Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 14 de Junio de 2021
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Treinta y tres

La edad del Cristo azul se me acongoja
porque Mahoma me sigue tiñendo
verde el espíritu y la carne roja,
y los talla, al beduino y a la hurí,
como una esmeralda en un rubí.
         Yo quería gustar del caldo de habas,
mas en la infinidad de mi deseo
se suspenden las sílfides que veo
como en la conservera las guayabas.
         La piedra pómez fuera mi amuleto,
pero mi humilde sino se contrista
porque mi boca se instala en secreto
en la feminidad del esqueleto
con un escrúpulo de diamantista.
        Afluye la parábola y flamea
y gasto mis talentos en la lucha
de la Arabia Feliz con Galilea.
        Me asfixia, en una dualidad funesta,
Ligia, la mártir de pestaña enhiesta,
y de Zoraida la grupa bisiesta.
        Plenitud de cerebro y corazón;
oro en los dedos y en las sienes rosas:
y el Profeta de cabras se perfila
más fuerte que los dioses y las diosas.
      ¡Oh, plenitud cordial y reflexiva:
regateas con Cristo las mercedes
de fruto y flor, y ni siquiera puedes
tu cadáver colgar de la impoluta
atmósfera imantada de una gruta!
1921

Ramón López Velarde (1888-1921)
El son del corazón [1919-1921: 1932]
Obras
Edición de José Luis Martínez
Fondo de Cultura Económica, México, 
Segunda edición, 1990.

Martes

Cuento

Será en el medio del bosque nuestra cita.
Le dirás a tu madre cualquier cuento,
llenarás la canasta en un momento,
con viandas que le gustan a abuelita.
        No dirás que tu cuerpo solicita
estar a sus demandas muy atento;
te abrazaré extasiado de contento
y al fin te besaré, Caperucita.
        Será el nuestro un banquete convenido,
no dirá la inocencia que hubo robo
al mirarse el deseo complacido.
        Y si a tu rostro asoma un tenue arrobo
al oír a lo lejos un aullido,
inventarás la mentira del lobo.

Miguel Garza (1955)
Sonetos.
Departamento de Comunicación
de CCH Naucalpan.
Naucalpan, 2013.

Miércoles

Requiem por un amigo

te lo perdono todo
menos tu muerte prematura
pero qué estupidez estoy diciendo
si todas las muertes son prematuras
por inesperadas y necias
porque nos llevan de la vista
del cariño
a quienes hemos perpetuado
en nuestro ideario
         te lo perdono todo
no me importa
seguir diciendo que no debiste morir
no entonces
antes del cierre de aquella edición clandestina
         de los vértigos anunciados
del cotidiano abrevar en el mar
y sus espumas
         te lo perdono todo porque sé
que tú tampoco tenías en tus planes
morirte así nomás 
sin despedirte
sin decirme que no volvías
que no te esperara más
aquella tarde
aquella tarde de mi vida
        ahora ya no importa
es de noche
y el mar muerto me rodea
o no sé si yo lo abrazo

Leticia Herrera (1960)
Vivir es imposible.
Verdehalago
Fondo Estatal para la Cultura
y las Artes de Nuevo León.
Xochimilco, 2000.

Jueves

A cien años del nacimiento [ahora de la muerte] de Ramón López Velarde, su obra es un legado cada vez más vivo y entrañable, cada vez más rico y persuasivo. Unos podrán amarla por el aroma que cautivó de la provincia y por esa esencia del México más hondo que nos revela; otros por su cálido apoyo al prestigio y a la magia de la mujer; otros por ese encantamiento y esa gracia irónica con que su autor sabía levantar todos los asuntos que tocaba su pluma; otros por su don verbal, por su raro sentido para crear, con las viejas palabras, mundos recién nacidos, constelados de reflejos e intenciones; mas, por cualquier camino que lleguemos a ella, en México coincidimos, caso excepcional en este país de inconformes, en el gusto por la poesía y la prosa de Ramón López Velarde.
             Su misma personalidad nos ayuda en este concierto de simpatías. No fue un triunfador ni un héroe. Con gesto tímido afrontaba los riesgos del mundo y entregaba su corazón a un juego de eternas pérdidas y frustraciones; veía con ojos de azoro los excesos y los prodigios del tiempo y seguía sintiéndose criatura de Dios que sufría en su conciencia y en sus sentidos el peso del misterio de la existencia y la angustia de las postrimerías. Y hasta el final de sus breves años, fue de la índole de los enamorados y de los perpetuamente
maravillados por el prodigio del mundo. “Nada me desengaña, el mundo me ha hechizado”, puedo repetir con Quevedo.
            Pocos paralelos pueden encontrarse en la historia de nuestra poesía de este ya largo, sostenido y creciente aprecio por la obra de López Velarde. Año con año, desde el de su muerte, en 1921, se han sucedido los homenajes, los estudios, las ediciones. Se han conmemorado, en 1946 y 1951, los veinticinco y los treinta años de su muerte; en 1963 los setenta y cinco de su nacimiento; en 1970, los cincuenta de la publicación de Zozobra, en 1971 los cincuenta años de su muerte, y en 1988, con gran despliegue de actividades, el primer centenario de su nacimiento. Sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres. Se han dedicado a su memoria juegos florales y certámenes y ha sido tema de numerosos libros; se imitó en un tiempo abusivamente su poesía; se han investigado y divulgado las huellas de sus pasos, los amores y amoríos, así como sus escritos olvidados y aun sus borradores. Todo lo ha soportado su prestigio que sigue en aumento.
          El mejor fruto de este aprecio continuado ha sido el hecho de que su obra ha dejado de pertenecer en exclusiva a las minorías letradas para ser también un poco de todos. Tan raro privilegio lo han alcanzado muy pocos, y ellos son, a fin de cuentas, los que surcarán con credenciales más seguras el río del tiempo.
          Los críticos y los investigadores discutirán cuál es el mejor López Velarde, si el de La sangre devota, provinciano ingenuo, o el de Zozobra y El son del corazón que ha descubierto la fascinación del pecado; profundizarán en los secretos de su creación poética y en las fuentes que luego supo trasmutar; revelarán matices ignorados de su personalidad o secciones de su obra desconocidas, que nos permitirán comprenderlo mejor y enriquecerán su legado literario; y se detendrán ante la rara calidad de su prosa –sus ensayos, sus prosas líricas y sus artículos críticos–, que alcanza excelencias tan altas como las de su poesía. El mejor resultado de todos estos esfuerzos es esa doble conquista creciente que Ramón López Velarde y sus obras siguen haciendo, al mismo tiempo de los letrados y de los humildes. Es ya, venturosamente, uno de nuestros patricios líricos, una de nuestras advocaciones y uno de los orgullos que pueden ostentar las letras para proclamar su misión y su sentido en cualquier época de la historia. Ramón López Velarde concertó y cristalizó nuestro moderno sentido y espíritu de la nacionalidad; él nos reveló, con su sensibilidad imaginativa, las sombras y el secreto de nuestro corazón y de nuestros sentimientos, y su obra es el punto de partida de nuestra poesía moderna.

José Luis Martínez (1918-2007)
“Examen de Ramón López Velarde / Constancia”
Ramón López Velarde, Obras.
Edición de José Luis Martínez.
Fondo de Cultura Económica,
México, segunda edición, 1990.

Viernes

La lluvia tiende su red…

La lluvia tiende su red en el silencio,
y sus pálidos dedos te desatan.
Afuera, los gestos de la noche,
la lenta oscuridad que te devora.
         Aquí te nombro,
para dar un espacio a tu memoria.

Para guardar la forma
largamente olvidada por el aire.
         Toda huella abandona tu recuerdo,
pero aquí creces,
mientras la lluvia confunde tu contorno.
         Aquí,
donde mi insomnio te ciñe y te construye.

Blanca Luz Pulido (1956)
Ensayo de un árbol.
Los libros del faquir, México, 1983.

Sábado

XX

Sobre la silla están las ropas de las que nos hemos despojado la noche anterior. Es una imagen de lo que nos damos día tras día, noche tras noche. Las ropas de todos los colores y de todas las texturas, desprovistas del calor que les habían dado los cuerpos. Juntos los dos, desnudos, desprovistos también de ellas, nos damos la ternura que tal vez ellas ignoran. Pero viéndolas ahí, tan cerca unas de otras, se puede pensar que toda la noche, fundiendo sus olores y transmitiéndose su calor, se han hecho el amor; puede uno pensar que se han querido en un abrazo sin pensar en nosotros, porque ellas también se aman. Y al vestirnos de nuevo (porque en un momento dado tenemos otra vez necesidad de usarlas) quizá experimentamos la extraña sensación de que están animadas por una vida que no es sólo la nuestra, y que son algo más que ropas.

Glen Gallardo (1951)
Ejercicios para las dos manos.
Ediciones sin nombre, México, 2002.

Domingo

Relectura

En las cenizas
del incendio,
releo
los augurios
del tiempo 
que me falta.


Olvido

Desde esta torre
se ve la casa devastada.
Hoy, en sus ruinas,
arde la historia
de todos los horrores.


Imágenes que vuelven

En la memoria,
mi casa entre las llamas,
la humareda
sin rumbo,
el resplandor
y sus fantasmas.


Secuencia I

Se va la luz,
vienen los sueños
y con ellos
la casa encantada
y sus fantasmas.


Secuencia II

Es el horror,
me digo,
el horror
que viene
con la luz
de no sé
dónde.


Nos engañaron

Fue un engaño,
no llegó la paloma
que traía
una rama de olivo.
Afuera,
implacable,
continúa el diluvio.

Antonio Castañeda (1938-2000)
El binomio de la rosa.
Fondo de Cultura Económica, México, 1988.


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