Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 24 de Enero de 2022
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

El amor

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.

Francisco de Quevedo (1580-1645)


Conoce las fuerzas del tiempo, y el 
ser ejecutivo cobrador de la muerte

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
Feroz de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana,
sin la pensión de procurar mi muerte!
Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

Francisco de Quevedo (1580-1645)


Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo Villegas (1580-1645)
Obras selectas.
Librería El Ateneo, editorial.
Buenos Aires, Caracas, Lima, Montevideo,
Río de Janeiro, 1962.

A una estrella

Cándida estrella que das
el fulgor más peregrino,
y tu celeste camino
radiante cruzando vas…
¡Cuántas noches, desde lejos,
al verte por lontananza,
un rayo de mi esperanza
soñe ver en tus reflejos!…
Y ¡cuántas, me parecía
cuando tu lumbre velabas,
estrella, que te ocultabas
porque yo me entristecía!
Tengo el pecho comprimido
por un intenso pesar,
grande, grande como el mar
y triste… como el olvido…
Seres que en la cuna vi,
seres que mecí en la cuna,
hoy la contraria fortuna
aparta lejos de mí…
Mis caricias y mi afán
en llanto se convirtieron:
lloré por los que murieron,
lloro por los que se van…
Y se quedará la casa
cuando se hayan alejado,
como nido abandonado
de golondrina que pasa…
Golondrina que se aleja
para nunca más volver…
¡Ay, yo no quisiera ver
el triste nido que deja!
Cándida estrella que das
el fulgor más peregrino,
y tu celeste camino
radiante cruzando vas…
Alumbra los tristes lares
que atraviesan los viajeros;
con tus rayos placenteros
calma todos tus pesares…
Y cuando lejos de aquí
busquen amor y consuelo,
¡blanca estrella, desde el cielo
acarícialos… por mí!

Josefa Murillo (1860-1898)


La ola

Recuerda el tiempo que en la playa sola,
al ver la ola
que alumbraba el sol,
tú me dijiste que la mar un día
se acabaría
antes que tu amor.
Hoy que te busco por la playa sola,
no está la ola
que alumbraba el sol;
las olas mueren y tu amor no existe;
¡qué mal supiste
comparar tu amor!

Josefa Murillo (1860-1898)
Obra poética.
Universidad Veracruzana, Xalapa, 1984.

el viento acaricia las dunas…

el viento acaricia las dunas
forma olas, forma cordilleras, forma rostros
borra olas, borra cordilleras, borra rostros
el mar cae sobre la arena
la moja
avanza
asciende
un sucio collar de espuma
se retira
queda la arena seca
el mar se levanta y corre hacia la arena
una y otra vez
otra
otra

Isabel Fraire (1934-2015)


mi amor descubre objetos…

mi amor descubre objetos
sedosas mariposas
se ocultan en sus dedos
mis palabras
me salpican de estrellas
bajo los dedos de mi amor la noche
brilla como relámpago
mi amor inventa mundos en que habitan
serpientes cuajadas de brillantes
mundos en que la música es el mundo
mundos en que las casas con los ojos abiertos
contemplan el amanecer
mi amor es un loco girasol que olvida
pedazos de sol en el silencio

Isabel Fraire (1934-2015)


alta vuela la noche…

alta vuela la noche
las palabras
caen como papeles desdoblados
tú y yo
giramos alrededor de un tótem
recubierto de espejos
se suceden los mundos
atravesamos transparencias
de pronto tengo tu mano entre las mías
de pronto no la tengo
de lejos te contemplo
tiendo puentes
hablo
caen mis manos al agua
nos une la esperanza de encontrarnos

Isabel Fraire (1934-2015)
Los grandes de la poesía moderna.
Poetas mexicanos / Vol. 2
Material de Lectura,
Poesía Moderna 107-
UNAM, México, 1984.

Refranes de negros viejos

Dios está en la ceiba y a la ceiba no la tumba el viento.
*
Nadie sabe lo que esconde el fondo del mar.
*
Cuando la muerte sopla, el más fuerte vuela como una hoja.
*
El que más sabe es el tiempo.
*
Por muy bien que se nade no se cruza la mar.
*
El fuego quema las hojas, pero deja la raíz.
*
Si no se atreve la lengua se van a atrever los ojos.
*
La fuerza siempre tiene esclavo.
*
Por borracho que esté el chivo, no se acuesta en la cama del león.
*
La verdad no es hermana, pero puede ser vecina de la mentira.
*
El sabio no puede volverse bruto; el bruto puede volverse sabio.
*
Pescao frito tiene ojo abierto, pero no ve.
*
En tribunal de gallina, cucaracha no tiene voto.

Refranes abakuás

Inuá borobutón borobutón inuá ke afón kemio.
Muchos hablan lo que saben y otros saben lo que hablan.

Ekue usón obonueke erubé mbori mapa, eriero.
Chivo que rompe tambor, con su pellejo paga,

Lydia Cabrera (1900-1991)
En La fiesta innombrable. Trece
Poetas cubanos.
Prólogo de Guillermo Cabrera Infante,
presentación de Gastón Baquero.
Selección de Nedda G, de Anhalt,
Victor Manuel Mendiola y Manuel Ulacia.
El Tucán de Virginia, México, 1992.

Los hijos e hijas del verano

Minúscula muerte del estío
Desúncete de mí, muerte clarificadora
Ahora ya sé vivir
René Char

Estos hijos del verano corren en círculos.
Nosotros, las hijas e hijos del verano
en círculos escalamos nuestra juventud.
Por nuestras venas corre historia reciente.
En nuestros sueños, alucinaciones prismacolor.
Por nuestros pulmones crecen en círculos
el tabaco, la mariguana, el smog.
Por nuestras lenguas la pasión quema.
Por nuestros brazos, espacios de ausencia
nos recorren.
Pero no somos muy distintos.
Esperamos demasiado.
Adoramos a nuestro Dios: el Dinero.
Y del cielo no cae maná.
Nosotros, las hijas e hijos del verano
amontonamos también hipocresía.
Oh, vean la frustración arremolinarse
alrededor de todas las generaciones.
De qué útero provenimos.
La piel arde y nos acariciamos.
Ah, pero véannos yacer en esta muerte
tararear la melodía de nuestra incapacidad
de amar, de ayuntarnos
en este trópico de soledades
encajarnos estos sombreros de ala
y darnos la espalda.
Ahí está la primera palabra 
que nos descubre estériles
y calentamos los músculos para evitar calambres.
Continuamente nos miramos
preguntando con los ojos a dónde vamos.
Oh, véannos discutir sobre el imperialismo
y perdernos en melodías fáciles,
véannos, a las hijas e hijos del verano
bailar y compartir las camas,
llevándonos zempalxochils al corazón.
Véannos hacer nuestras nuestras vidas,
como que la muerte duda en quedarse
pero (ay, nosotros) no dudamos en abandonarnos.
Nos herimos de muerte
nos desollamos vivos,
ah, vean a las hijas e hijos del verano
sin saber amar.
Unciéndonos de silencio
consagrándonos como hijos del otoño,
los vientres de las jóvenes abultándose.
nuestras manos congeladas.
Tratando de sorprender al sol que huye apresurado
en círculos al extremo del universo.

Kyra Galván (1956)
En Poesía joven. Veinticinco años de 
un premio literario.
Premio Nacional de Poesía Joven
de México 1975-1999.
Selección, notas introductorias y prólogo de
Eduardo Langagne y Juan Domingo Argüelles.

Última noche en Coyoacán

Para Concha Méndez

Enamorado siempre
y más que nunca vivo, andaría como de paso,
al fin fantasma de un mundo más ajeno
que las propias piedras que pisaba.
Pediría permiso al viento,
su venia a la estación en turno,
mas no esperaría a que la noche
de racimos cargados de perfume,
de gritos infantiles y buñuelos lejanos
invadiera por completo esa otra noche
que sólo transita en ciertos hombres.
Lo dicen sin miedo estas higueras
y estos muros que prolongan su blancura
más allá del alma y la mirada:
Amaba la quietud de esta plaza
porque en ella podía verse
en rostro de otros 
que en silencio le devolvían la soledad,
como quien por la mañana devuelve buenos días
y sabe que recién empieza la mentira.
Abría un diario,
leyendo a la luz de un farol noticias
que hubieran nutrido o halagado a otros.
Ignoraba la noche bulliciosa,
la que obliga a refugiarse en otro cuerpo.
Él quizás esperaba la otra noche,
aquella en la que tiempo y nombre se borraran:
Creía firmar sobre arena o sobre viento,
seguro que el mar en el crepúsculo
roba las huellas y los besos.
Pero la arena no olvidó esas letras
ni el viento olvidó a quien ciñó su cuerpo,
por eso sopla esbelto y doliente entre las ramas,
llevando en cada hoja
la sílaba de un nombre: Luis Cernuda.

Vicente Quirarte (1954)
En Poesía joven. Veinticinco años de 
un premio literario.
Premio Nacional de Poesía Joven
de México 1975-1999.
Selección, notas introductorias y prólogo de
Eduardo Langagne y Juan Domingo Argüelles.

El pozo

Mi alma es como un pozo de agua sorda y profunda,
En cuya paz solemne e imperturbable ruedan
Los días, apagando sus rumores mundanos
En la quietud que cuajan las oquedades muertas.
Abajo el agua pone su claror de agonía:
Irisación morbosa que en las sombras fermenta,
Linfas que se coagulan en largos limos negros
Y exhalan esta exangüe y azul fosforescencia.
Mi alma es como un pozo. El paisaje dormido,
Turbiamente en el agua se forma y se dispersa,
Y abajo, en lo más hondo, hace tal vez mil años,
Una rana misántropa y agazapada sueña.
A veces al influjo lejano de la luna
El pozo adquiere un vago prestigio de leyenda;
Se oye el cro-cro profundo de la rana en el agua,
Y un remoto sentido de eternidad lo llena.

Luis Palés Matos (1898-1959)


Danza negra

Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Póo.
El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú.
El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
Rompen los junjunes en furiosa ú.
Los gongos trepidan con profunda ó.
Es la raza negra que ondulando va
En el ritmo gordo del mariyandá.
Llegan los botucos a la fiesta ya.
Danza que te danza la negra se da.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Pasan tierras rojas, islas de betún:
Haití, Martinica, Congo, Camerún;
Las papiamentosas Antillas del ron
Y las patualesas islas del volcán,
Que en el grave son
Del canto se dan.
Calabó y bambú,
Bambú y calabó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú,
Es la danza negra de Fernando Póo.
El alma africana que vibrando está
En el ritmo gordo del mariyandá.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.

Luis Palés Matos (1898-1959)
Tuntún de pasa y grifería.
Prólogo de Jaime Benítez.
Biblioteca de Autores Puertorriqueños,
San Juan de Puerto Rico, 1950.


Comparte esta noticia

La publicación de este sitio electrónico es posible gracias al apoyo de:

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua