Las escuelas de educación básica en México alfabetizan, no forman lectores, lamenta el escritor Felipe Garrido (Guadalajara, Jalisco, 1942), quien durante medio siglo ha contagiado, como si se tratara de un virus benigno, el gusto por la lectura.
"Siento envidia de la viruela", confiesa. "Hacemos una formación, le ponemos a cada uno su vacuna y ya. Pero un lector, para serlo, necesita años y el estímulo de lectores más expertos que él --por eso es tan importante que los maestros sean lectores-- y, una vez que tiene el virus de la lectura, queda contaminado, no se le va a ir nunca", dice el autor, quien recibirá un homenaje en el ciclo Protagonistas de la Literatura, en fecha aún por definir en el Palacio de Bellas Artes.
"Entiendo por lector", explica el autor de Con canto no aprendido, "alguien que lee por gusto; además de leer un montón de cosas porque tiene la obligación de hacerlo como parte del estudio o como parte del trabajo, hay cosas que lee por el gusto de leer. Puede ser literatura, historia, política, moda o cocina, no importa, pero esa lectura que se hace en forma gratuita, por el placer de leer, es lo que hace a una persona lectora".
Cuenta Garrido que creció engañado porque su familia --desde abuelos, hasta primos-- leía, y él creía que todo el mundo lo hacía.
"Vine a descubrir que no todo mundo leía cuando empecé a dar clases en una preparatoria. De cada 50 alumnos, había 3 lectores; los otros 47 estaban muy bien alfabetizados, porque eran alumnos disciplinados, estudiosos, serios, interesados en entrar en la universidad, pero lectores eran sólo tres".
Actualmente, la proporción en el sistema educativo de 35 alfabetos no lectores por cada 4 lectores le parece a Garrido un desperdicio "brutal" de recursos y de tiempo de los estudiantes.
"La educación básica se ha propuesto alfabetizar, y lo ha conseguido. Yo creo que debería formar lectores. Si algún día la escuela cumple con esa finalidad, ya no hará falta esa enorme cantidad de programas periféricos que existen, las salas de lectura, los rincones de lectura, los programas estatales y municipales de lectura, es decir: si la escuela consigue formar a los alumnos como lectores, seguirá habiendo algunos programas para disfrutar de la lectura en grupo, de la lectura con compañeros, pero no con la idea de que ahí es donde se van hacer lectores".
Garrido es partidario de la lectura no sólo gozosa, sino compartida y conversada.
"Cuando se lee con niños hay dos ideas: una dice que tienen que estar quietos y callados, atentos a lo que se está leyendo, y otra --la cual comparto-- que piensa que una lectura con un grupo de niños tiene que ser, al mismo tiempo que una lectura, una conversación, porque lo más importante es estar seguros de que esos niños están entendiendo y están gozando la lectura", puntualizó.
"Puede y debe interrumpirse, por ejemplo, siempre que se llegue a alguna palabra que tengamos duda que todos conozcan o algún personaje o fecha o si los niños quieren hacer un comentario. Entonces se convierte la lectura, como dije, en una especie de conversación. Si estamos de acuerdo en que leemos porque nos gusta sentir emociones y que la lectura debe despertarnos emociones: ¿cómo podemos inhibirlas en los otros lectores con los que estamos leyendo, niños o no niños?".
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