Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Lunes
Los horizontes
Sale la luna y se mete el sol
y en lo profundo se van a ver
sale el lucero a la madrugada
y el carro sale al oscurecer.
Los horizontes son chiquititos
y parejitos al caminar
andan en busca de una paloma
que se ha salido del palomar.
La estrella del norte
llave del mundo
que no se mueve para nacer.
Bajan las nubes
para los mares
a agarrar agua para llover.
Ya que tuvimos la grande dicha
porque el Señor nos la concedió
para cantar bonitas canciones
que la sirena nos enseñó.
Anónimo. Canción cardenche.
José Luis Urdaibay
Cardenchero. Las voces requemadas.
Fondo Editorial Coahuilense s/f
Martes
Mareo
Dan ganas de aplaudir con sólo verte
entrar en las caderas de mis sueños.
Dan ganas de comer algo salado
cuando tu piel absorbe mis deseos.
Dan ganas de tomar de fuego un trago
si tu sudor resbala por mis muslos.
Dan ganas de llorar de pura dicha
cuando presienten tus dedos mis antojos.
Dan ganas, muchas ganas de hacer lumbre
para que no se enfríen las caricias,
para que no se acabe
el mareo de tierra que generas.
Lucía Rivadeneyra (1957)
De culpa y espiación.
Parentalia, México, 2017.
Miércoles
Laberinto
No habrá nunca una puerta. Estás adentro.
Jorge Luis Borges, “Laberinto”.
Una línea recta que tiende al infinito,
un vestigio de sangre en la arena,
las infinitas posibilidades de combinación
de los números,
el punto en que convergen
dos acontecimientos opuestos,
el universo sin centro,
el tejido de un texto que se desdobla.
La puerta de salida
es la misma por la que se entra al laberinto.
Un desierto perfecto,
un océano infinito,
una frontera que se desplaza,
una confusión que seduce,
un horizonte que no se puede ver
a riesgo de quedar suspendido en el vacío.
La amenaza de no poder salir
llevándote detrás de mí como Orfeo.
De no poder ver tu rostro
sin perderte.
La arquitectura sin puertas
que me contiene,
la urdimbre sin centro ni periferia
donde me extravío,
sin hilo de Ariadna,
sin consuelo.
Ruth Vargas Leyva (1946)
Retorno a la ciudad-
Nódulo, Tijuana, 2016.
Jueves
Da la impresión que te has quedado solo;
no es que hayas dejado a todos detrás, que
tu sagacidad, la agilidad de tus piernas, el
quiebre de cintura, la finta y el sprint
hayan surtido el efecto esperado; quizá
el juego acabó y tú sigues corriendo sin
darte cuenta; quizá la noche pasó y ese pájaro
no sea un ave nocturna. No siempre es
claro cuándo termina el día y comienza la noche;
al contrario es todavía más difícil (sabes
que amaneció, pero no quieres despertar).
Igual pasa en el campo de juego: dejas muy lejos
a los contrarios, ya estás en terreno enemigo,
pero no encuentras a un solo compañero; quizá
te pusiste el uniforme equivocado; quizá estés
perdido entre los horarios de juego, quizá equivocaste
la dirección de los campos; quizá hace tiempo que
la temporada acabó y tu sigues corriendo tras una pelota
que tienes tiempo de no ver, y ése es el punto,
el hecho que, a esta altura del juego, debes reconocer.
José Javier Villarreal (1959)
Una señal del cielo.
Sello Editorial. Universidad de
Concepción, Hualpén, 2017.
Viernes
Dolor
Mi abismo se llenó de su mirada,
y se fundió en mi ser, y fue tan mía
que dudo si este aliento de agonía
es vida aún o muerte alucinada.
Llegó el Arcángel, descargó la espada
sobre el doble laurel que florecía
en el sellado huerto… Y aquel día
volvió la sombra y regresé a mi nada.
Creí que el mundo, ante el humano asombro,
iba a caer envuelto en el escombro
de la ruina total del firmamento…
Mas vi la tierra en paz, en paz la altura,
sereno el campo, la corriente pura,
el monte azul y sosegado el viento…
Enrique González Martínez (1871-1952)
Anthologie de la poésie mexicaine.
Choix, commentaires et introduction
par Octavio Paz.
Traduction de Guy Lévis Mano.
Présentation de Paul Claudel
de l’Académie Francaise.
Les Éditions Nagel, París, 1952.
Sábado
Si pudiera elegir cómo morirme
Si pudiera elegir cómo mrirme
elegiría un cielo azul tachonado
de astros en el campo.
Y enfrentaría con mi pecho abierto
sus destellos para que con mi corazón
se hiciera un arco.
Si pudiera elegir cómo morirme
no elegiría otra forma ni manera:
el descansado verde de la noche,
el polvo del camino, las flores somnolientas
y el rocío serían el marco final de
mi existencia.
Así de frente moriría yo,
de cara al cielo en mes sin nombre,
una noche cualquiera en el momento final
de una lánguida tarde,
y la luz de tus ojos
sabría del momento final, del preciso
momento en que calló mi sangre.
Satélite, 7:30 hrs. Mañana de domingo,
20 de noviembre, 1983.
Justo R. Molachino (1936)
Dedicatoria
A los poetas olvidados y a los desconocidos. A los que sufren. A los que esperan en la angustia. Para los que buscan poesía sin saberlo al decir te amo. Para los que conservan en su interior al niño salvador de todo hombre. A los que a pesar de los fracasos o traiciones se levantan y vuelven a amar. A los bien intencionados. Para los que saben perdonar y siguen con esfuerzo y fe en el camino de la vida y, finalmente, para los que creen en el hombre y en su frágil naturaleza.
Justo R. Molachino (1936)
Para leer en los altos.
Los libros del Fakir, 64, México, 1984.
Domingo
Muchas veces los amigos
“Esa larga pereza de estar aquí en mi casa derrumbado,
arrumbado, derrengado en la cama entre libros y tristezas.”
Luis Rius
1
Muchas veces se piensa en los amigos
y ellos se encuentran ausentes de las calles
y residen en habitaciones que casi nunca abandonan,
se dejan ir entre ciertas tierras y a veces en el mar,
o entre sus fantasmas de hastío.
A veces, desaparecen tras el humo,
lobos esteparios que desisten de sus vestiduras.
2
El anís quedó abandonado
en la vieja mesa de madera
que ya no será frecuentada
y la hora de whisky al estilo Hemingway
ya no alcanzará a precisarse en el reloj.
3
A veces, esos amigos duermen y vagan
recogen las migajas dispersas
unos regresan y otros se marchan.
Esos que se marchan, lo hacen
con la misma rapidez con que alguna vez
llegaron a los días y a las horas.
Unos se olvidan de su sombra
otros se pasean en aquellos días
cuando los barcos de vela cruzan los riachuelos.
Perla Schwartz (1956-2019)
Al tocar el viento.
Los libros del Fakir, 86. México, 1986.
Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.
(+52)55 5208 2526
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