Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 18 de Abril de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

 

Lunes 

Soneto a la rosa

En las manos del alba vi la rosa.
Huía de sí misma perseguida
por su propia hermosura repetida
en pétalos y en rosa jubilosa.
Con un alto vaivén de mariposa
la rosa, ya en el aire, detenida
quedaba entre la luz, estremecida
de aromas y de fuga luminosa.
Inmóvil sobre el viento desvelado
en rosa de vitral se convertía
la rosa del temblor atormentado.
El día la tocaba. Y era el día
en torno de la rosa, desalado
arroyo de insistente melodía.

Meira Delmar (1922-2009)

La hoguera

Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.
Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.
Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.
Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.

Meira Delmar (1922-2009)
Poeía y prosa.
Universidad del Norte, Barranquilla, 2003.

Martes

Es tan blanca, tu piel, como la nieve…

Es tan blanca, tu piel, como la nieve.
La nieve quiere al sol, por lo brillante.
Y el sol, que se enamora en un instante,
se acuesta con la nieve y se la bebe.
El sol, aunque es muy grande, no se atreve
a hacerse olvidadizo y arrogante:
se acuerda de su novia fulgurante
y se pone a llorar, y entonces llueve.
Y llueve y llueve y llueve y de repente
la lluvia se hace nieve: esta mañana
que nieva tanto en Londres, y ha nevado
luminosa y nupcial y blancamente
en jirones, tu piel, por mi ventana,
ningún sol, como yo, tan desolado.

Fernando del Paso (1935-2018)

Tus ojos son azules como el cielo…

Tus ojos son azules como el cielo,
el cielo es una difana mentira,
la mentira, una garza que suspira
por besar a una estrella a medio vuelo.
La estrella es un secreto de tu pelo,
tu pelo es una llama que delira,
y la llama un espejo en que se mira
con la lengua de fuera, un toro en celo.
El toro, por amor, está de hinojos,
el amor es de nubes transparentes,
las nubes son de un sueño y van de viaje,
y al final de ese viaje están tus ojos
que se bañan desnudos en las fuentes
más azules y claras del paisaje.

Fernando del Paso (1935-2018)

La rosa es una rosa es una rosa…

La rosa es una rosa es una rosa.
Tu boca es una rosa es una boca.
La rosa, roja y rosa, me provoca:
se me antoja una boca temblorosa.
La roja, roja sangre rencorosa
de la rosa, que quema lo que toca,
de tu boca de rosa se desboca
y me moja la boca, ponzoñosa.
La pena, pena roja de mi vida,
de no vivir bebiendo ese lascivo
licor de boca rosa y llamarada,
rubor de rosa roja y encendida,
me ha dejado la boca al rojo vivo,
del rojo de una rosa descarnada.

Poema publicado el 20 de agosto de 2009

Fernando del Paso (1935-2018)
De: Sonetos con lugares comunes
En PoeMar
FCE, México, 2004.

Miércoles

¿Dónde vas, Alfonso XII…

¿Dónde vas, Alfonso XII,
dónde vas triste de tí?
Voy en busca de Mercedes
que hace tiempo no la vi.
Ya Mercedes está muerta,
muerta está, que yo la ví,
cuatro duques la llevaban
por las calles de Madrid.
Su carita era de cera
y sus manos de marfil,
Y el velo que la cubría,
de color carmesí.
Sandalias bordadas de oro
llevaba en sus lindos pies,
que se las bordó la infanta,
la infanta doña Isabel.
El manto que la envolvía
era rico terciopelo
y en letras de oro decía:
“Ha muerto cara de cielo”.
Los caballos de Palacio
ya no quieren pasear,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.
Los faroles de las calles
con gasas negras están,
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren llevar.
Ya murió la flor de mayo,
ya murió la flor de abril,
ya murió la blanca rosa,
rosa de todo Madrid.

Anónimo
En Juan Menéndez Pidal,
Poesía popular: colección de viejos romances que se cantan por los asturianos en la danza prima, esfoyazas y filandones, recogidos directamente de boca del pueblo, anotados y precedidos de un prólogo. (1885)

Jueves

71. La rosa amarilla
(Para recitar de memoria.)

Amarilla volviose
la rosa blanca,
por envidia que tuvo
de la encarnada.
Teman las niñas
convertirse de blancas
en amarillas.
Explicación Una rosa blanca se moría de envidia mirando el color encarnado de otra rosa que estaba cerca de ella; y tanta fue su envidia, que se enfermó de muerte y se volvió amarilla. Las niñas no deben permitir que penetre en su corazón el defecto de la envidia, pues ella afeará su semblante y su alma. Huyamos de la envidia como de una serpiente venenosa.

80. Acuarela

Es la mañana, nardos y rosas
mueve la brisa primaveral,
y en los jardines las mariposas
vuelan y pasan, vienen y van.
Una niñita madrugadora
va a juntar flores para mamá,
y es tan preciosa, que hasta la aurora
vierte sobre ella más claridad.
Tras cada mata de clavelina,
de pensamientos y de arrayán,
gira su traje de muselina,
su sombrerito, su delantal.
Llena sus manos de lindas flores,
y cuando en ellas no caben más,
con su tesoro de mil colores
vuelve a los brazos de su mamá.
Mientras se aleja, como dos rosas
sus dos mejillas se ven brillar,
y la persiguen las mariposas
que en los jardines vienen y van.

Rafael Obligado (1851-1920)
Recogido en Rosas de la infancia.

Viernes

A una rosa

Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida?
Y, ¿para no ser nada estás lozana?
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.

Luis de Góngora (1561-1627)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1961

XXXVII

¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.
Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento...

Lope de Vega (1562-1675)
Lírica
Castalia, Madrid, dos tomos, 1999 (3ª ed.)

Rosal, menos presunción…

Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer,
si aun no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol
en un día o en un sol:
desde el Oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
No es muy grande la ventaja
que tu calidad mejora:
si es tus mantillas la aurora,
es la noche tu mortaja.
No hay florecilla tan baja
que no te alcance de días,
y de tus caballerías,
por descendiente de la alba,
se está rïendo la malva,
cabellera de un terrón.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.

Francisco de Quevedo (1580-1645)
Obras selectas.
Librería El Ateneo, editorial.
Buenos Aires, Caracas, Lima, Montevideo,
Río de Janeiro, 1962.

Sábado

A una rosa

Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida
de tu caduco ser das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695)

Miró Celia una rosa que en el prado…

Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;
y dijo: Goza, sin temor del hado,
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado.
Y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza;
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695)

A una rosa

Señora doña Rosa, hermoso amago
de cuantas flores miran Sol y Luna:
¿cómo, si es dama ya, se está en la cuna,
y si es divina, teme humano estrago?
¿Cómo, expuesta del cierzo al rigor vago,
teme humilde el desdén de la fortuna,
mendigando alimentos, importuna,
del turbio humor de un cenagoso lago?
Bien sé que ha de decirme que el respeto
le pierdo con mi mal limada prosa.
Pues a fe que me he visto en harto aprieto;
y advierta vuesarced, señora Rosa,
que le escribo, no más, este soneto
porque todo poeta aquí se roza.

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695)
Obras completas, tomo I, Lírica personal.
Edición e introducción de Antonio Alatorre.
Fondo de Cultura Económica, México, 2018.

Domingo

Ya llegó abril

El ave canta en el boscaje,
la flor revienta en el pensil,
el campo estrena nuevo traje,
¡ya llegó abril, ya llegó abril!
Las blancas mariposas
de alitas de azahar,
como almas de las rosas,
revuelan sin cesar.
El chupamirto con donaire
bate su leve ala gentil
como dorada flor del aire.
¡Ya llegó abril, ya llegó abril!
Hay muchos astros en el cielo,
hay en la tierra flores mil,
salta cantando el arroyuelo,
¡ya llegó abril, ya llegó abril!

Amado Nervo (1870-1919)

Cuando Dios lo quiera

Santa florecita, celestial renuevo,
que hiciste mi alma una primavera,
y cuyo perfume para siempre llevo:
¿cuándo en mi camino te hallaré de nuevo?
¡cuándo Dios lo quiera, cuando Dios lo quiera!
¡Qué abismo tan hondo! ¡qué brazo tan fuerte
desunirnos pudo de tan cruel manera!
mas ¡qué importa! todo lo salva la muerte
y en otra ribera volveré yo a verte...
¡En otra ribera..., Sí! ¡cuando Dios quiera!
Corazón herido, corazón doliente,
mutilada entraña: si tan tuya era
(carne de tu carne, mente de tu mente,
hueso de tus huesos), necesariamente
has de recobrarla...
¡Sí, cuando Dios quiera!

Amado Nervo (1870-1919)
La amada inmóvil * Serenidad
Elevación * La última luna

Prólogo de Ernesto Mejía Sánchez
Porrúa, México, 2009.


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