Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 21 de Septiembre de 2020
Por: Felipe Garrido

Lunes

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;
        y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
        coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
        Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

Garcilaso de la Vega (1501-1503?-1536)
Poesías completas.
Introducción y notas de Germán Bleiberg.
Alianza Editorial, Madrid, 1980

Martes

El torito

Y este torito que traigo
no es pinto ni es colorado,
y es un torito barato,
de los cuernos recortado.
         ¡Átalo, átalo, átalo,
que se te fue!;
ya me lo habían toreado,
y nunca te olvidaré.
        ¡Átalo, átalo, átalo,
que se te iba!;
ése ya me lo habían toreado,
si no, yo te bajo de arriba.
         Este torito que traigo,
lo traigo desde Campeche;
y lo vengo manteniendo
con pura sopa de leche.
        ¡Lázalo, lázalo, lázalo,
que se te va!;
échame los brazos, mi alma,
si me tienes voluntad.
        ¡Lázalo, lázalo, lázalo,
que se te fue!;
échame los brazos mi alma,
si me tienes buena fe.
         Este torito que traigo,
lo traigo desde Jalapa,
y lo vengo manteniendo
con pura salsa borracha.
         ¡Lázalo, lázalo, lázalo,
que se te fue!;
échame los brazos, mi alma,
que nunca te olvidaré.

Recogido en Jalapa, en 1965.
El que come y canta…
Cancionero gastronómico de
México, tomo dos.
Presentación de Aline Desentis Otálora.
Conaculta, México, 1999

Miércoles

La tequilera

Borrachita de tequila
llevo siempre el alma mía,
para ver si se mejora
de esta cruel melancolía.
Ay, por ese querer,
pos qué le he de hacer,
si el destino me lo dio
para siempre padecer.
Como buena mexicana
sufriré el dolor tranquila,
al fin y al cabo mañana
tendré un trago de tequila.
Ay, por ese querer,
pos qué le he de hacer;
aunque me haya traicionado
no lo puedo aborrecer.
Me llaman la Tequilera
como si fuera de pila,
porque a mí me bautizaron
con un trago de tequila.
Ay, ya mejor me voy,
pos qué aguardo aquí,
dizque por la borrachera
dicen todo lo perdí.

Alfredo D’Orsay Sotelo
El que come y canta…
Cancionero gastronómico de
México, tomo dos.
Presentación de Aline Desentis Otálora.
Conaculta, México, 1999

Jueves

Los laureles reales de Cuernavaca
Seis epigramas

1.
¡Qué lluvia de saetas! Certera, en cada copa
de laurel, incesante la campiña las clava.
¿O es fugitivo ejército que cede ante la tropa
de la noche que llega, más compacta y más brava?

2.
Ya está el árbol repleto. Mas no es son de aleluya
su canto; es de tumulto, de pasión, de congoja.
Vino volando un pájaro, se encontró sin su hoja.
Todos protestan; nadie quiere dejar la suya.

3.
Huyen las aves. La espantada brusca
¿no arrastrará las hojas del árbol en su huida?
No es nada. El gavilán del municipio busca
su regalo, su diezmo, su mordida.

4.
Cuchicheo, aleteo. Apenas habla
la copa, ya sin ruido ni querella.
Sólo un pío el coloquio tímidamente entabla
con la primera estrella.

5.
No le asignéis un nombre cabalístico.
Lleno de aves y mudo se levanta.
Ya no es el árbol mágico que canta.
Es, trémulo y callado, el árbol místico.

6.
¡El día! Con sus himnos la orquesta le saluda.
Luego en rápidos grupos se desbanda.
Fue la noche magnífica. Sin duda
van al campo a ejercer la propaganda.

Enrique Díez-Canedo (1879-1944)
Litoral,
Número especial
México, 1944.
Directores: José Moreno Villa, Emilio
Prados, Manuel Altolaguirre, Juan
Rejano y Francisco Giner de los Ríos

Viernes

Poema

Zumba la mosca atrapada en las cortinas. Zumba inmisericorde, destrozándote los nervios. Podrías matarla, machacarla, envenenarla. Todo podrías según te dictan tus impulsos. Ya no puedes concentrarte en tus papeles. Vas por el matamoscas y das palos de ciego. Humildemente vuelves a tu escritorio. Ella es más poderosa que tú. Su imbécil existencia te domina. Zumba, zumba, y a ti sólo te queda escribirle un poema.

Ethel Krauze (1954)
Relámpagos.
Instituto Coahuilense de Cultura,
Conaculta, México, 1995

Sábado

Verdor

4
Subes de ti misma,
como un surtidor
de una fuente.
No
se sabe hasta dónde
llegará tu amor,
porque no se sabe
dónde está el venero
de tu corazón.
–Eres ignorada,
eres infinita,
como el mundo y yo.–

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
Antolojía poética
Losada, Buenos Aires, 1958 (2ª ed.)

Arcano XVI

Domingo

La torre

En la torre hay ventanas
por donde mira el fuego,
mira el fuego, devora
y nos convierte en fuego.
Es como un tigre interno
abierto por las cosas,
un gran sueño de luz que se desata.
Los sueños andan sueltos por la torre,
abren sus fauces súbitas los huecos,
garras de piedra hunden los techos.
Como habitante extraña
despierto en un espejo:
hay escaleras que corren sin fin
hacia ellas mismas
y cuartos que se adentran
adentro de otros cuartos.
La torre enrosca
su intimidad de laberinto.
Pero los sueños
no sé si son una salida
o nos encierran,
y yo no sé
si nos dan otra vida
o si nos matan.

Verónica Volkow (1955)
Nueva poesía latinoamericana.
Prólogo y selección
de Miguel Ángel Zapata.
UNAM, UV, México, 1999


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