Mentiras transparentes: "Celos celestiales", por Felipe Garrido

Domingo, 15 de Enero de 2017

Fue Clemente X, Papa a los ochenta, en 1670, quien canonizó a san Venancio, que tenía diecisiete cuando fue martirizado, en 257, más de mil cuatrocientos años antes. Apenas hay huellas de las razones que hicieron que este joven activista fuera azotado y colgado cabeza abajo sobre una hoguera. Que le arrancaran los dientes, le quebraran la mandíbula y lo arrojaran a un estercolero. Un ángel canalla, movido por los celos, se encargó de volverlo a la vida. Venancio fue entonces arrojado a los leones, que se prosternaron a sus pies mientras predicaba. Pero eso no lo libró de que lo arrastraran entre zarzales, lo precipitaran desde una roca y lo decapitaran. A su muerte se desató una pavorosa tempestad y los terremotos asolaron la región. “El cristiano que sufre escarnio, dolor y muerte por causa de Jesucristo –dijo Venancio– es motivo de júbilo para Dios y los elegidos.” “Pero no siempre –añadió san Barlaán– para sus colegas celestiales”.

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