Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 02 de Septiembre de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Comienza un lunes

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad aquí he vivido.

Eliseo Diego (1920-1994)
La sed de lo perdido. Antología
Ediciones del Equilibrista, México, 1993

Martes

Sólo lo pasajero

Sólo lo pasajero permanece y dura –dijo aquel cuyo nombre debe ser reservado. El amor dura, el odio también dura. Nosotros vamos del uno al otro, como hojas del viento. El amor y el odio siempre tienen dientes de leche, siempre con ellos nos destripan. La Misericordia tiene viento y leche y pechos y dientes. La Misericordia es lo que se da, nunca lo que se pide. El amor es el que se da, nunca el que se pide. El amor se ha dado en mí, se ha dado en ti, se ha dado; no hay más un “en mí”, no hay más un “en ti”.

Javier Acosta (1967)
Libro del abandono
ERA, ICA, Conaculta, México, 2010
Premio Nacional de Poesía
Aguascalientes 2010

Miércoles

La vigilia de las sombras

Soy una maniquí,
imposibilitada en mostrar un mundo con su cuerpo,
ya no hay tiempo para comprar agujas,
afilan las trompetas los gallos.

Mi sombra atrapada en un muro
ve desfilar a este costal de huesos.
Me vienen días en los que no vuelvo a caminarla,
huye de mí como yo del tiempo.

El títere polvoriento,
el hijo perdido de la noche
colgado de los tobillos se desliza,
imita una silueta igual a la mía,
hace creer que soy la esclava
que adolece en cada paso.
¿A qué puerta llevarte?
¿Roja, verde, azul?

Una inventa al profeta
para no calcinar ese semicadáver que somos:
criaturas aferradas a una sombra.

En el espejo
la muerte juega con los párpados.
Hay que esperar el tren de la tumba,
abrir las ventanas,
maullar la soledad.

Bajo esta lápida todos son ciegos,
seco el sonido de las hojas.
¿Qué cuerpo acá se inclina y se convierte
en una constante mudanza?

El día de mi primer llanto se dio
círculo tras círculo sobre el pie de mi madre.
Hija de una piedra, me convertí en un puerto
que usa abanicos para direccionar su suerte.
En la vigilia mis ojos producen fantasmas.

Hay gente que es frágil ante la lluvia,
cubre espejos para desaparecer,
cierra ventanas para que el viento
no le inflame nombres que deposita bajo el florero.
La lluvia las arrulla,
les seca los ojos,
las vuelve río.

Saberse extraña en una sábana, en una habitación sin número,
con una ventana que no pausa la muerte del sol,
habitarte en la redonda negrura de mi cárcel al
costurarse en tus ojos.
Ahí como faisanes lamiendo nuestras alas,
ignorando el calvario, el golpeteo de la piedra en el pecho,
reconociéndonos en el espejo que sale y muere al verse.
La única salvación era abrir la puerta,
ser esas dos damas que toman el té,
usan gafas y relojes,
evitan el frío con gramos de color rojo en los labios.

Karla Gómez (1990)
“La vigilia de las sombras”,
en Astilo, antología poética. Selección
de Óscar Oliva y Julio Solís. Cultura,
Dirección de Publicaciones del Coneculta
Chiapas, Guadalajara, 2017

Jueves

Ya se alargan las tardes

Ya se alargan las tardes, ya se deja
Despacio acompañar el sol postrero
Mientras él, desde el cielo de febrero,
Retira al río la ciudad refleja
De la corriente, sin cesar pareja
–Más todavía tras algún remero–
A mí, que errante junto al agua quiero
Sentirme así fugaz sin una queja.
Viendo la lentitud con que se pierde
Serenando su fin tanta hermosura,
Dichosa de valer cuando más arde
–Bajo los arreboles– hasta el verde
Tenaz de los abetos y se apura
La retirada lenta de la tarde.

Jorge Guillén (1893-1984)
Cántico
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1950

Viernes

El reflejo

Cansado de mirarse en el agua, una mañana Narciso la removió con una rama.
Sintió cómo su cuerpo empezaba a desvanecerse. Sólo alcanzó a pensar:
–El reflejo era yo.

Ignacio Solares (1945)
Prolongación de la noche
Alfaguara, México, 2018

Sábado

No es tiempo de reír

No es tiempo de reír.
La espalda de este país hecho cadáver,
y azul ya de tan muerto,
rezuma gusanos.
Insisto en que no es tiempo de reír.
Hay un hato de borregos que espera la navaja cruel del capador.
Y digo, por fin:
¡Opresores de pueblos, hijos de la llama del carbón,
para ustedes no habrá misericordia!
Día llegará en que la luz galope.
Porque todo lo que digo existe,
porque todo es verdad y nada invento.
Día llegará en que triunfen mis dioses ancestrales;
la mariposa de navajas que rasga corazones,
los bebedores de la noche que humean en los espejos,
los murciélagos que huyeron del guacamayo, vástago del sol,
los hombres comidos por los tigres,
los hombres zarandeados por el viento,
los hombres que huyeron del fuego haciéndose aves,
los hombres hechos peces
para no ser ahogados en este país que la luz calcina.
Y llegará el poder.
Y será grande.
Será la palabra de maíz.
Será la sangre de la culebra.
Y el espasmo del ave.
Será el poderío de nuestros huesos.
¡Toquen los atabales de la guerra,
resuenen los tambores!
¡Desnudos de palabras,
acabemos con lo que acaba!
Que perdonen los siglos nuestra fiereza.

Jaime Labastida (1939)
En La patria en verso. Un paseo por la poesía cívica en México
Selección, comentarios y notas de Felipe Garrido.
Conaculta, UANL, Jus, México, 2012

Domingo

Elegía

Caballero águila,
tráeme en el ojo una estrella.
Pero líbrala de las puestas de sol.
¡Muy alta es mi tristeza!
Caballero tigre,
tráeme unas ramas de roble.
Pero que estén huracanadas.
La vida,
feroz mi tristeza recorre.
Como en el reinado de Motecuhzoma,
vendrán hombres blancos,
y será por el Norte.
A cacerías de estrellas
me han invitado los dioses
y a casi todas he ido,
pero con otro nombre…
¡Qué sueños han sido esos sueños
sangrientos y nobles!
Desde sus platerías,
cintilante y formidable,
el Popocatépetl ha encendido su lámpara.
¡Y se siente una angustia y un aire
tan duro en el Valle de Anáhuac!
Con sus fonógrafos y sus manos ladronas,
su religión modesta y sus catálogos,
y organizados por una dentista
vendrán los bárbaros.
Yo no sé, pero hay algo en la tarde
que marchita mis ramos de roble y mis fuentes de nardo.
Hay un ruido insolente que enfría
mi dulce cantar mexicano.
Caballero tigre, voy de cacería, sueños he tenido.
Toda la tristeza del pueblo es la mía.
La sangre enarbola sus señas y escucha sus cálidos ruidos.

Carlos Pellicer (1897-1977)
En La patria en verso. Un paseo por la poesía cívica en México
Selección, comentarios y notas de Felipe Garrido.
Conaculta, UANL, Jus, México, 2012


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