Bazar de asombros: "Una antología de la poesía brasileña", por Hugo Gutiérrez Vega

Sábado, 04 de Enero de 2014
Bazar de asombros: "Una antología de la poesía brasileña", por Hugo Gutiérrez Vega
Foto: La Jornada Semanal

Parte II y última

Jorge de Lima da pie a José Javier para recordar algunos aspectos del siglo XIX brasileño, entre otros, el de la figura señera del más grande de los escritores iberoamericanos de ese siglo: Machado de Assis. Recuerda, además, al gran romántico bahiano, el entrañable Castro Alves, y abunda en la firmeza de la fe católica de Lima, en su fértil imaginación y en su voz de profeta de la tribu. Así hablaba de Lima:

Acepto las grandes palabras fundamentales
y los caminos que Dios puso ante mí.
Acepto la sangre derramada si es necesaria
para redimir al pobre.
(¡Mi pensamiento me quema, señor!
Pero déjame hablar para desahogarme.)
Acepto la oración para mí y para repartirla
como el pan.

Mario de Andrade participó también en la Semana de Arte Moderno y buscó su voz en la contrastada selva de las vanguardias. Su tropicalismo agrega a la idiosincrasia brasileña una nota riquísima y un rasgo de sincera originalidad. En su poesía aparecen algunos momentos fundacionales de la historia del Brasil:

Sin embargo, el desastre verdadero fue embellecer
esta República temporal.
La gente aún no sabía gobernarse...
Progresa, progresamos un poquito
Que el progreso es también una fatalidad...
¡Será lo que Dios quiera!
Tengo deseos de desastres...
Deseos del Amazonas y de los vientos plagados de mosquitos

Agolpándose en las hojas de las puertas...
Tengo deseos de guitarras y soledades sin sentido
Tengo deseos de gemir y de morir.

Conocí a Murilo Mendes en Roma, en la casa de Rafael Alberti. Elegante, flexible, callado, me dio la impresión de que era un asceta. Cuando leí su poema sobre el Tiete, descubrí su verdadera voz cargada de una refinada sensualidad. Su “Jandira” es uno de los más sugerentes personajes de la poesía universal. Veamos un fragmento de su poema:

El mundo comenzaba en los pechos de Jandira.
Después surgieron otras piezas de la creación:
Surgieron sus cabellos para cubrir el cuerpo
(a veces el brazo izquierdo desaparecía en el caos)
y surgieron los ojos para vigilar el resto del cuerpo.
Y surgieron sirenas de la garganta de Jandira...

Cecilia Mireles juntó levedad y fuerza en sus poemas tersos e impregnados de un humor vecino de la melancolía. Fue amiga de Alfonso Reyes, de quien recibió muchas enseñanzas y el amor por el mundo clásico. Veamos un ejemplo de esta poesía que tiene una sencillez arduamente alcanzada:

Fui morena y flaquita como cualquier polinesia,
y comía papaya y miraba la flor de la guayaba.
Y las lagartijas me espiaban entre los ladrillos y
las enredaderas,
y las telarañas en mis árboles se entrelazaban.

Y mi abuela cantaba y cosía. Cantaba
canciones de mar y de montaña en lengua antigua.
Y yo siempre creí que había música en sus dedos
y palabras de amor escritas en mi ropa.

Carlos Drummond de Andrade, el poeta “minero” tuvo, unos dos meses antes de su muerte, una satisfacción conmovedora. La Escuela de Samba Mang desfiló, en el sambodromo carioca, cantando y bailando una samba de enredo en la que aparecían los personajes emblemáticos de su poesía: Don Quijote, Zé Pereira, el elefante... En ese momento era Drummond un poeta nacional que en sus poemas no hacía concesiones de ninguna clase y que, hasta ese día, sólo era conocido y admirado por los sectores intelectuales y académicos. José Javier Villarreal traduce magistralmente los fragmentos de sus poemas que transcribo:

El tranvía pasa lleno de piernas:
piernas blancas, negras, amarillas.
Para qué tanta pierna, Dios mío, pregunta mi corazón.
Sin embargo mis ojos
no preguntan nada.

Cuadrícula

Juan amaba a Teresa que amaba a Raimundo
que amaba a María que amaba a Joaquín que
amaba a Lilí
que no amaba a nadie.

Juan se fue para los Estados Unidos, Teresa a un
convento.
Raimundo murió en un accidente, María se
quedó soltera.

Joaquín se suicidó y Lilí se casó con J. Pinto Fernández
que no había entrado en la historia.

La antología recoge biografías, datos y poemas de Mario Quintana, Vinicius de Moraês, Joâo Cabral de Melo Neto, Ledo Ivo (amigo de todo lo latinoamericano y mexicano por adopción), Ferreira Gullar, el decano de la poesía actual; Haroldo de Campos, amigo del grupo de Paz y de los vanguardistas sudamericanos que galopan por tierras de la provincia mexicana y se especializan en asombrar a los bobos, así como de algunos poetas de la generación en vigor. En fin, todos los que están son y no falta nadie de los que deben estar. Terminaré con un poema del modesto y entrañable poeta de Porto Alegre, Mario Quintana:

La adolescente

Va andando y creciendo. Toda ensimismada: su
voz, sus gestos, sus piernas... ¡Antílopes! ¡Veo
antílopes cuando ella pasa! Pues deja, al pasar, 
un friso de antílopes, de bambúes al viento, de lunas
cambiantes, mudables, crecientes...

José Javier Villarreal realizó un trabajo excelente y renovó nuestro amor por la poesía de Brasil. Muito obrigadocaro poeta.

Para leer la nota original, visite:

http://www.jornada.unam.mx/2014/01/05/sem-bazar.html

Parte I

José Javier Villareal, el excelente poeta y traductor nacido en Tecate, pero residente en Monterrey desde hace algunos lustros, sabe que la poesía brasileña es tan hermosa, contradictoria, animosa y, a veces, deprimida como la prodigiosa alma de su pueblo.

En el caso de Brasil, la idea de Elytis, que parafraseo a continuación, viene muy al caso: El paisaje no es sólo un conjunto de árboles, accidentes geológicos, lagos, ríos, etcétera. Es el reflejo del alma de los seres humanos sobre las realidades, bellas y mortales, de la madre naturaleza que, a veces, se convierte en una fría y cruel madrastra. Todo en Brasil está lleno de sol, pero a veces aparece lo que el poeta llama “el negro sol de la melancolía”. Por eso José Javier en el prólogo de la antología que compiló y tradujo, recuerda el poema de Quasimodo: “Cada uno está solo/ en el corazón de la tierra/ traspasado por un rayo de sol./ Pronto la noche llega.” (Guillermo Fernández, el gran traductor de la poesía italiana, decía “y de pronto, noche”). El notable prólogo de Villarreal es una celebración de la poesía universal en la que se escuchan las voces de Eliot, Yeats; de María Zambrano y de los poetas antologados. Es un poema en prosa que habla con admiración y júbilo de la poesía de un país enorme, con el objetivo de darla a conocer a los hispanoparlantes que, al contrario de los brasileños que se acercan al español y lo hablan y entienden aceptablemente, ignoran el portugués y lo convierten en un país desconocido. Por esta razón las antologías sabias y bien traducidas como la de José Javier tienen la virtud de interesar a los poetas jóvenes en ese tumulto amazónico lleno de bellezas que es la poesía brasileña. El prólogo tiene la virtud recomendada por Gómez de la Serna: no trata directamente el tema del libro, pasa a un lado y deja una estela de luz, proveniente de la prosa poética, capaz de colocar al lector en los umbrales de la suntuosa selva de una poesía tropical y, con frecuencia, reflexiva, tan reflexiva que nos hace regresar, después del momento de introspección, a la alegría desbordante del carnaval, de la vegetación del trópico y del vaivén perturbador del caderamen de las mágicas mulatas.

Bandeira es la voz que abre la antología. El notable académico siempre estuvo muy cerca de lo mexicano. Tradujo a sor Juana y a López Velarde, y fue amigo del embajador de México en su tierra, ese maestro de todo y todos que fue Alfonso Reyes. Bandeira obliga a la vida a triunfar sobre el dolor y el desasosiego. Su poesía tiene un humor especialísimo y termina buscando la calma y la retirada en la paz (“retirado a la paz de estos desiertos”, decía Quevedo) de su mítica Pasargoda: “Ya me voy para Pasargoda/ allá soy amigo del rey/ tendré la mujer que quiero/ la cama que escogeré...” En sus mocedades, Bandeira escribió un poema que nuestro antologador traduce así:

Poema sacado de una noticia del periódico

Juan Gostoso era cargador del mercado y vivió en el cerro de la Babilonia en un tejaván sin número

Una noche llegó al bar Veinte de Noviembre
Bebió
Cantó
Bailó

Después se tiró en la Presa I. Rodríguez y murió ahogado.

Este poema es un buen ejemplo de la transparencia temática y forma de la poesía carioca que contrasta con la búsqueda vanguardista de la paulista, representada, entre otros, por Oswald de Andrade, participante de la Semana de Arte Moderno celebrada en San Pablo en 1922. Con ella se inició el modernismo y la poesía del Brasil buscó otros derroteros. José Javier lo considera un provocador, una especie de dinamitero que vino a hacer estallar las viejas estructuras de la poesía en portugués para que la escrita en Brasil mostrara su peculiaridad, su “tropicalidad”, por un lado y, por el otro, su vocación atlántica. Un buen ejemplo de esta fascinante búsqueda es el poema titulado “El inmigrado”:

Cuando regreses
traerás la cabeza exangüe
y el recuerdo inútil
de los que visitaron el infierno
Traerás la cabeza
como los débiles tallos
y tu corazón besará el perfume de la tarde.

Para leer la nota original, visite:

http://www.jornada.unam.mx/2013/12/29/sem-bazar.html

Para leer la nota original, visite: http://www.lajornada.unam.mx


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