Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 14 de Octubre de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Primera confrontación

Con las rosas recién abiertas
que mi deseo acaba de robar
del jardín de Ronsard
te doy los buenos días,
con el temprano rigor de mi cuerpo
te doy los buenos días,
mientras mis manos de cabrero empujan
la pesadumbre animal de tus nalgas
te doy los buenos días,
cuando al alba los gallos
mitigan su insolencia
y te incorporas
dispuesta a derrocarme,
te doy los buenos días.

Diego José (1973)
La herida de Ulises
Elementum, Métrica
México, 2017

Martes

Llevo en la sangre

Mujer de barro soy
pero el amor me floreció el regazo.
Ángela Figuera Aymerich

Cargo algo de mujer que ha esperado
por siglos a cazador, marino o guerrero
al varón que ha de retornar al lecho
fuego y ramas, enjambre de cuerpos
que saben anudarse y desasirse.
Llevo en la sangre gusto a simiente,
me rodea una estela de mariposas en celo
y una ancestral ansia de ser refugio solo.
He de parir en cuclillas y yacer en vasija.
Anda en mi piel culto de lluvia urgida
y húmeda savia de cueva fecunda.
Olfateo el regreso y me convierto en loba
Lamo la imagen labrada de bisonte erecto
distraigo la sed demente
que aguarda algún signo
al cobijo de alumbradas palabras
me calcino y resucito
al invocar un nombre.
La huella en el afiebrado vano de la sábana
es indicio de cósmico estallido
siempre.

Jennie Ostrosky (1955)
Palabras olvidadas somos
UAM, México, 1998

Miércoles

Ensayo de un divino amor

Llega hasta mí un canto de pájaros nocturnos
qué harás ahora mientras escribo para ti
busco con placer un rincón íntimo y oscuro
donde pueda anegarme con tu luz.
No temas por mí, al fin y al cabo
en otro tiempo y otras circunstancias
soy tú.
Cualquier punto es bueno en una esfera
para hacer vértice
sólo cuida de no romper el destello,
la magia cóncava de los cuerpos celestes y terrosos
que infinito naufragan.
No, no rompas el hechizo que has ido propagando
con tus ojos
deja que el ámbar lejano de la luz eléctrica
siga simulando estrellas artificiales
alumbrando los anchos callejones del mundo
piensa que mi amor es el calor refugiándose
en la copa de los árboles
que miramos gracias a la pura transparencia del aire.
Sólo un sonido leve, llamador de la paz,
Atropellado de luz, blanca y refulgente.
Así siente mi corazón por ti.
Murmulla el silencio y se oscurece el cielo
las siluetas de los árboles anchas y redondas
moviéndose en su danza nocturna y milenaria
ajenos los pájaros susurran
conocedores de la noche
y en espiral hacen su vuelo
en ondas cortas y elevadas
tiernas penumbras de la noche que empieza
son las sombras que envuelven tu recuerdo.
Sin luz, buscan mis dedos las letras de las teclas
y pienso en ti, sin puntos, sin comas, sin acentos.
Un delicioso viento entra por la ventana
son tus manos que acarician mi cara.
Ya sé, igual que tú quisiera no quererte
y ser indiferente al abismo de sol al que me orilla la noche.
Vuelvo a nacer, boca que me traga
húmedo imán, lágrimas redondas
ausencia acostumbrada,
arde mi corazón
quiero arder en tus ojos
calcinar tus venas y tus huesos.
Lirios azules custodian el desvelo
y pienso en ti
allá, lejos en la distancia,
un sueño aletargado y venenoso
te hará pensar en mí
y humedecerte en una lluvia blanca
y un prohibido destello de amapolas
te llamará a los campos
de las cóncavas sombras.

Dolores Guadarrama (1958)
En Quinteto para un pretérito
Chihuahua, Chihuahua, 2000

Jueves

Sobre la ancha avenida…

Sobre la ancha avenida
cruzan puentes peatonales; la gente
dibuja en sus facciones ideas fijas.
Bajo el metro elevado
juegan frontón los vagos de la prepa,
deambula un gato verde y amarillo en un montón de basura,
se desliza en patines una niña
y un avión rompe el aire denso y blanco.
Áspera geografía, pienso, luego
camino por andenes y por calles sin buscar mi principio
en el subsuelo de horas divididas,
ni en el escaparate de lugares comunes.
Mi principio en la calle concurrida,
o en mi cuarto, contiguo al de este mundo,
es un suelo que piso con el viento en el pelo.

Josué Ramírez (1963)
Tepozán
Conaculta, México, 1996

Viernes

[1]
Es tan transparente
el agua marina
que las barcas
parecen suspendidas.
Los veleros caminan
en la orilla.
Ola tras ola,
el mar medita.

[2]
Las rocas de la playa
son ocres:
color del tiempo
que las lame.

[3]
La gaviota,
suspendida en el aire,
tiene un pez
en la pupila.

[4]
Al bajar la marea,
la playa es un desierto
abandonado.

[5]
Inundan la tarde,
con su vuelo,
las golondrinas.

Jaime Velasco Luján (1949)
En El ojo de la gaviota
Conaculta, México, 2004


Sábado

Límite

Tres mil millones de latidos, más o menos,
nos dura el corazón y luego se endurece
casi como una roca, y deja de querer,
y de llevar respiraciones a su fragua
para transubstanciar el viento en esa cosa roja
parecida a los mares.
Es por eso que la vida nos parece tan breve,
por la pereza del valiente corazón,
que al llegar a ese número claudica
desamparando a los tejidos que quiso en otro tiempo,
a las trabajadoras células amadas,
a las novias de antaño, y se despide
diciendo que no sabe, que lo abruma el misterio
del número que sigue a ese latido.
La noche es como un perro que enloquece
de vez en cuando y muerde a quien lo cuida;
un animal impredecible que todavía nos quiere
pero del que sabemos sólo unas cuantas costumbres
(alguna vez le hicimos quizá vagos estudios
que redundaron en una anatomía
que después olvidamos).

Ángel Miquel (1957)
Premio nacional de poesía
joven de México. Treinta años
Selección, nota introductoria
y prólogo de Eduardo Langagne
y Juan Domingo Argüelles

Domingo

Copla VIII

Nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.
Porque la gloria de veros
en ese punto se quita
que se piensa en mereceros.
Así que, sin conoceros,
nadie puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.

Garcilaso de la Vega (¿1498/1503? – 1536)


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