Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 29 de mayo de 2023
Por: Felipe Garrido

Lunes

De Letanía erótica para la paz
[Afuera dicen…]

Afuera dicen que la muerte llueve.
Caminamos y de trecho en trecho la sangre se agolpa.
El viento trae el rumor de todas las angustias.
Innumerables hocicos anuncian sus colmillos.

*
Alguien pregona la destrucción,
alguien quiere tragarse la palabra humanidad,
porque los cerebros fríos se están calentando con odio.
Dicen que la muerte llueve
y en alambres de púas se clavan las preguntas.
Piensan hoy que comemos muerto a diario
y en esta muerte transformada somos.
Una noche animal da al horizonte
y en él
arden los niños y los hombres arden.
El desaliento curva las espaldas
las frentes miran hacia abajo,
sobre la piel se unta el miedo,
los ojos se llenan de vidrios
y el corazón, caracol de pánico, ensancha su locura.

*
Empequeñecidas,
las madres son gusanos que piden misericordia
en este breve infierno,
mientras el aniquilamiento silba como víbora.
Porque la inconciencia ha pedido nuestro uniforme final.

Dicen que la muerte llueve y estamos ya pisando polvo de hombre,
que nos hundimos inmensa herida
y que hace mucho Dios está cansado.

No podemos sentarnos y ver como crece la angustia
donde antes crecía la hierba.
No vamos a reconstruir el llanto.
No aceptamos la tarea de morir.

*
Tenemos que decir algo.
El relato sencillo de las mujeres que seguirán poblando el universo.
El canto de los hombres de cuyo vigor saldrán las demás generaciones.

Porque es mentira esta isla de muerte
que nos vamos haciendo,
donde no hay un "te acuerdas"
que no hayan mutilado.
Porque no ha de romperse el mundo. Hemos de seguir siendo.
Porque estamos aquí. No hay todavía.
Somos los dos.
Quemados por la misma llama,
ungidos por el mismo aceite,
sucios por la misma ceniza,
doblados por la misma lluvia,
amados por el mismo viento.

*
Los mismos desde el principio,
los de siempre,
los de después.
Somos la pareja que aquella tarde doblegó a la hierba.
Somos la que hizo sangrar olor a la tierra,
la que finge pescados al amarse bajo el agua,
la que inventa pájaros al sentirse las alas,
la que siente el río del tamaño de su sed.
Somos la que aquella mañana defendiera su adiós con lágrimas.
La que se ama sin saciedad.
La que no cree en la costumbre o el desamor.

Somos la que no se explica cómo puede haber
tanta felicidad en tan corto tiempo.
El soplo igual de una sola llama.
Los dos ojos de un mismo rostro.
La que una noche contaba inútilemnte las estrellas.

Somos la que conjugó todos los verbos
hasta caer vencida en su victoria.
Somos la que no padece el vacío del vocablo soledad.
La que piensa que un hijo es la propia dimensión.
La que comprende que el amor es una conversación sostenida,
la que mezcla también su propio silencio,
la que piensa que un brazo será siempre la mejor almohada,
la que goza con su maligna ingenuidad.

[pp. 28-39]

Griselda Álvarez (1913-2009)
Letanía erótica para la paz.
Ilustrado por Elvira Gascón.
Instituto Colimense de Cultura, Colima. 1997.

Martes

Esperanza

Aguardo todavía;
aguardo aún, alta de hogueras y de signos,
dócil de llanto y de preguntas ciegas.
Aguardo en esas horas oscuras y secretas
cuando en la carne un ángel negro ofrece
testimonios de heridas infalibles,
y entre emplazada muerte y predicción de auroras
una aciaga vendimia de arenas y ataúdes
las sienes extasía.
Cuando los nombres duelen
como un muro de gritos y fantasmas terribles
y en la tierra vencida de los hombres sin alas
aran lentas, unánimes espinas,
la noche y el silencio.
Aguardo aún, endeble caña en éxtasis,
de pie sobre mis ruinas.
Porque escucho la isla
solitaria y distante del reposo
crecer como remanso de nubes amantísimas
entre el sueño y el alba.
Y la oigo crecer y levantarse,
relámpago de playas,
y diestra en llanto y sales a socorrerme
con la fresca merced y el refrigerio
de un ala sosegada.

Paula Alcocer (1920-2014)

Este sueño insumiso

Ella, la otra que me habita,
la que vela, loca, ataúdes vacíos
y dice palabras que yo ignoro;
la que su duro cautiverio exalta
con fiero don de lenguas
y en el pecho, ejército de heridas,
le combaten el sueño y la tormenta;
la que puede llorar aún
cuando yo callo,
ella, la mujer que me habita,
ciega sufre mientras yo la miro
con mi rostro prestado
y mis ojos discípulos fieles de las piedras.
y yo le digo:
“Quedémonos aquí;
dura milicia, interminable guerra
son sólo nuestros días,
puerta de polvo el corazón sin ecos.
Quedémonos aquí, ya quietas,
y que la ruina acabe
por comernos los huesos”.
Un pulso de fantasmas lento enfría
el licor de mis sienes,
pero ella, la otra que me habita,
llora rebelde aún, y huye,
y a su sueño insumiso mis palabras
son endebles barricadas de arena.

Paula Alcocer (1920-2014)
Obra completa
Secretaría de Cultura de
Jalisco, Guadalajara, 2007.

Miércoles

La señora Flor

A Justo Garrido

Se prosterna hasta besar la limpia estera,
y sentándose medrosa en sus talones
la señora Flor, me mira zalamera
prometiéndome ignoradas emociones.
          Yo sentado en un cojín tomo té verde
a la vera del hibachi mortecino,
y en un bosque laberíntico se pierde
mi razón ante aquel cuerpo femenino.
          En tus ojos hay tinieblas de misterio,
Hana San, y no comprendo tu lenguaje
y no obstante me sometes a tu imperio
con tu exótico tocado y con tu traje.
         Tal vez guardas un magnífico tesoro
de ternuras refinadas y felinas;
tal vez eres una bella estatua de oro
y me hechices con tus formas ambarinas.
        Tenue lámpara ilumina con su escaso
resplandor un antiguo kakemono,
y unos iris que se mueren en un vaso
se doblegan con posturas de abandono.
        Cual se rompe con el viento un casto lirio
de tus galas vaporosas te despojas,
y ofreciéndote obdiente a mi delirio
te deshojas, te deshojas, te deshojas.
       Tu cintura es más endeble que un arbusto,
no se esparce tu enlutada cabellera,
son muy tímidas las curvas de tu busto
y muy sobria me parece tu cadera.
       Mas tu espasmo es como un tierno espasmo de ave,
tus miradas si no ardientes son sumisas,
es tu cuerpo de una seda muy suave
y tus labios un venero de sonrisas.

Efrén Rebolledo (1877-1929)
En El Lejano Oriente en la poesía mexicana
Introducción / Selección / Glosario
de Elsa Cross
Universidad Autónoma de Sinaloa,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Universidad Autónoma de Nuevo León
Vaso Roto Ediciones
Metepec, 2022.

De Itinerario contemplativo

Magueyes

El alcohol de la tierra enciende
la verde llama
de los magueyes.

Túnel

Sol.
Un parentesis de sombra...
Y otra vez el sol.

Mujeres de Orizaba

En el pentagrama de las rejas
forman una escala musical
sus cabezas.

El faro

El ojo del fanal
pasea despectiva
mirada circular.

Francisco Monterde (1894-1985)
En El Lejano Oriente en la poesía mexicana
Introducción / Selección / Glosario
de Elsa Cross
Universidad Autónoma de Sinaloa,
Universidad Nacional Autónoma de México.
Universidad Autónoma de Nuevo León
Vaso Roto Ediciones
Metepec, 2022.

Jueves

Corrido de La toma de Zacatecas

Era el veintitrés de junio,
hablo con los más presentes,
fue tomado Zacatecas
por las tropas de insurgentes.
        Ya tenían algunos días
que se estaban agarrando
cuando llegó Pancho Villa
a ver qué estaba pasando.
        Las órdenes que dio Villa
a todos en formación,
para empezar el combate
al disparo de un cañón.
        Al disparo de un cañón,
como lo tenían de acuerdo,
empezó duro el combate
lado derecho e izquierdo.
       Les tocó atacar La Bufa
a Villa, Urbina y Natera,
porque allí tenía que verse
lo bueno de su bandera.
      Las calles de Zacatecas
de muertos entapizadas,
lo mismo estaban los cerros
por el fuego de granada.
     ¡Ay, hermoso Zacatecas,
mira cómo te han dejado!
la causa fue el viejo Huerta
y tanto rico allegado.
    Ahora sí, borracho Huerta,
harás las patas más chuecas
al saber que Pancho Villa
ha tomado a Zacatecas.
    Ya con ésta ahí me despido,
con la flor de una violeta,
por la División del Norte
fue tomado Zacatecas.

Los Errantes, ca. 1960
CAM 95-45; Arhoolie Folklyric CD 7042
(Audio Courtesy of Chris Strachwitz of Arhoolie/Folklyric)

La bizarra capital de mi estado
A Jesús B. González

He de encomiar en verso sincerista
la capital bizarra
de mi Estado, que es un
cielo cruel y una tierra colorada.

        Una frialdad unánime
en el ambiente, y unas recatadas
señoritas con rostro de manzana,
ilustraciones prófugas
De las cajas de pasas.
       Católicos de Pedro el Ermitaño
y jacobinos de época terciaria.
(Y se odian los unos a los otros
con buena fe.)
      Una típica montaña
que, fingiendo un corcel que se encabrita,
al dorso lleva una capilla, alzada
al Patrocinio de la Virgen.
      Altas
y bajas del terreno, que son siempre
una broma pesada.
      Y una Catedral, y una campana
mayor que cuando suena, simultánea
con el primer clarín del primer gallo,
en las avemarías, me da lástima
que no la escuche el Papa.
     Porque la cristiandad entonces clama
cual si fuese su queja mas urgida
la vibración metálica,
y al concurrir ese clamor concéntrico
del bronce, en el ánima del ánima,
se siente que las aguas
del bautismo nos corren por los huesos
y otra vez nos penetran y nos lavan.

Ramón López Velarde (1888-2021)
Obras.
Edición de José Luis Martínez.
Fondo de Cultura Económica,
México, segunda edición, 1990.

Viernes

Nocturno llanto

Ese llanto invencible que brota a media noche,
cuando nadie nos ve ni nuestros propios ojos
pueden atestiguarlo,
porque es llanto reseco, privado de su sal,
desvestido de linfa,
con aridez de fiebre
y amargo como el humo de los remordimientos.
         Ese llanto que irrumpe sin causa y sin sollozo,
sin roce y sin historia,
desprovisto de gota, de tibieza y caída,
pero dando la sensación exacta
de nacer y rodar
en un cauce frío lento que invade hasta los huesos.
        Ese llanto del hombre asomado al misterio
que le duele en la voz, en la piel, en las venas
y en el arropo oscuro
de la noche que ciega su pensamiento en llamas.
        Ese llanto sin lágrimas
–huracán en vacío, surtidor sin derrame–
que al borde de los párpados
detiene sus impulsos
y retorna al dolor de donde nace.
       Ese llanto tan mío, tan de todos y ajeno,
expansión comprimida de atávicas nostalgias
que no alcanzan la lluvia que las hunda en la tierra
para seguir por ella, en humedades hondas,
persiguiendo el declive
que las retorne a su raíz marina.
     Ese llanto de todos acendrado en el mío,
ese llanto tan mío en que afluye el de todos
–agua y sal trasvasadas en angustia ambulante–,
que circula enclaustrado
como altura caída que anhela levantarse,
y al no poder hacerlo,
se retuerce en el centro de su lumbre vacía
para seguir luchando contra el blindaje sordo
que no puede llorarlo.
     Llanto ciego que brota de la oculta resaca
de una sangre viajera en su cárcel de agobio.
El calor dilatado de musculares zonas
que sube hasta la orilla
de la flor sin corola del insomnio sediento.
      Ese llanto sin llanto, percepción absoluta
del íntimo goteo
que al nacer se derrama nuevamente hacia dentro,
porque le dieron vida lacrimales sin parto,
o porque lo producen las vertientes secretas
de siglos de memoria
que quisieran rodarse
por el salto mortal de nuestras lágrimas.
     Este llanto inllorado, ese llanto en deseo
de volcarse en el llanto;
esas olas de miedo, de ansiedad, de tormento
que se agolpan y piden
el nacer repentino de su líquida fuga.
    Ese llanto sin llanto empotrado en la frente,
que se muere sin agua y se bebe a sí mismo
para seguir formando
el manantial sin cauce
que detrás de la carne presiona con su asfixia,
y transforma la vida en un volcán sin cráter
o alud que sin espacio se rebulle en su sitio.
    Ese llanto sin llanto, ese impulso encerrado
de un brotar que no puede encontrar desahogo
y que vive en nosotros, comprimido, creciente,
porque es llanto de hombre que no cabe en el hombre
y que tiene, por fuerza, que vivir sumergido
hasta el instante trágico
en que la muerte hiera,
y se llore fundido al corporal derrumbe.

Elías Nandino (1900-1993)
El azul es el verde que se aleja,
Antología poética

Selección, prólogo y notas
de Jorge Esquinca
Secretaría de Cultura / Jalisco
Guadalajara, 2008.

Sábado

segundo paisaje

aquellos infelices de la esquina
aquellos infelices de la escuela
generaciones enteras robando la cooperativa
pública
como fernando mi vecino roba perros
aquel cómo se llamaba
mientras vicente
golpeaba al hermano hasta sangrarle la
indicación de sentir latiendo su retorcida carne
de labio doble
galileo
frente a su casa
la bollo
la icónica bollo
verónica perimetral
la circunvecina que se rodeaba para ver en
pique
el fomento de la tradición urbana
hamburguesas lanzadas a lo miope
y sanjuana promulgaba de pie
eran los 80
y las canciones se bailaban con la cuadra
cerrada
por obra estridente estrambótica y rabiosa del
vallenato
un sonidero
la clase media
éramos la patria chica
el valle sin agua que aspiraba estar lleno
aún más lleno
allá los cholos
en bota convers
con una pequeña y sucia casetera que
canturreaba
versos proletarios
eran los 80
y la muerte se asomaba en formas plásticas
más voluminosas
mi hermana en sus 11 años
sexto de primaria
tenía una compañera con cáncer antes de
conocer el concepto de cáncer
así de rápido
así de moderno
vemos la fotografia de sexto b
ay! mónica elsa o margarita
llevaba un turbante rojo que sugería la enfermedad
el color verde en su rosto
las ojeras
la debilidad
llegando para junio o para agosto
no había rastro
nosotros no conocíamos la palabra cáncer
no sabíamos qué era lo que hacía el cáncer
sólo sabíamos que la niña había dejado de
asistir
como mayra
la otra de muchas otras compañeras
embarazadas
porque después de escandalizar a la directora
con su bulto
jamás volvían
éramos unas niñas
11 12 13 años
el muro de berlín cayendo frente a nuestros ojos
era 1989
y veíamos la promesa de un mundo sin
fronteras
the wings of change
de nuevo regresé a ese estado de esperanza
30 años luego
en el gorki park nos reíamos tanto
sintiendo en el verano el frío viento del volga
ese verano húmedo casi sin noche
se pregonó la noticia por la colonia
en capitán aguilar
esos
los de la esquina
aquellos infelices
los habían agarrado infraganti
a todos y cada uno de ellos
por rateros
mientras mi hermano se había retraído
meses antes
se sentaba junto a nosotras
en la sala de la casa con mesita al centro
y jugábamos mario bros por horas y horas
y mamá hablaba y hablaba y hablaba
después gritaba y gritaba y gritaba
por horas y horas
hasta que cortaba el enchufe de la consola
a mordidas
o con tijeras
era rabiosa
mamá siempre tiene qué hacer un lío

en la teoría de la frustración se plantea que
la agresión es siempre consecuencia directa de
una frustración previa
o a la inversa
una frustración que se observa venir
siempre
y que conduce
como conducía a mi mamá
gritando
echando lío
cortando cables
cortando enchufes
pegándole a mi hermano con una tabla
y que la conducía
a una frustración que se observa venir
siempre
previa o posterior
en las formas más sorpresivas de violencia
no entendía si cada vez más pequeño
mi hermano
no entendía
si el enchufe cada vez más pequeño
que cortaba mi mamá
o el niño que habitaba dentro del niño que era
mi hermano niño
el cable se achicaba cada vez más
y mi papá cada vez más hacía más corajes
y mi mamá cada vez menos soportando a su
marido
o mi papá
las borracheras
la ausencia del padre
cuatro hijos
la ausencia del padre con los hijos en casa
como si no existieran
como si el padre fuese sólo autoridad
ornamental
y le hubiese gustado tener a sus hijos
dormidos por barbitúricos
lejos
en una muy distante existencia conceptual
en una dimensión periférica
pero no la misma
para ir y regresar
ir y venir
a sus anchas
con sus amigos
jugando dominó softball
riendo candil de la calle
cortando cada vez más el cable
que era la metáfora de la paciencia de mi madre
gritando
desconectada
haciendo un lío
un simulacro de huída siempre

eran los 80
y los infelices de la esquina
observaban la familia el tango
como mirando un paisaje ahogado y pobre con a
horcados
y no borrachos

Minerva Reynosa (1979)
iremos que te pienso entre las
filas y el olfato pobre de un
paisaje con borrachos o ahorcados
Filodecaballos, Monterrey, 2020
Secretaría de Cultura, Conarte
Gobierno de Nuevo León.

Domingo

Fui dos…

Fui dos.
Sentía sin mis manos,
veía sin mis ojos.
Esperaba tenderme
horizontal de dicha
en abrazo redondo,
cuando tu ausencia fuera
un respirar muy mío
y un despertar de gozo.
¡Qué ilusiones de estío,
de mies y de contorno...!
¡Ahora sólo me queda
la soledad vacía
bajo mi cuerpo solo.

 

No me sabe tu besar…

No me sabe tu besar
a sal ni a mar,
¡qué desvarío!
¡que me sabe tu besar
a agua de río!
No me sabe tu mirar
ni azul ni rojo;
amarillo
es el sabor de tus ojos
y es el son de tu cantar.
No me sabe tu besar,
tu cantar
ni tu mirar
a mareo de alta mar.

 

Cuando no sepa tu nombre

Cuando se me haya olvidado
el recuerdo,
entonces te habré perdido.
Cuando la ola se quede
sin volver a la arena,
entonces te habré perdido.
Cuando la hoja en el árbol
no sepa su color,
entonces te habré perdido.
Cuando el callar no sea ya
mirarte hacia adentro,
entonces te habré perdido.
Cuando tu nombre me sea
completamente nuevo,
entonces, te habré perdido.

 

En esta soledad

En la soledad no se encuentra más que lo que se lleva a ella.
J.R.J.

En esta soledad
con paredes o al aire
voy poniendo las cosas;
me las paso a mí misma
de ese estante a este estante,
orden,
para sentirme en su existencia.
A solas con un pájaro
–capricho en mi paisaje–
inestable en su canto
y en su vuelo,
ir y venir
de ayer a este presente
de fijeza imposible.
Y con la nube,
a solas,
pasar también,
dardo hacia la salida
de un próximo
aún no poseído.
¿Qué
en esta soledad
tan mía,
inútilmente llena
de un ser
y un haber sido?
Aquí yo,
y esa luz,
y ese color,
y esa canción perdida.
¿Basta?

 

Sin agua…

Sin agua,
el mar.
Sin tiempo,
el reloj.
Sin aire
el suspiro.
Sin calor
este frío, este vacío
sin mar
sin tiempo,
sin aire,
este vacío.

Marina Romero (1908-2001)
Poetas del exilio español.
Una antología.

Editores
James Valender y
Gabriel Rojo Leyva.
El colegio de México, México, 2006. 


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