y Jorge Cuesta en la porteña ciudad de Buenos Aires. Schneider se encontraba paseando por la ciudad, cobijado por la noche y las estrellas o contemplando el asfalto. Una corriente de aire, una maldita e insignificante corriente de aire, levanta un periódico anónimo que se precipita sobre la cara del porteño. Sorprendido por la violenta sarandeada y fuera del trance de la cotidianeidad leyó, como esperando las palabras del Oráculo. Encuentra unos sonetos. Al final: Jorge Cuesta. Pocos días después, y gracias a un librero de confianza, se enteró de todo lo que sabía hasta el momento: un poeta loco que se suicidó. Punto. ¿Cómo llegan hasta ahí esos sonetos? ¿Quién publicó en patria tan lejana ese texto cuando aquí, especialmente en la provinciana Córdoba se luchaba por borrarlo de la historia, por eliminar su huella y hacer de la existencia anécdota marginal? ¿Esa mañana despertó Schneider pensando en ese momento? ¿Supo ahí mismo que terminaría por visitar tierra mexicana para rastrear los pasos del misterioso personaje?”[11]

III

Los contemporáneos por sí mismos [12] es, de todos los libros editados por Miguel Capistrán, quizá el más emblemático, sugerente, personal y bien armado de cuantos publicó. De hecho, cabría imaginar que a los once amorosos y eruditos ensayos que reúne este espigado volumen de 227 páginas, faltaría añadir, con el tiempo, los otros ensayos que Miguel publicó después, como son, por ejemplo, la “Nota editorial y otras apuntaciones en torno a la poesía y la prosa de José Gorostiza”, incluido en el volumen que recoge Poesía y prosa de José Gorostiza, publicado por Siglo XXI en 2007.[13] Los once textos reunidos en este libro fueron publicados entre 1967 y 1994 en revistas de difusión —como la de la Universidad o la de Bellas Artes— semanarios y periódicos como La Cultura en México de SiempreProcesoLa Jornada. Solamente uno de ellos, “El caso de don Alfonso y Novo”, fue publicado en una revista académica especializada, la Nueva Revista de Filología Hispánica [14]. Otro fue publicado previamente como prólogo al libro de Xavier Villaurrutia y el cine. Capistrán era, en palabras de Salvador Novo, un “penetrante husmeador de hemerotecas”, [15] “una implacable rata de hemeroteca. Da con las noticias y piezas literarias más insólitas. Y en busca de las calaveras y sus orígenes (que él fija en el Pensador Mexicano) ha ido a dar con las anónimamente escritas gran tiempo ha por José Juan Tablada, de quien aparte los epigramas repentinos tan repetidos, ya se sabía que era el autor del irreverente Tenorio maderista; y por otro escriba contemporáneo y homónimo mío que entre 1922 y 1923 — ¡pronto hará medio siglo!— se botó la puntada de colaborar en un curioso periódico semanal llamado El Chafirete.”[16] Por eso Novo mismo decía que Capistrán sabía mejor que él la historia misma de sus publicaciones. Sergio Téllez-Pon cuenta que cuando Capistrán estaba trabajando en la búsqueda de inéditos de Villaurrutia, un día por accidente, de visita en la casa de las hermanas de Villaurrutia, apareció una carpeta al mover uno de los muebles de la recámara donde el hermano menor del poeta había guardado algunos papeles depositados en el sótano de la casa de la Colonia Roma. Eran las páginas de los periódicos donde se habían publicado las reseñas cinematográficas de Xavier Villaurrutia que finalmente alimentarían el libro publicado por la UNAM y cuyo prologo se reproduce en Los contemporáneos por sí mismos. Capistrán fue armando un archivo sobre los Contemporáneos y sobre Xavier Villaurrutia en particular, que se perdió en 1985 con el temblor. En ese terrible sismo murió Rosa Capistrán junto con su hijo. Elena Poniatowska lo recuerda “Tenía una cita con Miguel Capistrán para irnos a Veracruz el 19 de septiembre porque yo iba a dar una conferencia (…). Todo quedó cancelado porque me dio una noticia espantosa: que el edificio donde vivía su familia [‘su hermana Rosa Capistrán y su hijo’] se había colapsado y ya los estaban velando en una funeraria sobre la calle de Álvaro Obregón”.[17] Los contemporáneos por sí mismos es un libro, es un cronotopo de esa generación que se llamó así por alusión a una publicación francesa de 1825: Biographie nouvelle des contemporains, ou dictionnaire historique et raisonné de tous les hommes qui, depuis La Révolution Française, ont acquis de la célébrité , según precisiones de Salvador Novo y de Capistrán, quien hace ver que ese libro es una suerte de biografía de “eux mêmes” [de ellos mismos] como lo es el suyo. En ese libro-caracol está cifrada nuestra ciudadela literaria, arquitecto de esa construcción es Miguel Capistrán y su vida misma está entrelineada en esa partitura. No se puede visitar un sitio arqueológico, por ejemplo Teotihuacán, sin pensar en los arqueólogos, como Manuel Gamio o Laurette Séjourné, no se puede leer a ciertos autores como Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, José Gorostiza o Salvador Novo sin pensar, por ejemplo, en Miguel Capistrán. Intermediario, curador, paseante entre dos mundos. A Miguel Capistrán y su obra habría que dedicarle los mismos esfuerzos que él ha dedicado a las de Jorge Cuesta, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, José Gorostiza, entre otros.

Anexo

Algunas otras menciones de Capistrán por Novo:

22 de enero de 1966: “Los que están en cuclillas, también de izquierda a derecha, son los siguientes: […] Miguel Capistrán, un muchacho muy talentoso que empieza a escribir o a ver publicadas sus investigaciones literarias” (Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, t. I, prólogo de Antonio Saborit, México, CONACULTA, Memorias Mexicanas, 1998, p. 123)

12 de noviembre de 1966: “Nos falta una sola clase para concluir el segundo y último semestre de este seminario de historia de la ciudad de México cuya impartición me ha puesto en contacto con un grupo no sólo simpático, sino distinguido, selecto, de estudiantes de letras. Como al parecer en toda la Universidad, las muchachas están en mayoría. En el grupo de diez o doce, sólo hay tres varones: el muy serio y formal Luis Terán, de quien no he visto aún nada publicado, y Roberto Páramo y Miguel Capistrán, que contrastan: Roberto delgado y rubio, Miguel gordito y moreno. […] Miguel es un investigador formidable. Él preparó la edición universitaria de la obra, tan dispersa, de su coterráneo Jorge Cuesta, y dio con textos que nadie conocía. Maneja la hemeroteca con familiaridad y descubre datos y fechas inéditos en cualquier investigación que emprenda.” (Ibid., p. 209)

10 de diciembre de 1966: “El sábado 5 de noviembre cumplí un año de haber sido honrado por el señor presidente con la designación de cronista de la ciudad. Mis alumnos lo recordaron […] resolvieron celebrarlo con una reunión para la cual la mamá de Carmen Galindo brindó amablemente su casa, a quien invitó a cenar a todo el grupo. Cerca de las ocho pasaron por mí Roberto Páramo, Luis Terán y Miguel Capistrán, y llegamos en los Jardines del Pedregal a una mansión fabulosa.” (Ibid., p. 220)

10 de diciembre de 1966: “El interesado que haya, llegado hasta aquí con su lectura, bien puede aventurarse la lista de nombres, mañana eminente, de los que conformamos el team de “futuros cronistas” […] el crítico Miguel Capistrán, futura eminencia gris” (Ibid., p. 222)

30 de septiembre de 1967: “La cena en casa de las chicas Galindo fue más numerosa de invitados importantes: los Torres Bodet, los José Luis Martínez, Arnaiz y Freg, los Salinas Lozano, y naturalmente la “nueva ola” a que pertenecen las muchachas Carmen y Magdalena: Miguel Capistrán, Roberto Páramo, Luis Terán, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, Luis Guillermo Piazza…” (Ibid., p. 299)

8 de junio de 1968: “El día del maestro se acordaron del suyo y decidieron comer con él no los Arpíos, que me tienen muy olvidado y apenas uno que otro me telefoneó, como Dantés y Rosamaría, sino Carmen y Malena Galindo, Miguelito Capistrán, Roberto Páramo y Luis Terán” (Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, t. II, México, CONACULTA, Memorias Mexicanas, 1998, p. 374)

25 de septiembre de 1968: “El miércoles tuve el gusto de que comieran conmigo cuatro jóvenes de El Herlado: Gabriel Alarcón Jr. […] Nicolás Sánchez Osorio […] Neuvillate […], y el penetrante husmeador de hemerotecas que es Miguel Capistrán” (Ibid., p. 408)

4 de diciembre de 1968: “Para las siete treinta había yo citado a junta a los miembros de la mesa directiva de la Asociación de Escritores de México. Sólo asistieron Edmundo Valadés y Miguel Capistrán.” (Ibid., p. 435)

30 de abril de 1969: “Miguel Capistrán había ido conmigo, parte él del jurado de los juegos” (Ibid., p. 493) [Sobre un viaje a Tuxtla Gutiérrez, “Donde se consagraba a la memoria de B. Traven una serie de ceremonias que incluían los juegos florales”]

30 de abril de 1969: “La mañana del viernes se presentaba trágica. En el hotel no había luz para afeitarse con eléctrica, ni agua para siquiera un buche. Capistrán se lanzó a la alberca, yo me conservé en mi jugo”. (Ibid., p. 494)

1º de julio de 1970: “El primero en informarme, todavía vagamente, de que ‘Valdés Peza había sufrido un accidente’, fue Miguel Capistrán” (Ibid., p. 587)

17 de marzo de 1971: “Y hoy disfrutaré de otro mundo estimulante. Mis Galindas Carmen y Malena Galindo me van a llevar a comer al Delmonico’s del Pedregal con otros alumnos de nuestro curso de historia de la ciudad: Roberto Páramo, Luis Terán y Miguel Capistrán. Para no salirles tan caro, les obligaré a tomar aquí el aperitivo.” (Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Luis Echeverría, prólogo de Sergio González Rodríguez, México, CONACULTA, Memorias Mexicanas, 2000, p. 43)

14 de abril de 1971: “Con los papeles que dejó a su muerte [José Juan Tablada] en las manos abaciales de José María de Mendoza (con todas las atrocidades que debe haber guardado, pero que el Abate, siempre celoso de las imágenes respetables para la “posteridad”, debe haber inquisicionado, expurgado para el seminario que dirigía en la UNAM) ha habido muchos líos, discusiones, acusaciones, aclaraciones y declaraciones entre Conchita, viuda y heredera del Abate, y Miguel Capistrán, investigador minucioso)” (Ibid., p. 52)

25 de agosto de 1971: “Y sea el segundo que después de años de no incidir en viajes, y de escudarme para conjurarlos en la prohibición médica de probar más altura que la mía, ni respirar otro que el esmog alotado a mis mermados pulmones: cuando he debido decepcionar a más de un potencialmente generoso anfitrión resuelto a transportarme más allá del D.F, el inderrotable Miguel Capistrán transfirió el teléfono desde cuya bocina me saludaba, a la voz persusiva, cortés, del seguramente joven licenciado secretario particular del señor gobernador de Veracruz, en cuyo nombre me invitaba”. (Ibid., p. 105)

1º de septiembre de 1971: “Y Miguel Capistrán se apuntó un diez con la conferencia-discurso con que dio a conocer, in situ, la historia, decadencia y nueva grandeza del edificio en que le escuchábamos y vimos al licenciado Moya Palencia felicitarle.” (Ibid., p. 110)

10 de noviembre de 1971: “Decididamente: Miguel Capistrán (no kin to other Capistranos,ni aludido en When the willows come back to Capistrano) es una implacable rata de hemeroteca. Da con las noticias y piezas literarias más insólitas. Y en busca de las calaveras y sus orígenes (que él fija en el Pensador Mexicano) ha ido a dar con las anónimamente escritas gran tiempo ha por José Juan Tablada, de quien aparte los epigramas repentinos tan repetidos, ya se sabía que era el autor del irreverente Tenorio maderista; y por otro escriba contemporáneo y homónimo mío que entre 1922 y 1923 — ¡pronto hará medio siglo!— se botó la puntada de colaborar en un curioso periódico semanal llamado El Chafirete.” (Ibid., p. 135-136)

21 de febrero de 1973: “(Y siguen los paréntesis: si alguien sabe de Miguel Capistrán y de Luis Terán —promesas de la literatura mexicana demasiado afectos a quedarse en promesas— favor de suplicarles que se comuniquen conmigo a la más urgente brevedad.)” (Ibid., p. 346)

12 de diciembre de 1973: “Luego, el viernes, Televisa iba a discutirse con una comida a Jorge Luis Borges, a que Miguel Capistrán, que ha actuado como su manager desde su importación, invitó a veintitantas personas ilustres. El hecho de que el convivio fuera en la Capilla facilitaría nuestro encuentro, que no pudo efectuarse; ni ahí, donde según mi capitán todo lo que Borges comió fue un poco de consomé con arroz; ni en la otra Capilla, la Alfonsina; ni ayer domingo, cuando muy a deshoras me habló Miguel para peguntar si podrían traer a Borges a saludarme.” (Ibid., p. 169)

[1] Palabras pronunciadas el 22 de septiembre de 2015 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con motivo de la ceremonia de entrega del legado de Miguel Capistrán que hace la familia al INBA y éste a la AML.

[2] Borges y México , edición de Miguel Capistrán, México, (1ª ed. Plaza y Janés, 1999), Lumen, 2012. Incluye textos de Christopher Domínguez Michael, Donald A. Yates, Ernesto Mejía Sánchez, Eduardo Deschamps R., Alfonso Reyes, Miguel Capistrán, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola, Luis Cardoza y Aragón, Adolfo Castañón, José de la Colina, Salvador Elizondo, Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Jaime García Terrés, Margo Glantz, Enrique Krauze, Eduardo Lizalde, Manuel Maples Arce, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, Augusto Monterroso, Bernardo Ortiz de Montellano, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Alicia Reyes y Xavier Villaurrutia, también una breve antología de textos de JLB sobre México. Lástima que no haya incluido los textos de Beatriz Espejo y Emilio Uranga que viajaron a Buenos Aires, antes que Capistrán, expresamente para conversar con Borges.

[3] Jorge Cuesta, Poemas y ensayos, prólogo de Luis Mario Schneider, recopilación y notas de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider, 4 tomos, México, UNAM, 1964.

[4] Jorge Cuesta, Obras, recopilación de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider, edición de Miguel Capistrán, Jesús R. Martínez Malo, Víctor Peláez Cuesta y Luis Mario Schneider, 2 tomos, Taller del Equilibrista, 1994.

[5] Jorge Cuesta, Obras reunidas, ed. de Jesús R. Martínez Malo, Víctor Peláez Cuesta; colab. de Francisco Segovia, México, FCE, tomo I, 2003; tomo II, 2004; tomo III, 2007.

[6] Véase, por ejemplo, el artículo “De México y los extranjeros en el Siglo XX”, Espejo. Letras. Artes e Ideas de México, número dos/segundo trimestre. 1967, pp. 143-167.

[7] Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Luis Echeverría, prólogo de Sergio González Rodríguez, México, CONACULTA (Memorias Mexicanas), 2000, p. 355.

[8] Xavier Villaurrutia, Crítica cinematográfica, recopilación, selección, introducción y notas de Miguel Capistrán, México, Dirección General de Difusión Cultural, UNAM, 1970, 308 pp.

[9] Tania Tagle, “Miguel Capistrán. El protagonista tras la tramoya”, Replicante, 14 de junio de 2013, en http://revistareplicante.com/miguel-capistran/

[10] Sergio Téllez-Pon, “Miguel Capistrán, en último contemporáneo”, El Universal, 27 de septiembre 2014.

[11] Josué Castillo, “Las afinidades irremediables (a partir de la última entrevista a Miguel Capistrán)”, Performance, 09/2012, en: http://blogperformance.blogspot.mx/2012/09/las-afinidades-irremediables-partir-de.html#.VfrihdJ_NHw

[12] Miguel Capistrán, Los contemporáneos por sí mismos, presentación de Gustavo Fierros, 3ª serie de lecturas mexicanas, 1994, 227 pp.

[13] José Gorostiza, Poesía y prosa, edición de Miguel Capistrán, prólogo “La poesía de José Gorostiza” por Jaime Labastida, México, Siglo XXI, 2007.

[14] Miguel Capistrán, “El caso de don Alfonso y Novo”, Nueva Revista de Filología Hispánica, t. XXXVII, núm. 2, 1989, p. 339-363.

[15] Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, t. II, México, CONACULTA (Memorias Mexicanas), 1998, p. 408.

[16] Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Luis Echeverría, prólogo de Sergio González Rodríguez, México, CONACULTA (Memorias Mexicanas), 2000, 135-136.

[17] Michael K. Schuessler, Elenísima, ingenio y figura de Elena Poniatowska, México, Planeta, 2003.

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