Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 19 de Agosto de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

A la orilla del sueño

A la orilla del sueño algo de mí despierta
Brasas que miran la otra parte que
como siempre
duerme
Hay una barca que se abre ante el mar como una espera
Hay una vertical sombra sin rostro que me invita a subir
A irme de viaje por esta agua turbias
en estas horas que alzan su ramazón
su tallo oscuro
en el tiempo que crece antes del alba
Hora de gallos asustados
que concentran calor bajo sus alas
Estancias tibias en donde irrumpe el frío
como un silbido de cristal
Alza su pecho gris la incertidumbre
Entra mi pie en la barca
Despierta la otra parte de mí
que siempre duerme
y unta un frío sudor sobre mi frente
Enciendo luz
Salto fuera del sueño
Tiemblo.

Efraín Bartolomé (1950)
Música solar
Premio Nacional de Poesía, 1984
Joaquín Mortiz, México, 1984

Martes

Transfigurada

Venías sobre la noche,
transfigurada en sauce
o en lamento,
pintando de cal negra las paredes.
Con ese filo azul de los cuchillos
degollabas fantasmas,
hundías la desventura de tu reino
en los ojos de infantas dormidas.
Has olvidado todo,
y yo te sigo viendo amarrada del cuello
a un alfiler,
visitando los fardos del corredor vacío.

Malva Flores (1961)
Figuras a contraluz
Premio de Poesía Joven
de México Elías Nandino, 1991
Joaquín Mortiz, México, 1991

Miércoles

Solidaridad

Le he tomado cariño al perchero
pues recibe con humildad
tu saco, tu camisa, tus pantalones.
Es mi cómplice más firme
porque cuida celoso tus ropas cuando me amas.
No te dice que las acaricio mientras duermes
ni que en sus ojales abrocho mis sueños.
El perchero sufre conmigo
Si descuelgas tus prendas para irte
a caminar sin arrugas por las calles.

Lucía Rivadeneyra (1957)
Poemas
Premio de Poesía Joven
de México Elías Nandino, 1987
Joaquín Mortiz, México, 1987

Jueves

De “Elementos para un poema”

XVI
El viento levanta los papeles para vestir la llanura con un paisaje absurdo. El agua corre dentro de su prisión de cobre. Las horas graban rostros en los muros y las piedras. Las lagartijas y los perros se beben el sol en las banquetas. Los discursos se rompen y bajo su piel se asoma una terrible realidad: la del olvido. El texto mismo, que se despliega ante mis ojos, empieza a sufrir los embates del tiempo que terminará por convertirlo en partículas de polvo en las cornisas.

Norberto de la Torre (1947)
Tiempo es una metáfora que duele
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Editorial Universitaria (UMSNH), 2002

Viernes

De “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”

A mi querida amiga Encarnación López Julvez

3. Cuerpo presente

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.
Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.
Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.
¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujero sin fondo.
¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.
Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos;
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.
Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.
Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente ser inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.
No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

Federico García Lorca (1898-1936)
Obras completas
Aguilar, Madrid, 1960

Sábado

Con el corazón

Cuando mi voz alcanzó el sonido
y hubo quien escuchó
lo que decía,
el hombre que me amaba
me cortó la lengua.
Cuando mis manos grabaron palabras
y hubo quien leyó
lo que escribía,
el hombre que me amaba
me partió los brazos.
Cuando aprendí a hablar con la mirada
y hubo quien descifró
el código de mis pupilas,
el hombre que me amaba
me sacó los ojos.
Casi sorda de nacimiento,
con un hálito mínimo
para beber en la huida,
una noche tomé mi corazón
entre las piernas
y abandoné
al hombre que me amaba.

Carmen Julia Holguín Chaparro (1967)
… y a pesar de las cicatrices
Ediciones Caletita, Monterrey, 2017

Domingo

De “Homenajes a mano alzada”

2. Enjambre de ojos voraces

“Un sauce de cristal, un chopo de agua”
En medio del jardín iluminado
Tiembla.
Cuerpo de azogue intacto inmóvil
Detenido en el hielo de las horas
En vuelo vertical petrificadas.
Transparencia sobre la transparencia:
Entre las hojas de oro del saúz
Miles de insectos cantan y caminan;
Son fantasmas de imágenes ya muertas
Esta noche dispuestas a alumbrar
Ese sueño sin sueño de los días.
Se desgrana tu risa, juegas a irte
De mis ojos.
Voló tu negro pelo,
Espirales sin fin, sobre el balcón
Rojo encendido de San Ildefonso.
El temor a la muerte, y el temblor
De piernas en la orilla, es el tambor
Que nos llama a lanzarnos al abismo.
El aliento del mar entonces llega.
Mientras me alejo, náufrago otra vez
Y otra vez, ya sin ti, lejos escucho
Que una lágrima helada roza el aire
Y al romperse en el suelo tintinea.
“Un sauce de cristal, un chopo de agua”.

Juan Manuel Gómez (1968)
Como un pez rojo. Cuadernos
de navegación
Universidad Autónoma Metropolitana,
México, 2016


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