Mentiras transparentes: "Leopoldina", por Felipe Garrido Foto: Academia Mexicana de la Lengua
Ivan por la mañana cuatro o cinco o seis o más indios, según sea el tamaño que tenga la canoa. E allí donde llegan y les parece que puede haber perlas, allí se paran en el agua y se echan para abajo, hasta que llegan al fondo, y queda en la barca sólo uno, que la tiene en ese mismo lugar todo lo que él puede, atendiendo que salgan los que han entrado debajo del agua. Y después que gran tiempo han estado los indios así debajo, salen fuera y nadando se recogen a su barca, y ponen en ella las ostras que sacan. Y algo descansan y comen algún bocado, y después tornan a entrar en el agua y vuelven de nuevo a salir y así muchas veces hasta que han recogido tantas ostras como quepan. E nosotros quisimos probarlo y fuimos tres con ellos, e sucedió entonces aquello de aquel mozo que no quiso volver, sino que se hundió una y otra vez, pues decía que había visto una sirena e la quería seguir. (De Nuevas navegaciones..., atribuido a Antón Gil, el Xamurado.)
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