Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Lunes
Pasar
Quiero y no quiero
busco
un aire negro un cieno
relampagueante
un alto
una hora absoluta
mía ya para siempre.
Quiero y no quiero
espero
y no
y desespero
y por veces aparto
con todo olvido todo abandono toda
felicidad
ese día completo
esa huida ese más
ese desdén entero
esa destituida instancia
ese vacío
más allá del amor
de su precario don
de su no
de su olvido
esa puerta sin par
el solo paraíso.
Quiero y no quiero
quiero
quiero sí y cómo quiero
dejarlo estar así
olvidar para siempre
darme vuelta
pasar
no sonreír
salirme
en una fiesta grave
en una dura luz
en un aire cerrado
en un hondo compás
en una invulnerable
terminada figura.
Idea Vilariño (1920-2009)
Antología de poesía latinoamericana contemporánea
Selección de Piedad Bonnett
Norma, Bogotá, 2010.
Martes
José Ramón Cantaliso
José Ramón Cantaliso,
¡canta liso!, canta liso,
José Ramón.
Duro espinazo insumiso:
por eso es que canta liso
José Ramón Cantaliso,
José Ramón.
En bares, bachas, bachatas,
a los turistas a gatas,
y a los nativos también,
a todos, el son preciso
José Ramón Cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.
Voz de cancerosa entraña.
Humo de solar y caña,
que es nube prieta después:
son de guitarra madura,
cuya cuerda ronca y dura
no se enreda en la cintura,
ni prende fuego en los pies.
Él sabe que no hay trabajo,
que el pobre se pudre abajo.
Y que tras tanto luchar,
el que no perdió el resuello,
o tiene en la frente un sello,
o está con el agua al cuello
sin poderlo remediar.
Por eso de fiesta en fiesta
con su guitarra protesta,
que es su corazón también,
y a todos el son preciso,
José Ramón Cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.
Nicolás Guillén (1902-1989)
Summa poética.
Cátedra, Madrid, 2005.
Miércoles
En esas manos juntas
Allí van mis dos viejos
de la mano
estrenando sus años
muchos años
dentro de una silueta vieja y buena
dueños de su segunda adolescencia
ellos conocen el hilo de la vida
como la palma de sus propias manos
y de los días abiertos
como arcos cotidianos
van construyendo el tiempo
territorio de amor en la ciudad
desarbolada y sucia
tregua de flores y de pájaros
del bolsillo de él
ella saca los años
sacude las artritis
almidona el espíritu
con unos polvos blancos
y él
sale como un astro
múltiple de raíces
a comenzar la vida
con sus útils limpios
bien forrados por ella
cada día temprano
y en esas manos juntas
que se dan
como niños
han cabido una guerra
un exilio
telegramas lejanos
anunciando la muerte
los padres los hermanos
pozos de lejanía
eséranzas perdisas
en los nuevos caminos
puertas
nuevas ventanas
allá van mis dos viejos
de la mano
territorio de amor
en la ciudad
desarboada y sucia
tregua de flores y de pájaros
Mariángeles Comesaña (1948)
Mendrugos de silencio
Escribo mi carta para
decirles que esto es
lo que pasa.
Estamos enfermos del tiempo
del aire mismo, de la pesadum-
bre que respiramos,
de la soledad que se nos impone.
Rubén Bonifaz Nuño
La tarde me está viendo
se ríe de mis zapatos
descaminados
sucios de tanta espera
la tarde se me clava en la garganta
una se encuentra sola
sola en el desayuno
en la ventana
sin más ropa colgada que una sola
sin más agua en la jarra
¿para qué? ¿para quién?
sin más calor
que el lienzo de unas sábanas
una se encuentra sola
sola alabrirla puerta de la casa
sola al partir el pan
–dulce para nadie–
al servir el café
en una sola taza
los días y las noches
untan la soldad
en los espejos
donde a diario se mira
solamente una cara
una se encuentra sola
poblada de rincones
las cosas hablan miran
en un idioma inmóvil
las patas de las sillas
paralíticas sin rastro de tibieza
sillas sin alma
la soledad mendiga
va pasando a las casas
va pidiendo mujeres
hombres
niños
mendrugos de silencio
pedacitos de vida
vidas enteras
trágame tierra
que me devora el frío
de mi sombra amarrada
trágame que me muerde y me remuerde
la falta de mi mano en otra mano
el hueco de mi cuerpo en otro cuerpo
la ausencia de mi risa en algún cuarto
la tarde me está viendo
en su triste aguacero
la tarde se me clava en la garganta
Mariángeles Comesaña (1948)
Donde conversan los amigos
Mariángeles Comesaña, Antonio
Deltoro, Eduardo Hurtado
Ediciones de la revista Punto de
Partida, UNAM, México, 1982.
Jueves
Historia de un amor / Cristina Peri Rossi
Para que yo pudiera amarte
los españoles tuvieron que conquistar América
y mis abuelos
huir de Génova en un barco de carga.
Para que yo pudiera amarte
Marx tuvo que escribir El Capital
y Neruda, la “Oda a Leningrado”.
Para que yo pudiera amarte
en España hubo una guerra civil
y Lorca murió asesinado
después de haber viajado a Nueva York.
Para que yo pudiera amarte
Catulo se enamoró de Lesbia
y Romeo, de Julieta;
Ingrid Bergman filmó Stromboli
y Pasolini, los Cien Días de Saló.
Para que yo pudiera amarte,
Lluís Llach tuvo que cantar Els Segadors
y Milva, los poemas de Bertolt Brecht.
Para que yo pudiera amarte
alguien tuvo que plantar un cerezo
en la tapia de tu casa
y Garibaldi pelear en Montevideo.
Para que yo pudiera amarte
las crisálidas se hicieron mariposas
y los generales tomaron el poder.
Para que yo pudiera amarte
tuve que huir en barco de la ciudad donde nací
y tú resistir a Franco.
Para que nos amáramos, al fin,
ocurrieron todas las cosas de este mundo
y desde que no nos amamos
sólo existe un gran desorden.
Cristina Peri Rossi (1941)
Sueño
Soñé que estábamos juntas en el cine
la película era la misma
tu butaca estaba frente a la pantalla
pero la mía
miraba hacia el otro lado
el cartel luminoso que decía SALIDA.
Cristina Peri Rossi (1941)
Montevideo
Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas
flores lilas
Una ciudad
de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.
Y sin embargo
la quise
con un amor desesperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
de los mendigos que recitan a Baudelaire.
La ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos
Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.
Cristina Peri Rossi (1941)
Poesía reunida,
Lumen, Barcelona, 2005.
Viernes
Después de las fiestas
Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
Julio Cortázar (1914-1984)
Una carta de amor
Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.
Julio Cortázar (1914-1984)
Los amigos
En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.
Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.
Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.
Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.
Julio Cortázar (1914-1984)
Narraciones y poemas.
Visor Libros. Madrid, 2005.
Sábado
Patio de tarde
A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha rubia ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro, y sigue aplicando la cola a la madera terciada.
Julio Cortázar (1914-1984)
Último round.
Siglo XXI, México, 1969.
Capítulo 68
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Julio Cortázar (1914-1984)
Rayuela.
Pantheon Books Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1963.
Domingo
Hemos de procurar no mentir
Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.
De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: "Tengo cuarto de baño"
–mi casa era pobre con el retrete fuera–.
"Mi padre es ingeniero" y era sólo fumista,
pero yo le veía ingeniero ingenioso!
Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre;
a veces voy desnuda.
Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.
Gloria Fuertes (1917-1998)
Autobio
Nací a muy temprana edad.
Dejé de ser analfabeta a los tres años,
virgen, a los dieciocho,
mártir, a los cincuenta.
Aprendí a montar en bicicleta
cuando no me llegaban
los pies a los pedales;
a besar, cuando no me llegaban
los pechos a la boca.
Muy pronto conseguí la madurez.
En el colegio,
la primera en Urbanidad,
Historia Sagrada y Declamación.
Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban.
Me echaron.
Nací sin una peseta. Ahora,
después de cincuenta años de trabajar,
tengo dos.
Gloria Fuertes (1917-1998)
Y no sé por qué
Estoy triste... y no sé por qué;
he bebido amor,
y aún tengo sed.
Estoy sola... y no sé por qué;
quisiera saberlo,
mas no lo diré...
Estoy sola y no sé por qué;
quisiera besar
y no sé a quién.
Estoy enamorada... y no sé de qué.
Quisiera saberlo...
y no puede ser.
Estoy triste y sola...
y no sé por qué.
Gloria Fuertes (1917-1998)
Antología.
Cátedra, Madrid, 2019.
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
® 2024 Academia Mexicana de la Lengua