Bazar de Asombros: "Rumanía y la Fil" (II y última), por Hugo Gutiérrez Vega

Sábado, 19 de Octubre de 2013
Bazar de Asombros: "Rumanía y la Fil" (II y última), por Hugo Gutiérrez Vega
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

“Decíamos ayer”... Simona Sora Constantinescu trajo a Guadalajara las voces y los paisajes de su Rumania natal. Formó parte del jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y una gripe tremenda la obligó a encerrarse por un par de días en su habitación. Sin embargo, tuvimos oportunidad de charlar en varias comidas y de participar en las deliberaciones del Premio que, con total justicia, será entregado a Yves Bonnefoy, el poeta y ensayista francés.

En primer lugar, recordamos los platos de la cocina popular de las distintas regiones rumanas: el rotundo plato transilvano compuesto de papas, col, carnes frías y salchichas de todos los tamaños y sabores. De esa hermosa región habitada por rumanos, magiares, alemanes y los pocos gitanos que Hitler dejó con vida y que, tímidamente, vinieron a instalarse en ciudades como Cluj y Timisoara, brincaremos al Mar Negro y a los rumbos de las Puertas de Hierro del Danubio (recordamos la hermosa biografía del majestuoso río hecha por Claudio Magris y la novela de Zilagy Lajos, Algo flota sobre el agua, que fue convertida en una estrambótica película del cine mexicano). La memoria me llevó a una mesa de madera limpísima en la que yacía un esturión de grandes proporciones. Una certera cuchillada le abrió el vientre y el caviar salió a borbotones. El limón, la mantequilla, la cebolla y unas gruesas rebanadas de pan campesino completaron un hermoso cuadro gastronómico. Pasamos por los terrenos de la ciorba (sopa) de pescados de río, hasta llegar a la santa mamaliga hecha de maíz y pariente cercana de la polenta y del tamal de cazuela, y terminamos con las sarmale (hojas de col rellenas de carne) y con las ilustres mititeis, las salchichas de cerdo que compiten con las “chipolatas” del imperio británico.

Ya mejorada de su gripe (el aire contaminado de su larga jornada aérea tuvo la culpa del desaguisado) nos pusimos a hablar de la complicada historia rumana y de la cercanía que con el latín tiene la lengua de la antigua Dacia romana. Las doinas (canciones tristes) muestran en su estructura lírica el apego a la lengua del imperio romano. Las secciones del Palacio de Catroceni muestran distintos momentos del acontecer rumano: las tumbas de las familias nobles, los Cantacuzeno, los Paleologu, los Cantemir; los reyes foráneos impuestos por los complejos compromisos de la política europea y las interesantes reinas: María y su estudio de inspiración ibseniana (La dama del mar, Carmen Silva y sus novelas muy bien escritas; Isabel y su hermosa labor en la Cruz Roja. No se nos escaparon el inteligente y siniestro Codreanu y su fascista Legión del Arcángel San Miguel; Antonescu y su Garda de Fier tan prolijamente retratada en toda su maldad por Virgil Georghin, y Carol II y madame Lupescu, refugiados en el México avilacamachista y acosados por los nuevos ricos y los rastacueros encantados con la idea de tener un rey en casa y agasajarlo con comidas folclóricas que, a decir de madame, acabaron con la flora intestinal del larguirucho monarca destronado que fue a dar con sus huesos reales al pudridero monárquico de Estoril. Petru Dumitriu, tan chismoso como Tácito, nos dio material para entrar a saco en las vidas privadas de la casa real rumana, y nos obsequió retratos dignos de un Hola mezclado con Alarma.

Desde aquí mando un saludo a Simona Sora y a su familia. Nos veremos en la Guadalajara llena de libros, este próximo noviembre, y seguiremos adelante con nuestros diálogos rumanos.

Para leer la nota original, visite:

http://www.jornada.unam.mx/2013/10/20/sem-bazar.html

Me alegra que Rumania ya empiece a tomar su lugar en la Feria Internacional del Libro más importante del mundo de las lenguas romances. Simona Sora Constantinescu fue, en las reuniones del jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y en los días de su estancia en Guadalajara, una embajadora inmejorable.

Es urgente que el Encuentro de Poetas del Mundo Latino aumente sus contactos con el caudal literario rumano (Marco Antonio Campos, desde hace años, viene luchando a favor de la presencia rumana en nuestra reuniones. En estas jornadas de Poetas del Mundo Latino ya han estado presentes Marín Sorescu y Liliana Popescu, pero faltan muchos). Tenemos que abundar en el estudio de los grandes ensayistas y pensadores: Mircea Eliade, Cioran, Noica, Steinhardt, Couliano (asesinado en Chicago por la Securitate del conducator chiflado y macabro) y otros interesantes escritores que completan el cuadro del ensayo rumano. Me detengo para poner como ejemplo de la lucidez y de la originalidad de los pensadores dacios un ensayo de Constantin Noica titulado Seis enfermedades del espíritu contemporáneo. Recordando a su amigo Steinhardt, habla de las consecuencias dejadas por el universo concentracionario: “Frente a la tiranía, a la opresión, a la miseria, a la desgracia, a la desventura y a la ansiedad, no sólo no debes darte por vencido, al contrario: debes sentirte con un deseo inmenso de vivir y de luchar.” Noica era, sin duda, el más sensato de los pensadores de los años treinta rumanos, pues mientras Eliade y Cioran fueron seguidores del asesinado Codreanu y de su Legión, así como de la Gardâ de Fier de Antonescu (el retorcido conducator del guisado de ojos rumanos en la novela Kaput, de Curzio Malaparte), Noica se mantuvo al margen y matizó las enseñanzas del maestro por excelencia de ese grupo, Nae Ionesco. Por su parte, el otro miembro de esa ilustre y confusa generación, Eugen Ionesco, optó por el exilio; se fue a París y echó a andar la aventura genial del teatro del absurdo. Noica se niega a apoyar a la Legión y les dice a Cioran y a Eliade que es “alumno de Descartes y de Kant y que, por lo tanto, no aprueba la mística exaltada del movimiento de Codreanu”; sin embargo, cuando éste es asesinado por agentes de la desfalleciente monarquía, Noica, en protesta por el horrendo crimen, se inscribió en la Legión e hizo el elogio del Capitán Codreanu. Gabriel Liiceanu, alumno de Noica, recoge estos complejos acontecimientos en sus comentarios al Diario de Páltinis, obra fundamental del atribulado Noica.

Tal vez el más conmovedor de los libros de Noica sea Rueguen por el hermano Alejandro. Se basa en una anécdota de finales de la segunda guerra mundial: las tropas soviéticas, en su avance victorioso, ocuparon un monasterio en la región de Moldavia. Los monjes rumanos huyeron. Al poco tiempo regresaron y encontraron en el altar mayor un mensaje: “El comandante de las tropas que ocuparon este monasterio declara que dejó intactas todas sus instalaciones y les pide que rueguen por la salvación de su alma.” Desde entonces, la ortodoxia rumana ruega por el desconocido comandante Alejandro, miembro del ejército de la Unión Soviética.

Rumania va a enriquecer la Feria y se va a acercar con fuerza a sus primos hermanos de la “latinidad”. Los poetas como Blaga, Arghezi, Eminescu (el poeta fundamental del romanticismo), Jebeleanu y Sorescu nos abrirán las puertas de una hermosa lengua que se aferra a sus raíces latinas y que, para nuestra fortuna, sigue en camino y se enriquece con nuevas (y fieles a la tradición lingüística, aun en sus flagrantes violaciones) aportaciones literarias. En la feria de este año presentaremos profusamente a Lucian Blaga, poeta y filósofo que representa muchas de las virtudes del espíritu rumano.

Para leer la nota original, visite:

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