Francisco Sosa, un erudito en el olvido

Martes, 08 de Julio de 2014
Placa Sosa
Foto: Fuente e imagen: La Crónica de Hoy

Francisco Sosa es mejor conocido por la calle de Coyoacán que lleva su nombre, y en la que vivió muchos años, que por haber sido un historiador representativo durante el primer cuarto del siglo XX, al documentar la participación de militares y civiles de la Guerra de Reforma, así como de obispos y arzobispos del Episcopado Mexicano, mérito que le valió ocupar el sillón 1 en la Academia Mexicana de la Historia.

“Se trata de un hombre cuya labor se concentró en dar visibilidad a personajes que participaron en diferentes momentos de la historia, y en quienes casi nadie se fijó antes. Con ello generó una vasta producción que enriqueció la historia”, explica el historiador Álvaro Matute.

Sin embargo, el especialista lo distingue como autor de semblanzas, más que un biógrafo, “pues la biografía de una persona es un trabajo más desarrollado y profundo, mientras que la semblanza es ubicar al personaje en un tiempo y dar sus datos básicos, en eso fue muy bueno”.

Señala que este trabajo se refleja en dos de las obras que pueden ser las más conocidas del también periodista, a las que llama colecciones de semblanzas: Las estatuas de la Reforma y El episcopado mexicano.

La primera es un volumen escrito en 1890, donde hace una semblanza de todos los hombres ilustres que participaron en la Guerra de Reforma, tanto militares como civiles. Para evitar que se olvidara a estos héroes, propuso a Porfirio Díaz que se colocaran estatuas de cada uno de ellos en el Paseo de la Reforma.

 “Por otra parte, en El episcopado mexicano hace una reconstrucción de obispos y arzobispos de la Diócesis mexicana, que abarca desde la época colonial hasta el siglo XX”, detalla Matute.

Es por esto que el historiador describe su obra como libros de consulta, a los que se pueden acudir con la confianza de “encontrar datos puntuales y con buena base documental, porque Sosa fue un hombre correcto, cumplido, fiable y de gran erudición”.

Sin embargo, este personaje, que escribió para que no se olvidaran los nombres de algunos personajes de la historia, se encuentra olvidado en la actualidad, y con él sus obras, incluso por miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupó la silla V.

“Realmente es un autor cuya obra se consulta y se lee muy poco, eso provoca que hagan falta bases para hablar con más detalle y precisión del resto de sus obras, porque además cabe destacar que fue un autor vasto”, comenta Álvaro Matute.

Francisco Sosa ingresó a la Academia Mexicana de la Historia en 1919, donde ocupó el sillón 1, asimismo, ingresó a la Real Academia de la Historia, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Unión Iberoamericana, y en 1892 a la Academia Mexicana de la Lengua.

Destacó como periodista a través de colaboraciones para diarios de Veracruz, Argentina y Perú, así como la revista El Renacimiento, con Ignacio Manuel Altamirano.

Entre sus amigos tuvo a Justo Sierra y, en Mérida, al estudiar latín, filosofía y jurisprudencia, estrechó lazos con Ignacio Ramírez, El Nigromante.

Para leer la nota original, visite: http://www.cronica.com.mx/notas/2014/844033.html


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