Bazar de asombros: "El cine de Ingmar Bergman", por Hugo Gutiérrez Vega

Domingo, 19 de Julio de 2015
Ingmar Bergman
Foto: www.wikiwand.com

Bergman: Luces de inviernoComo en un espejo y El silencioson, fundamentalmente, el testimonio de una búsqueda de Dios a través de la aventura espiritual que contiene alegrías, dudas, encuentros y desencuentros. En la primera, el pastor luterano, en medio de un otoño que está a punto de caer en los brazos del invierno, busca, encuentra a veces, se desespera y decide seguir buscando. La segunda, basada en una frase de san Pablo, oscila entre los terrenos de la razón y la locura, y reflexiona sobre la enfermedad y el dolor. El silencio, filmada muchos años después, se arrastra por las calles de una extraña y deteriorada ciudad. En ella, el sexo es un intento de salida desesperado y frenético. Los enanitos velazquianos que caminan por los pasillos del viejo hotel son, a la vez, una entrañable deformidad y una burla circense. El diálogo silencioso entre el viejo camarero y el niño solitario dice todo al no decir nada. Ingrid Thulin tose y agoniza en la cama del final.

Vi en un cine de una barriada romana varias películas de Bergman dobladas al italiano. Como en todos los doblajes, el resultado era confuso y las voces no se correspondían con los rostros. Sin embargo, Bergman se imponía y sus imágenes, tan fuertes como los diálogos, nos entregaban todo lo que querían decir. Empezamos con El manantial de la doncella, la violación y la ejecución ritual de los violadores. El agua del milagro brotó en la peña y quedó como testimonio de la joven vida y la temprana muerte de la doncella medieval. La película de Bergman que me causa una mezcla de esperanza y de desasosiego es Fresas silvestres. Escribí un poema sobre ella y, a través de un amigo que trabajaba en la embajada mexicana en Suecia, se lo mandé al gran cineasta. Varios años de silencio y, ya perdida la esperanza, un buen día recibí en Londres su carta en la que me explicaba que su tardanza para contestarme se debía a que había meditado su respuesta para poder decirme que mi poema era una interpretación válida de la película. Guardo la carta como oro en paño y la leo cada vez que me asomo de nuevo a la casa de verano, las fresas silvestres, el reloj sin tiempo, el ataúd saliendo del carro mortuorio, el maestro y su sueño premonitorio, su viaje, los muchachos que lo regresan a la juventud, el doctorado, el diálogo con la madre aún más anciana y, sobre todo, la juventud con sus besos en la nuca.

La siguiente película fue Un verano con Mónica. En ella brilla el prodigioso desnudo de Harriet Andersson iluminando el verano de las islas suecas. El amor y el deseo se dan la mano en esta película que celebra la vida y sus emblemas.

Cerró el ciclo una deliciosa comedia, El orzuelo del diablo. Bergman juega con temas escatológicos y nos da una lección de ingenio en el tema y en las actuaciones.

Son muchos los temas que giran en películas como Voces y susurrosPersona y La hora del loboLa agonía y la muerte, el silencio como respuesta a los vejámenes del tiempo y de la vida; la compasión, sobre todo la compasión, son el contenido de estas películas que se miran, se leen y son un ejemplo de sinceridad y de armonía entre el diálogo y la acción.

He visto varias veces Fanny y Alexander. Es una película autobiográfica que contiene un homenaje al arte teatral y, con humor magistral, nos entrega una serie de momentos biológicos que van del nacimiento y el sexo a la enfermedad y la muerte. Me quedo con la figura de Alexander participando en el sepelio de su padre, actor de un teatro de provincias, y diciendo una serie de palabras prohibidas: caca, pito, culo, coño, carajo, carajo, carajo... A los pocos días, la figura paterna aparece al fondo del salón y lo mira con melancolía. Alexander ya no tiene miedo, devuelve la mirada y en silencio repite las palabrotas del desahogo vital.

Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2015/07/19/sem-bazar.html


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