Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 28 de Febrero de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

José Jiménez E., Arístides Rodríguez y Flavio Ramón Mendoza Fragoso son miembros del Taller de Escritura Creativa que semanalmente imparto en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM.

Del uso y la costumbre

Y
andábanos cortando
                    rábanos y unos cortábanos
                    y otros dejábanos
y Lupillo el sastre
                    de braguetas se menea
                                            y se menea con sartas
                                                    de cascabeles
                                                           ceñidas
                                                           al
                                                           tobillo.
Y unos cortábanos y otros
                                  dejábanos.
Amapolas y alhelíes se creen las joyas
                                                     de la huerta.
Y andábanos a corte y corte
                       y a deje y deje
                                         rábanos por doquiera.
Y la mula da vueltas y
                     vueltas
                     alrededor de la noria
y en su prima monta Blas como llegó al mundo.
Y Lupillo el que sube y baja
                                     cierres se
                                                 desmaya
                                                 de
                                                 emoción.
Y seguíamos cortando rábanos, y unos cortábanos
                                                    y otros dejábanos.
Y con presto
           se los lleva el sol
            y
            con
            presto alguna estrella.

José Jiménez E. / 9 de febrero de 2022

 

VII
Legión

…hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
Lucas 8:35

1.

Conocí a Legión en las afueras,
en los bordes; hablaba de la muerte
y de la tarde, como un pintor
escribe notas de las plantas
–y peculiares insectos–
que dan origen a la sombra
en el doblez de los tejidos.

Antes, los animales eran otra cosa, decía,
mientras miraba la vieja revista
The Satirist, 1845, bella copia–
que contenía el suicidio de un perro
Terranova, fino, negro, hermoso.
Negra finura ahogada, por voluntad,
en los estrechos ríos de Yorkshire.

En Holmfirth un perro
se precipitaba hacia la muerte;
había que amarrarlo, porque,
tan pronto se lo dejaba suelto,
corría a hundir su cabeza en el agua.

Varias veces fue liberado
y las mismas buscó llegar al centro,
la parte más profunda,
hasta que un día, de sutil resignación
–los ojos del pueblo, agotados
por el furor de tal belleza–
fue dejado en la calmada superficie.
El perro, simplemente
–es decir, después de la pelea–
dejó quietas sus patas.

Los animales eran otra cosa, decía.
Ya no amamos como antes; nos han quitado hasta la muerte.

Holmfirth asumió la mancha
que dejaría el suicida, para siempre.
Gratamente maldita,
tragaría la espina eterna del recuerdo;
eternizada punta en la garganta,
por el recio trago en la caída, el ahogado,
uno menos, o aquel
al que le fue devuelta la vida
con las tijeras sobre el trazo del tiempo
        –o la correa–
de un dios que todo lo mantiene:
    toma, hijo, este filo, corta.

Ya nadie ama de ese modo.
Se refería a los animales. Hojeaba su revista,
con ojo puesto en lo distante,
en el silencio de Gadara.
No necesito conocer al perro
para confiar en lo que pide.
Pero conocí a Legión,
que preguntaba:

¿Intentarías salvar a una piara de cerdos
si los vieras caer hacia el mar
desde un peñasco?

2.
Cuando era chico –me vino un recuerdo, súbito– de vuelta a casa, vi a un perro vecino, que sufría de sarna, intentando cagar en medio de la calle. Padecía –sin pruebas necesarias–. Caminé más lento, cautivado. De pronto, frente a él, retumbó una camioneta de redilas, la mirada de un gordo, calvo, indiferente al perro, y mi voz, lejana, como regresando del día posterior, doliente, que le gritaba ¡pare! y no se detuvo: escuché los huesos, que se quebraron. Como si toda la cuadra se hubiera deshabitado en el chasquido del costillar, se oía el delicado cortejo con la muerte, desde el hocico del perro, lanzado hacia las nubes… El perro vivió poco tiempo más, y había que ayudarlo a comer, con guantes, por la sarna; luego simplemente se esfumó del pórtico donde dormía.

¿Debí haberme lanzado?
Los animales eran otra cosa, ya no se ama como antes.

Arístides Rodríguez

 

Receta para un domingo

Cruzar el Puente Viejo
mercar chicharrón-ochol crujiente
cortarlo en trozos pequeños
y servirlo
          Añadir frescos e hirvientes frijoles de olla
queso fresco
tomachile
o ensalada de habanero
(finas rebanadas de cebolla
zanahoria
betabel
jugo de dos limones
y media cucharada de oliva)
          Acompañar con agua de fruta de temporada
machacada
          Calentar tortillas de comal
hacerse un taco
salivar
llevarlo a la boca
masticar lentamente
saborear
cerrar los ojos
olvidar problemas
escuchar música (opcional)
degustar
repetir proceso
vivir
respirar
ser feliz

Flavio Ramón Mendoza Fragoso

Martes

Insultantes

A Pedro Vergés

Et je voguais, lorsque a` travers mes liens rêles
De noyés descendaient dormir, a’ recoulons!


Arthur Rimbaud

Pero el país del sol es nada más tormento,
estertores, chatarra y glorias olvidadas.
Mi patria se detuvo en unas cuantas calles,
polvo cuaresmal de la infancia, aguaceros tremendos y animales domésticos,
nombres ya difusos que remolco hacia la nada.
Ella me gritaba, la patria, no te marches,
pero soy del país del exilio eternizado,
extranjero a bordo de mis pies sin zapatos,
en el idioma nuestro, en sus adagios,
en las aberraciones de mis blancos ancestros,
en la oración del ángelus, en las hojas y el fango
de la sombra que a tientas levantaba mi carne.
Ella me gritaba, la patria, no me dejes,
pero soy del país de los que no se retornan,
estirpe insufrible que al mar se arroja triste
y bajo la tormenta del cosmos doma fieras.
Soy de una tórrida estación y abarco sueños,
lo fugaz del amor y el tajo permanente del filo del adiós.
Soy habitante de tortuosos designios,
de la fiebre, la carencia, el desatino, el duelo.
Pero el país fue nada más aquello,
estertores, guaracha, batallas santiguadas en manos de la suerte,
estercolada sangre que nunca más retoña.
Ninguna otra sustancia pudo labrar mi surco ni apoyar mi pisada,
porque del país del exilio perpetuo voy llegando
y del país de los que nunca retornan quiero ser.

José Mármol (1960)

 

Arte poética

Oh, llamado demoníaco del surtidor poético, no me abandones a la miseria yerma la claridad. Apártame por siempre de lo fácil, lo tangible. En la oscuridad prolifera el asombro. Húndeme al tórrido gris de un mar llovido. Deja que me pierda en su armonía de furias. Dame otra vez de la locura el sueño y de la clarividencia el más ancho desvarío. Mantenme colgado de lo inimaginable. Apóyame del aire, así caigo en lo eterno. Clávame al madero de un verso apetecido, de una voluptuosa imagen de otra edad. Átame al dilema de cantar o pensar. Elévame, elévame, elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es. Desanda con mi lengua los espacios invisibles. Di con mis palabras cuanto habrá de aparecer. Diseca con un verso la belleza del instante. Haz reír un ángel y que Dios me cele. Oh bestial, cortante llamado del tormento poético. Haz de la sospecha pasión de mi escritura; que converjan en mi verbo los idiomas y las pieles, y en las vibraciones espantosas de mi sangre todos los candores de la inocuidad. Haz de mi existencia un estallido, un soplo de vocales, una idea fragante, un ya nunca jamás. Oh monstruoso llamado del surtidor poético. Haz de cada sílaba un lenguaje nuevo y con árboles y piedras un mundo a tu deseo. Haz del no sido el es y del devenir un retornar sin freno. Condéname a todo, oh torrente mágico de la poesía, menos al viciado misterio de lo exacto. Haz que mis canciones sobrevuelen la breve infinitud del universo. Oh demoníaco, oh bestial, oh fecundo y verbal llamado del poema.

José Mármol (1960)
Lengua de paraíso,
Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña,
Santo Domingo, 1993 .

Miércoles

Esteros
I a V de XXV

I ¿De dónde surge la palabra?, ¿del blanco en su afán de ocultar lo indecible?, o es al revés, ¿por el trazo se conoce lo profundo de su inabarcable hondura? Poco sé cuando la pluma se desliza tanteando la hechura de la sílaba, salvo el vislumbre inigualable de que posee un anverso más allá de su forma-figura-línea.

II El enigma se manifiesta en el contraste del blanco que en su pureza invade el adentro, y del negro que define su silueta. Así los ojosque habitan bajo su amparo andan brillados por su tea y, en vértigo asaltados por su abismo.

III Pintar, escribir, balancearse en el pretil de la in.cordura, pálpito, sombra apresada en el muro de la caverna. La hoja y la deserción de su candor cobran sentido cuando el mundo es un clamor que descifra, en su brevedad inasible, esa totalidad que emerge para resguardarse en el surco donde esto escribo.

IV El lenguaje nace de la ruptura, irradia desde su proferir. Nace naciéndose y en su habla ilumina y descubre lo elusivo: lugar o no-lugar de la quietud. Transparencia donde la cicatriz se hiende en grafía del estruendo: expresión prima de lo irrepresentable.

V Acción-palabra, palabra proteica que irrumpe haciendo esteros que son sendas, que son caminos, que son la pronunciación de la lengua en la matriz del silencio, urdimbre de lo que por demasía se cela y, en su omisión, reverbera la cifra que es visión.

Mariana Barnárdez (1964)
Memorial del fulgor.
Prólogo de Tomás Pollán.
Sapere Audem, Oviedo, 2022.

Jueves

Aquí dijiste

Aquí dijiste:
"son hermosos
los ojos húmedos de los caballos".
Y aquí: "me encanta el viento".
         Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.
Y te amo en la baldosa que pisaste,
en la mesa de pino
que aún guarda la caricia de tu mano,
en el estropeado cigarrillo
olvidado en el fondo de mi bolso.
          Recorro cada calle que anduviste
y sé
que amaste este abedul y esta ventana.
          Aquí dijiste:
"así soy yo,
como esa música
triste y alegre a un mismo tiempo".
           Y te amo
en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,
en la feliz canción
que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.
En el día aterido
que tú estás respirando no sé dónde.
En el polvo, en el aire,
en esa nube
que tú no mirarás,
en mi mirada
que te calcó y fijó en mi más triste fondo,
en tus besos sellados en mis labios,
y en mis manos vacías,
pues eres hoy vacío
y en el vacío te amo.

Piedad Bonnett (1951)
Entre esta agua.
Poetas del Mundo Latino 2009.
Edición: Mario Meléndez y
Margarito Cuéllar.
Nota de presentación: Marco Antonio Campos
Fotos: Pascual Borzelli Iglesias
UANL / Secretaría de Cultura de Michoacán
Seminario de Cultura Mexicana
Monterrey, 2010.

Viernes

La copa envenenada

¡Desde que toqué, señora, vuestra mano
blanca y desnuda en la brillante fiesta,
en el fiel corazón intento en vano
los ecos apagar de aquella orquesta!
          Del vals asolador la nota impura
que en sus brazos de llama suspendidos
rauda os llevaba al corazón sin cura,
repítenla amorosos mis oídos.
           Y cuanto acorde vago y murmurio
ofrece al alma audaz la tierra bella,
fíngelos el espíritu sombrío
tenue cambiante de la nota aquella.
          ¡Óigola sin cesar! al brillo, ciego,
en mi torno la miro vagarosa
mover con lento son alas de fuego
y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.
¡Oh! mi trémula mano bien sabría
al aire hurtar la alada nota hirviente
y, con arte de dulce hechicería,
colgando adelfas a la copa ardiente,
           en mis sedientos brazos desmayada
daros, señora, matador perfume:
mas yo apuro la copa envenenada
y en mí acaba el amor que me consume.

4 de marzo.

José Martí (1853-1895)
Ismaelillo, La edad de oro,
Versos sencillos.
Prólogo de Raimundo Lazo.
Editorial Porrúa, México, 2000.

Sábado

Ésta es la primera vez que publico un poema traducido sin incluir la versión original, que en este caso sería en polaco. Me lo envió mi amiga Isabel Sánchez, por el gusto de compartirlo y su actualidad aconseja conocerlo enseguida.

Cierta gente

Cierta gente huyendo de cierta gente.
En cierto país bajo el sol
y bajo ciertas nubes.
          Dejan tras de sí su cierto todo,
campos sembrados, ciertas gallinas, perros,
espejos en los que justamente s contmpló el fuego.
          Llevan en la espalda cántaros y hatillos,
cuanto más vacíos, cada día más pesados.
Tiene lugar calladamente el detenerse de alguien,
y en el tumulto, el arrancarle el pan alguien a alguien
o el sacudir al niño muerto de alguien.
           Continuamente ante ellos un cierto no hacia allá,
un no es éste el puente que hace falta
sobre un río extrañamente rosa.
Alrededor ciertos disparos, más lejos o más cerca,
y en lo alto un avión que, un poco, s balancea.
No estaríamalcierta invisibilidad,
una cierta parda pedregosidad,
y aún mejor un cierto no-haber-sido
por unt iempo corto o hasta largo.
Algo ocurrirá todasvía, pero dónde y qué.
Alguien les saldrá al paso, pero cuándo, quién,
de cuántas formas y con qué intenciones.
Si es que puede elegir,
quizás no quiera ser un enemigo
y los deje con una cierta vida.

Wislawa Szymborska (1923-2012)
Traducción de Gerardo Beltrán.
Poesía no completa.
Texto introductorio de Elena Poniatowska.
Edición y traducción de
Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia.
Fondo de Cultura Económica, México, 2002.

Domingo

Miedo…

Miedo…
          de ti,
             de perderte.
Miedo de todo,
de este remolino que levanta fantasmas
los alborota, los inquieta.
No los arrastra, no se los lleva.
Permanecen.
M habitan sin descanso
en continuo aleteo.
Nunca duermen.
No cesa en el aire enfurecido
un movimiento obsesivo
                                    inalterable.
Que pare, que no sople más.
Una tregua, un aliento
que pueda al fin
                    pronunciarte en paz.

Maricarmen Pitol

 

Corro tendida…

Corro tendida,
el mundo se abre,
extiendo los brazos y no alcanzo a cubrirlo.
¡Es mío, mío!
Todo es luz.
Sopla el aire, me roza, me toca,
                                       me envuelve.
Brilla el sol, quema mi piel, la enciende,
y es la luna quien la aquieta,
                                  la besa.
Baila la lluvia, me moja, la gozo,
                                          cantamos,
todo es carcajada.
Ha nacido la vida,
he nacido a la vida.
Corro tendida
el mundo se abre
extiendo los brazos y vuelo a tu lado.

Maricarmen Pitol.
Bailar de druidas.
Edicions Nautilus.
Centro Queretano de Escritores.
Querétaro, 1996.


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