Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 14 de Noviembre de 2022
Por: Noticias

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Canciones para cantar en las barcas

1. ¿Quién me compra una naranja?

A Carlos Pellicer

¿Quién me compra una naranja

para mi consolación?

Una naranja madura

en forma de corazón.

          La sal del mar en los labios

¡ay de mí!

La sal del mar en las venas

y en los labios recogí.

          Nadie me diera los suyos

para besar.

La blanda espiga de un beso

yo no la puedo segar.

          Nadie pidiera mi sangre

para beber.

Yo mismo no sé si corre

o si deja de correr.

          Como se pierden las barcas

¡ay de mí!

como sepierden las nubes

y las barcas, me perdí.

          Y pues nadie me lo pide,

ya no tengo corazón.

¿Quién me compra una naranja

para mi consolación?

2. La orilla del mar

No es agua ni arena

la orilla del mar.

          El agua sonora

de espuma sencilla,

el agua no puede

formarse la orilla.

          Y porque descanse

en muella lugar,

no es agua ni arena

la orilla del mar.

          Las cosas discretas,

amables, sencillas:

las cosas se juntan

como las orillas.

          Lo mismo los labios,

si quieren besar.

No es agua ni arena

la orilla del mar.

          Yo sólo me miro

por cosa de muerto;

solo, desolado,

como en un desierto.

          A mí venga el lloro,

pues debo penar.

No es agua ni arena

la orilla del mar.

y 3. Se alegra el mar

A Carlos Pellicer

Iremos a buscar

hojas de plátano al platanar.

          Se alegra el mar.

Iremos a buscarlas en el camino,

padre de las madejas de lino.

          Se alegra el mar.

Porque la luna (cumple quince años a pena)

se pone blanca, azul, roja, morena.

          Se alegra el mar,

Porque la luna aprende consejo del mar,

en perfume de nardo se quiere mudar.

          Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé

para mi novia de lindo pie.

          Se alegra el mar.

Siete varas de nardo; sólo un aroma,

una sola blancura de pluma de paloma.

          Se alegra el mar.

Vida –le digo–, blancas las desprendí, yo bien lo sé,

para mi novia de lindo pie.

          Se alegra el mar.

Vida –le digo–, blancas las desprendí.

¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!

           Se alegra el mar.

José Gorostiza (1901-1973)

Poesía.

FCE, México, 1964.

Segunda edición, 1971.

Martes

Nocturno

Aquí voy en el río,

desconocida, larga.

          Y cabeceo en el viento

como el toro,

que en éxtasis levanta

la llama de sus ojos,

brillantes por la sed

de oscuras aguas.

          Y me hundo en la noche

como en el conocido pecho

de mi madre,

húmedo y sin palabras.

          Muerdo el fruto del día,

y en el silencio voy

como la rama

enamorada

y muda que danza.

          Ahí van mis sentidos

prendidos en el vientre de la noche

como siete cabritas

palpitantes y fijas.

          Sola me quedo

junto al que se oculta

hollando a sus creaturas.

          Entre las ramas

flotando van estrellas

como frutillas duras.

          Bajo este cielo, ay, todas las cosas

van hablando entre dientes.

solas y presurosas.

          Bajo este cielo, ay,

me voy rendida

como la hierba hollada.

          Y queriendo cantar

y sin hallar palabras.

A la sombra de las palabras

A lasombra de las palabras

que se aduermen en la lengua

oigo correr el agua 

que se recoge en cada cosa

y pasa.                                            

          A la sombra de las palabras

que se aduermen en la lengua

bebo hieles colmadas

como fuentes pasajeras.

          A la sombra de las palabras

crezco como la luz

que de la noche despierta.

A la sombra de las palabras

encuentro mi ascendencia.

Dolores Castro (1923-2022)

La vida perdurable.

Antología poética.

Selección y presentación

de Francis Mestries.

Editorial Praxis, México, 2007.

Miércoles

Acueductos del sueño 

1994

4/4

Las tres entregas anteriores: 

1971, 1973 y 1976

36

Los ecos de la noche

salen del pozo

Danzan en el caldero

Las sombras se derraman

nos sospechan

37

En mi costillar

el ángel de las negaciones

toca el arpa

y la verdad

38

El deseo baja los ojos

como arcos que no saben del triunfo

39

Amor o agua

veneno que gotea sobre el mundo

Ángel de piedra que mueres bajo el puente

tú y yo seremos charcas o paredes

40

Como lluvia el recuerdo

          resbala por tu piel

Como hierba el olvido

          crece sobre mi lengua

41

Quiero tocar la raíz de tu sombra

como toca la luz a la puerta de la noche

42

La tierra del amor no tiene bordes

Es tan difícil quedarse

como hacerle una estatua al movimiento

43

La noche me apedrea

se derrumban mis párpados

Soy la voz que se pinta

en tu reflejo

44

En el reino del vacío

los límites no tienen forma

No tienen rostro las cosas

que dicen estar allí

45

Y el ángel

muerto

se llenó de escamas

De cera la tarde

lo imaginaba

Carmen Nozal (1964)

Poesía reunida 1991-2021

Nieve de Chamoy / Mastodonte                                                                                                       

México, 2021.

Jueves

Credos

Yo sería agnóstico,

si supiera qué quiere decir.

Amigos que perdimos

Amigos que ya perdimos decidieron

que la vida debería tener olor a gas butano,

clausuraron las rendijas por donde husmeaba el sol

y tapiaron las ventanas de la próxima mañana.

          Otros pusieron en su cuello un collar de esparto,

nudo cegado a mirar un nuevo día.

          O sintieron la angustia

en el reflujo del agua que regresa al horizonte,

o en las fórmulas salidas del matraz y el alambique

de vidrio transparente

que oscurece cualquier mueca del futuro.

          O hicieron detonar

el espíritu de la pólvora inventada por los chinos

para estallar un paladar que guardaba sinsabores.

          Hubo quienes volvieron hacia atrás

en una encrucijada del camino

sin saber que otro automotor

se dirigía al mismo sitio,

          o en un trágico vuelo que los Wright o Lindbergh

no imaginaron nunca,

se perdieron en el medio de la Sierra Madre.

Otra fotografía

Por lo que puede verse,

el alma es invisible.

Mal sueño

La pesadilla es una yegua furibunda.

Irrumpe en el sosiego del dormir y lo perturba.

Por la grieta ofuscada del horror se convierte en mal sueño.

Lanza a la diestra siniestras coces.

Pare quejosamente potros sanguinolentos

–no puedo aullar, sólo relinchan mis gemidos–.

Aterrado advierto que sus ojos extraviados

se dirigen malignamente hacia mis ojos.

Reflexión

La música del verso no es música mía,

es música de mi idioma.

Escritura

Intentaremos reunir ciertas palabras

que ya se han pronunciado en este idioma

y en los dialectos infinitos

de sus millones de hablantes.

          ¿Cómo encuentro la palabra que me falta

para expresarla en estas páginas inciertas?

          Empezaría diciéndole al poema

que si quiere ir lejos le conviene

seleccionar el viento más propicio,

abrir las alas

y celebrar su momento.

Trayecto 

Venimos de otros poemas.

No se advierte sino el paso lento

de las hormigas alrededor del frasco.

          Enfrente, en la pared desnuda

se insinúa la argamasa que unió cada ladrillo

horneado bajo tierra como el pan de la infancia.

¿Imagen final?

Llegó la niebla.

Desaparece entonces

el horizonte.

Eduardo Langagne (1952)

Infinito día.

UANL, Monterrey, 2021.

Viernes

[Habla Segismundo]

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
          Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas lo convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
          Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
          Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)

La vida es sueño.

Edición de Evangelina Rodríguez Cuadros

Espasa Calpe, Madrid, 1997.

Sábado

Epitafios 

1

De un puente

Fui el arco de triunfo

de un agua clara con sonido.

2

De una florecilla del campo

No fui sino una gota

de pintura amarilla entre la yerba

que no me dejó levantar cabeza.

3

De una rosa

Peregrino,

detente ante la inmortalidad.

La rosa vive sin término

en las hojas del rosal

o en las hojas del poeta.

4

De la tarde

Acosté al sol dormilón,

levanté a la estrella con túnica

de jacintos y esmeraldas.

5

De un cirio

Me consumí

de tanto llorar

en este valle de lágrimas.

Consolación por el burro muerto

No era la leña ni el carbón ni una carga de rosas;

era la muerte sobre su espalda sola.

          Venía por el camino bebiéndose la luna,

por sus ojos pasaba una alameda oscura.

¡Era la carga última!

          El burro se murió, me lo dijeron ellos:

los niños, los suspiros y los besos.

          Trajeron el alcohol, corrieron por el médico:

el corazón soñaba, dijeron que había muerto.

          Dormido en yerba seca, dejádmelo en la yerba

sin epitafio vano ni entierro de primera.

          Que los pájaros verdes que trepaban su cuello

lo miren tan dormido, quelo sigan durmiendo.

          Que el sol seque su carne y que la azote el viento;

ramas tronchadas –los deshabitados huesos–

de un árbol blanco y viejo.

          Y que nadie pregunte si murió de vejez o de pena,

ni reciban coronas, ni repartan esquelas.

Basta para morir una cruz y una estrella.

          Por el burrito blando de las Nueve Posadas,

por el burrito negro del Domingo de Palmas, 

que los arrieros vayan a ensillar una estrella.

¡Dejádmelo que muera!

          ¡Ay, cómo nos pesa el misterio a las espaldas!

¡Somos leña de muerte y con la vida a cargas!

Nos reclama la tierra.

¡Dejádmeloque muera!

          Y atemos sólo un llanto pequeño a sus orejas:

del polvo muerto nacerá la primavera.

Joaquín Antonio Peñalosa (1922-1999)

Cantar de las cosas leves. Antología.

Prólogo y selección de Hugo Gutiérrez Vega

FCE, México, 1999.

Domingo

[La muerte de un ateo]

Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo de lado y muero.

          Pero ¿se tendrán fuerzas para bromear en ese momento?

          Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que sucede después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.

Luis Buñuel (1900-1983)

Mi último suspiro.

Prólogo de David Trueba.

Traducción de Ana María de la Fuente.

Taurus, Barcelona, 2018.


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